PROPIEDAD DEL DIABLO Joseph y Andrew Harvey sabían por un sueño - TopicsExpress



          

PROPIEDAD DEL DIABLO Joseph y Andrew Harvey sabían por un sueño redundante cada día de su cumpleaños, que su padre, Dominc, había firmado con su sangre un contrato apodíctico con Teuflish, en donde a cambio del dos por ciento de las riquezas del mundo, dejaba a sus hijos en propiedad del diablo. Teuflish era una especie de embajador del infierno en la tierra, algo parecido a un ángel de la guarda. Joseph y Andrew lo sabían, como también conocían que el diablo iría a buscarlos el día ocho, del mes ocho, del año cero ocho, tiempo en que cumplirían sus quince años. Otra cosa les habían dicho en los sueños: “solo aquel que derrame su sangre, contenida en otro cuerpo, podrá ostentar su salvación”. El 8 de agosto de 1908, Dominic Harvey fue encontrado en su poltrona de oro con diamantes y esmeraldas iraquíes empotrados, en la penumbra densa de aquel estudio, en su mansión, con la cabeza sobre el tapiz y su aorta despidiendo sangre a borbotones. ESPANTOS Llevaba la botella de Old Parr casi por terminar en su mano derecha, con la otra blandía una navaja Stanley y la hoja de acero (que tenía la forma del pico de una guacamaya) fulguraba con la luz nocturna; siempre que tomaba y llegaba tarde su casa sacaba su arma por si tenía que defenderse de alguien que quisiera atracarlo. Eran más de las tres de la mañana cuando desde el frente de su casa describió, al final de la calle, a orillas de un canal, a un niño rubio con la piel blanca, tan clara como la cal, con el torso desnudo y los pies descalzos. Él se quedó observándolo, perplejo, mientras el infante agarró una pelota roja, dio algunos botes en el suelo y lo miró, de pronto, con unos ojos amenazantes que salían de aquel ceño fruncido. “Qué hará este pelado a esta hora en la calle” pensó mientras comenzaba a caminar en dirección del niño. “Cómo es posible que los padres de esta criatura lo dejen jugar tan tarde” El niño comenzó también a dar algunos pasos queriendo alejarse. Él se acercaba más, pero el niño, con una voluntad traviesa, se retiraba. En consecuencia aquel sujeto con la botella y la navaja caminó más rápido, y el chiquillo corrió a esconderse en un almendro que estaba en la esquina. El hombre lo vio penetrar detrás del árbol, y se dirigió a este, sin parsimonia, y comprobó que no había nadie, solo una pequeña sombra que se movía junto al tallo, sin un cuerpo que la proyectara.
Posted on: Sat, 03 Aug 2013 00:52:26 +0000

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