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OPINION El malestar brasileño (Junio 22 - La República - Editorial).- Brasil, mirado como un modelo exitoso de crecimiento, ha vivido esta semana sus mayores protestas en 20 años e ste país es una potencia mundial al integrar el selecto conjunto de las diez economías más grandes del planeta. Forma parte del grupo denominado BRIC, donde comparte cartel con Rusia, India y China, países considerados por los analistas del mundo financiero como el eje económico del futuro. Reúne también atributos de líder regional y sus dirigentes políticos, sociales y empresariales son conscientes de ello, cuando dicho liderazgo comienza a ser reconocido sin recelos por los otros países que forman parte de la UNASUR. La política macroeconómica de los dos periodos de gobierno de Lula, seguida por su sucesora Dilma Rousseff, exhibía como mayores éxitos una tasa de crecimiento moderada, una baja inflación y la ampliación de los niveles de ingresos y consumo de los sectores medios y bajos, al punto que 40 millones de brasileños salieron de la pobreza en un decenio. Al mismo tiempo, esa bonanza estuvo acompañada por una fuerte expansión del negocio financiero, una baja tasa de inversión en la economía real y un incremento récord de las exportaciones. Con el objetivo de controlar la inflación, la banca central colocó la tasa de interés brasileña como una de las más altas del mundo. Los inversionistas aprovecharon esa oferta con el denominado “carry trade”, que consiste en fondearse en otras monedas a tasas bajas para invertir en reales –la moneda local– a tasas altas. De ese modo, la economía del gigante sudamericano registró un sostenido ingreso de capitales que derivó en un monto impresionante de reservas, que superó los US$ 250.000 millones y causó la apreciación de la moneda local. Entre el 2003 y el 2011, el índice general de precios se expandió en promedio un 6,3% al año, el menor desde la II Guerra Mundial. De pronto, este modelo de crecimiento perdió velocidad como resultado de la crisis mundial y el crecimiento en el 2012 alcanzó únicamente el 0,9%, con una tasa de inflación superior a la esperada por el gobierno y niveles preocupantes de merma en el empleo. Millones de brasileños que habían mejorado su nivel de vida vieron retornar tiempos en que tenían que apretarse el cinturón, y una profunda insatisfacción comenzó a generarse en el país. No hay que ir más lejos para encontrar el origen de las multitudinarias manifestaciones que han recorrido en días pasados las calles de las ciudades más importantes del país. El detonador de las protestas fue aparentemente mínimo: un alza de 0,10 centavos de dólar en los transportes colectivos de Sao Paulo, la mayor ciudad industrial, pero que acabó dando lugar a otras o parecidas banderas en 80 otras ciudades. La calle recordó que quería una mejor educación y un mayor acceso a los servicios de salud, que el país es víctima de la corrupción política y que el gobierno se encuentra gastando US$ 12.300 millones en mejorar estadios, aeropuertos, seguridad y telecomunicaciones con miras al Mundial del próximo año. Luego de un primer momento de sorpresa, el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff –quien recibió por primera vez abucheos de 67.000 asistentes a la inauguración de la Copa en Brasilia– ha decidido acoger las protestas en serio, reunirse con sus voceros y tomar en cuenta sus demandas, por ahora más parecidas a una lista dispersa que a una agenda política organizada. El movimiento recuerda al de los Indignados, pero el sentimiento de insatisfacción es real, y hará bien en buscarle solución, pues el 2014 no es solo el año del Mundial, también es un año de elecciones. Por lo pronto, la presidenta Rousseff ha cancelado un viaje a Japón y el alza de pasajes quedó congelada. Veremos qué otras medidas siguen, pues las protestas no cesan.
Posted on: Sat, 22 Jun 2013 12:56:39 +0000

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