Para recordar a Julio cortazar. Julio me marcaba una ruta a seguir, su escritura era mi deseo, yo habitaba en su música, en sus amigos, en sus afectos; el mundo de Julio era una querencia amable; las únicas palabras amables que yo conocía eran las suyas. Me atraían profundamente sus anteojos, su barba, su máquina de escribir, su cigarrillo. Me sentía protegido estando a su lado, no había baile que no fuera mas hermoso que el de su prosa y la música de su estilo se parecía a la hierba fresca de los jardines de primavera en cualquier parte del mundo, en París, en el Rosedal, en Estocolmo o en Barcelona. Julio sabía de los avatares de todo secreto Zen, del mondo mas misterioso, de la pregunta mas suspicaz y todo esto lo entreveraba con notas y melodías de jazz, con la trompeta de satchmo o de Lizzie Gillespie y así caminando por los puentes de parís y por los hoteles de Buenos aires, con las tías y las primas armaba sus cuentos llenos de pastillas rosadas para el resfrío; pastillas que hacían soñar una noche mas liviana y el gato y todas esas cosas felices que nos dejo entre renglones. SANTIAGO LINARI
Posted on: Wed, 18 Sep 2013 04:51:16 +0000
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