Ojalá algún día pueda aprender algo del CHINO. EL GUERRERO por - TopicsExpress



          

Ojalá algún día pueda aprender algo del CHINO. EL GUERRERO por Hernán Rey. El cuerpo le va pidiendo un respiro, pero el fuego interno no se le apaga. Ya sin jugar tanto en el Champions tour, Vicente Fernandez elige competir en Argentina. Su amor por el golf es más fuerte que sus dolores corporales. Es lo que mejor sabe hacer, y lo que mas le gusta hacer. ¿Qué otra explicación existe? No tiene nada más que demostrar. Lo increíble es que a los 65 años todavía sigue vigente y compitiendo con algunos jugadores casi 50 años más jóvenes que él. Quizá, porque sin decirlo, sabe que en una semana en que se sienta cómodo con la cancha todavía puede ganar. Casi lo hace Tom Watson en cuatro días mágicos en el British Open. El Chino, varios años más grande que el americano, todavía juega a un nivel difícil de creer a su edad. Si tienen la chance de verlo, no la dejen pasar. Aprovechen sus últimas funciones, que el maestro sigue haciendo magia. Quizá no debería llamarlo "maestro", ya que ese apodo le pertenece a Roberto De Vicenzo. Pero como justamente sé lo que Roberto representa para el Chino, creo que ningún otro apodo lo haría sentir más orgulloso. Aunque sólo se lo prestemos por un rato. Jugué una vuelta de práctica en el Abierto Argentino del 2005 con estas dos glorias del golf nacional. Tras los ruegos de Vicente para que nos acompañara unos hoyos, Roberto, con sus 82 años, me pidió prestado un guante que todavía lo guardo autografiado en casa. Hizo par el uno, par el dos, par el tres y el cuatro del Jockey Club. El tiempo no había pasado. El mismo sway de siempre y ese imponente grip con manos tan grandes como talentosas. Pegó todas con un pequeño draw, y jugó el green como si la edad no le hubiera afectado el toque. Tendrían que haber visto la sonrisa del Chino cada vez que el maestro (el original) embocaba los putts para par y decidía jugar un hoyo más. Se retiró en el 5, mitad por cansancio y mitad por el bogey. Creo que de haber seguido haciendo pares jugaba los 18 hoyos. Qué gran honor tuve esa tarde. A medida que pasa el tiempo, el valor de esa experiencia se multiplica. Como dije antes, si alguna vez tiene la oportunidad de seguir a Vicente Fernandez en estos últimos años tómese el tiempo y vaya. Deje a los pegadores explosivos y a las jóvenes promesas por unos hoyos y acérquese al grupo de Vicente. Aprenda a hacer score, a ver cómo se piensa una vuelta, a no regalar ni un solo golpe. Tuve la suerte de aprender a su lado. Fue padrino golfístico de varios de los jugadores que hoy triunfan en el mundo. Como a tantos jóvenes golfistas, el Chino me ha dado muchos consejos y ayudado más de lo que jamás podré devolverle. Quizás esta nota sea una simple forma de decirle gracias. O al menos de contarle a todos quién es Vicente Fernandez. Siempre dispuesto a dar una mano y una enseñanza, abierto a jugar una vuelta de práctica con quien se lo pida. No importa el lugar que tengas en el ranking, el Chino aconseja a todos. Y jugar con él es un postgrado en golf que dura 18 hoyos. Es docente de alma. Con el Chino se aprende de swing, pero sobre todo, se aprende a “jugar al golf". Recuerdo la primera vuelta cuando me invitó a aprender llevándole los palos. Pegó muy mal el driver, erró casi todos los greens, approachó mal, y sobre el green no embocó nada. !Hizo 72! ¿Cómo puede ser?, se preguntarán ustedes. Manejando a la perfección la estrategia, el control de las emociones y nunca abandonándose. Cualquier jugador tiene que errar un solo tiro para hacer un bogey. El Chino tiene que errar los 4. Nunca erra un tiro antes de pegarlo. Siempre decide bien. Si decimos que el golf es 90 por ciento mental, Vicente sólo puede jugar mal si el otro 10 por ciento (pegarle a la pelota) no funciona. No por nada ganó 9 Abiertos de la Republica, con 32 años entre el primero y el último. Les ganó a todos los grandes jugadores de las últimas décadas, y en sus mejores versiones. Desde De Vicenzo a Cabrera, pasando por Romero, Cóceres, De Luca y todos los demás. Juega con el cuchillo entre los dientes, no afloja nunca. Y lo hace comportándose como un señor. El Chino es querido en todos los lugares donde jugó, respetado por sus colegas. Nada refleja mejor al Chino que la anécdota de cuando vence a Tom Watson en el Champions tour. Luego de haber perdido por solo