Odios, ansiedades y otras tendencias chic Eloy Garza - TopicsExpress



          

Odios, ansiedades y otras tendencias chic Eloy Garza González Uno de los personajes más curiosos de la actual ciencia ficción es Cayce Pollard, protagonista de Patern Recognition de William Gibson. El autor hace inventario de las fobias y prejuicios que asolan la tecnología, la moda y el consumismo moderno. Pero, sobre todo, es la radiografía de la ansiedad de Cayce, chica neoyorquina que sufre sudoración, pánico y trepidación de dientes cuando se topa con una marca. Su reacción inmediata consiste en huir como alma que lleva el diablo. En el tercer capítulo, Cayce pasa por un escaparate de Tommy Hilfiger y al instante se enferma. ¿Por querer comprar alguna pañoleta o un vestido? Al contrario: se pone mala porque odia el fashion. Sí, leyó usted bien; se trata de ciencia ficción pura y dura: una joven profesionista de Manhattan padece ataques de ansiedad por odiar Louis Vuitton y Prada. Y cuenta el novelista: "Algunas personas ingieren un cacahuate y se les hincha la cabeza como pelota de baloncesto. Cuando Cayce ve una marca, es su psique la que reacciona". Lo primero sería concluir que Naomi Klein, la más célebre enemiga del capitalismo actual (autora de No–logo) ya cuenta con su clon ficticio. Pero cuidado: Cayce no es globalifóbica y no se indigna contra las grandes marcas: simplemente se enferma a causa de ellas. Podemos escribir tratados enteros sobre los miles de motivos que nos indignan frente a los miles de motivos que nos provocan ansiedad. Naomi podrá morir de una bilis, pero no de un ataque de pánico como Cayce. Una es visceral en sus ofensas, otra es vulnerable en sus miedos; una es carne de protesta, otra es candidata al centro psiquiátrico. Al menos así debía ser, hasta que el propio Gibson mete la pata dando una explicación no pedida a la ansiedad de su personaje por las marcas: "Dios mío, ¿es que no se dan cuenta? Estas cosas son imitación de imitaciones". O sea que la ansiedad moderna se debe a nuestra incapacidad para ser originales. Qué pobreza de diagnóstico; si al menos Gibson lo dijera en plan humorístico. Según él, estamos condenados al miedo cósmico porque nos pasamos día y noche imitando a lo pendejo, copiando una marca tras otra. Lo bueno es que Cayce cura sus ataques de pánico contra las grandes marcas, buscando por la calle dónde comprar una taza de café. ¿Cualquier taza de café? No: el personaje no tolera otro café que no sea el de alguno de los 9 mil doscientos Starbucks distribuidos por el mundo. Obvio: en el universo de las marcas registradas Starbucks no es "imitación de imitación": vende café caliente, pero no cualquier café: ofrece al cliente una experiencia “multisensorial” que consiste en mezclar sillones confortables, ambiente fresa, música jazz y nombres raros para bebidas archirreconocidas. Starbucks es original porque vende un concepto: ser el único distribuidor de bebidas que curan la "cyber-ansiedad 2.0" de nuestra pobrecita Cayce y de muchas chicas de San Pedro, en Nuevo León, traducido en frapuccino, mocha blanco, con crema batida y chocolate. De poco servirá recordarle a Gibson que Naomi Klein, la clon real de Cayce, ubicó entre sus bestias negras del neoliberalismo a Starbucks. Ignoro cual de las chicas, Naomi o Cayce, es en el fondo más tonta. Pero no pasaría una velada a solas con ninguna de las dos.
Posted on: Tue, 08 Oct 2013 04:43:27 +0000

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