Otro microrrelato, recién sacado del horno, espero que os guste. - TopicsExpress



          

Otro microrrelato, recién sacado del horno, espero que os guste. No tiene título, dudo entre "Feliz atraco" o "De guante blanco", así que se admiten sugerencias. Un abrazo a todos. Audaz era un apelativo que se quedaba corto para calificar al bueno de Antonio Angulo, un ladrón de bancos como no había otro en el mundo. Cansado de que le tomaran por tonto, un día entró en una sucursal. -Quiero abrir una cuenta –dijo. Y se retiró a meditar. Que se retirara no era algo casual, sino premeditado, convenía a sus planes de fuga, cogió el contrato que le había expedido la directora y añadió que prefería leerlo detenidamente en casa. La banquera, extrañada, pues no era lo habitual, pero cortés, como se le suponía al cargo, accedió, y con un lacónico vuelva cuando usted quiera se despidió de su cliente. Este, apenas llegó a casa, escaneó el contrato, y, con la misma tipografía e idéntico tamaño de letra, cambió las cláusulas, todas. Donde decía que el cliente se comprometía a pagar una cuota de mantenimiento, él escribió que el banco le compensaría con una pensión vitalicia, de dos mil euros mensuales, tampoco quiso abusar. Cada año tendría derecho a cobrar un préstamo millonario que comenzaría a devolver sin intereses cuando cumpliera los ciento cincuenta, no puso más, no fuera a ser que le diera la risa en la oficina. Y a todo eso le sumó un sinfín de regalos, vajillas de porcelana, cuberterías de plata, un edredón nórdico y no sé cuántas cosas más. Para terminar, en aquellas que no sabía qué poner, simplemente se inventó un texto que nada tenía que ver con el asunto del contrato. Hecho todo, a la mañana del día siguiente regresó a la oficina con el contrato modificado. -Buenos días. -Buenos días. La directora ni lo leyó. ¿Quién podía imaginar que sucediera tal cosa? Además eran diez páginas de letra pequeña, ningún cliente lo leía cuando acudía a firmar, y ella no iba a ser menos. A fin de cuentas, las cláusulas eran las mismas, y el banco tenía las de ganar, o eso al menos creía. Lo firmó, puso el sello, y le entregó la libreta. Al mes siguiente Antonio Angulo exigió su primera paga, contrato en mano y para desconcierto de todos tenía derecho a ella. Y al segundo mes materializó el crédito, con el que se compró una mansión en Montemayor, una urbanización de lujo a las afueras de todo. Ni que decir tiene que a la pobre directora la despidieron, a ella y a sus siete colegas de otras tantas oficinas de distintas entidades, ya que, visto el éxito del primer intento, asaltó con el mismo método un total de ocho sucursales, y porque se cansó. Distribuyó parte del dinero entre múltiples oenegés, creó siete comedores sociales, y financió proyectos de cooperación al desarrollo en el tercer mundo. Algunos le llaman Antonio el sabio, pero entre los banqueros se le conoce como la puta que lo parió.
Posted on: Tue, 27 Aug 2013 09:38:18 +0000

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