un golpe, un periodista le pregunta al Tío Tom sobre su segundo puesto y éste responde: “Soy un competidor, y nunca estoy contento cuando salgo segundo. Pero si hay una persona con la cual no me molesta perder es con Vicente”. Palabras del gran Tom Watson, otro señor y embajador del golf. Como dijo Jack Nicklaus, hasta ahora el mejor golfista de todos los tiempos: "La persona siempre debe ser mejor que el jugador." Esto viene de alguien que ganó 18 majors. Vicente, al igual que Jack, es definitivamente uno de esos casos. Apasionado por el golf, competitivo pero amable, trabajador y de un juego corto mágico. Maniático de los detalles, meticuloso con sus palos y su rutina. Su bolsa tiene un poco de farmacia y de supermercado. Todo está planeado. No hay nada librado al azar. El Chino es un profesional de golf con todas las letras. Atento con los voluntarios de los torneos, educado y agradecido. Sin una personalidad extravagante, y gracias a su simple carisma, siempre fue muy querido por el público. Recuerdo verlo caminando un fairway luego de haber fallado un tiro importante, mordiéndose los labios y maldiciendo en voz baja. En este deporte es imposible no enojarse, pero ni la ira logra sacar al Chino de su rol de embajador. El público no podía escucharlo y de esa forma descargaba sin dejar una mala imagen. Algún chico podría estar del otro lado de la soga. Un simple ejemplo del ejemplo que es. Tuve la suerte de compartir vueltas con muchos buenos jugadores. Pero mi mejor lección vino sin lugar a dudas de Vicente Fernandez. En unos de sus eventos del Champions Tour, arregle para llevarle los palos. Luego de una lluvia torrencial en los primeros días, el torneo quedó reducido a 36 hoyos. Una primera vuelta de 79 golpes nos puso casi últimos. Sólo quedaban 18 hoyos y ni una vuelta buena nos podía acercar a los primeros puestos. En la segunda vuelta hicimos 40 de ida bajo una lluvia que no se detenía. En el par 5 del 10, pegó un gancho que terminó 30 yardas adentro de un monte. Parecía haberle pegado con la mano derecha de Tyson. Encontramos la pelota y por suerte teníamos un hueco por donde tirar. Me pidió la distancia que necesitaba para dejarse 100 yardas con su tercer tiro al green. Empapado y agarrando el paraguas entre mi oreja y el hombro, traté de fijarme en el libro de yardas, pero donde estábamos no había ninguna marca. “Debe haber unas 210 yardas, chinese”, le dije. Me miró y me dijo: “Dejame el paraguas y anda a contar cuántas hay exactamente.” Bajé los hombros al mismo tiempo que incliné mi cuello, sin poder creer lo que me estaba pidiendo. Íbamos casi últimos, llovía fuerte y mi objetivo era terminar lo antes posible. Lo miré pensando que era un chiste. Sus ojos bolita casi se le salen. Me miró furioso, una expresión que jamás le había visto. Acercó su cabeza para que lo escuchara bien y con una mano en el paraguas me preguntó: “¿Ya te rendiste?” Hacía rato que yo me había rendido, sólo pensaba en una ducha caliente. Pero le di el paraguas, bajé la bolsa y con las manos en los bolsillos conté los 217 pasos más largos de mi vida. Seguramente los más húmedos. Volví con la información y, sin contestarme, agarró un hierro y pegó hacia el fairway. Su tercer tiro fue al green y embocó de 4 metros para birdie. Me habló poco de ahí al final, lo justo y necesario. En los 8 hoyos restantes hizo 3 birdies y 5 approach y putt para par. Al embocar su último putt, me entregó el palo y mirándome fijo me dijo: ”Vicente Fernandez es siempre el 100 por 100 de lo que Vicente Fernandez puede ser”. Como dije antes, la mejor clase de golf de mi vida. Desde ese momento, nunca volví a abandonarme en una vuelta. Ahora termino peleando hasta las vueltas arriba de 80. Mido los putts para triple boguey y cuando encuentro la posibilidad, extiendo el mensaje a los más jóvenes. El fuego no se le apaga, pero el cuerpo de a poco le va pidiendo reposo. Con el Chino no se puede hablar de retiro. Su pasión por el golf lo va a encontrar en los links hasta sus últimos días. Seguramente tendré el honor de compartir algunas otras vueltas con él. Pero creo que los homenajes deben hacerse en vida. De mi parte, y representando a todos los que alguna vez recibieron algún consejo del guerrero, solamente digo: "Muchas Gracias, Chino." ¡Muchas Gracias, Maestro!
Posted on: Sun, 15 Sep 2013 10:49:05 +0000

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