Nuestra lucha es una lucha para aprender a amar verdaderamente y amar es renunciar a nosotros mismos y darnos completamente a otro ser. No sabemos amar porque no sabemos (o tenemos miedo de) renunciar. Por eso nuestros ensayos de amor son como vuelos de un polluelo débil y temeroso, que vuela cerca de la seguridad de su nido (el propio YO), volviendo Constantemente a él. Conversión implica, entonces, renunciar a mí mismo. Es lo que Jesucristo exigió como condición para amarlo: Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme (Mateo 16:24). Significa morir a mí mismo, hacer desaparecer el propio yo, Renunciar a mí. Sin renuncia no hay fruto: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da fruto, pero si cae en tierra y muere, da mucho fruto (Juan 12:24). Sin renuncia a mí mismo no hay madurez espiritual, ni emocional, ni sicológica. Todas las personas inmaduras, los eternos niños quejosos, son personalidades incapaces (o capaces pero caprichosos) de renunciar a sí mismos.
Posted on: Thu, 10 Oct 2013 02:53:28 +0000