Penas temporales Humberto de Campos, notable escritor - TopicsExpress



          

Penas temporales Humberto de Campos, notable escritor brasileño, desencarnado, bajo el seudónimo “Hermano X”, en obra psicografiada por el médium Francisco Cándido Xavier (1910 -2002), lamentable episodio ocurrido, en el año 177 de la Era Cristiana, en la ciudad de Lyon, situada en la antigua provincia romana de la Galia, en que “más de mil personas, ávidas de crueldad” cooperaron en el siniestro plan de llevar a la arena “largas filas de mujeres y niños, en gritos y lagrimas”, en las cuales, “en el fin del soberbio espectáculo, encontraron la muerte, quemadas en las grandes llamas al soplo del viento, o despedazados por los caballos descontrolados”. Finalizando la viva narrativa, Humberto de Campos concluye: Casi dieciocho siglos pasaron sobre el tenebroso acontecimiento… Entre tanto, la justicia de la Ley, atreves de la reencarnación, acerco a todos los responsables, que, en diversas posiciones de edad física, se reunieron de nuevo para la dolorosa expiación, el 17 de diciembre de 1961, en la ciudad de Niterói, en conmovedora tragedia en un circo. (1) Esos dos impactantes eventos, ocurridos en lugares tan distantes uno del otro, en el espacio y en el tiempo, nos hacen reflexionar sobre las causas de las pruebas experimentadas por los Espíritus en el estado de encarnados, también llamadas “penas temporales”. De la choza al palacio, nadie está libre de los sufrimientos inherentes al nivel evolutivo de la tierra, orbe de pruebas y expiaciones, donde cabe a todos cumplir su parte en la obra de la creación, y donde la indefectible justicia divina se hace por intermedio de la ley de causa y efecto. Los sufrimientos pueden ser de naturaleza física y/o moral y alcanzan indiferentemente a los Espíritus encarnados. Los desencarnados, pues, por estar desprovistos del cuerpo material, sufren solo dolores morales, aunque tales padecimientos sean, muchas veces, superlativamente más dolorosos que los experimentados por los llamados “vivos”. Ya los “muertos” en esa condición, aun desconociendo su desenlace, experimentan tales aflicciones como si aun estuviesen en la carne. Los sufrimientos que alcanzan a los Espíritus en la vida material, generalmente son consecuencia de la expiación de errores practicados en encarnaciones anteriores, expiación esa que, por regla general, es escogida libremente por ellos mismos antes de volver al cuerpo físico. Hay sufrimientos, pues, que no derivan de errores practicados en el pasado reencarnatório: son apenas consecuencias inevitables de la conducta del hombre en su existencia actual, en virtud de su carácter inferior. La expiación es la pena impuesta al infractor de las leyes divinas. El sufrimiento causado por esa pena es la oportunidad del rescate de los errores, que conduce a la redención espiritual. Ya la prueba es el test que valora el aprendizaje en el camino de la edificación espiritual. Hay casos en que los Espíritus aun no son aptos para escoger las pruebas por las cuales expiaran sus errores, en virtud de falta de evolución o de merecimiento, hipótesis en que las pruebas son impuestas compulsoriamente. Sin embargo, no todo sufrimiento experimentado por los Espíritus constituye expiación o rescate de actos pasados. Muchas veces, el Espíritu escoge pruebas difíciles con el objetivo de progresar más rápidamente. Por eso se dice que toda expiación es una prueba, pero que toda prueba no es una expiación. (2) A medida que el Espíritu se purifica, se pone en condiciones para habitar otros planetas más evolucionados, ascendiendo, de forma gradual e irreversible, a la perfección. He aquí la instrucción de Kardec, con fundamento en la enseñanza de los Espíritus superiores, al respecto de ese tema: En los mundos donde la existencia es menos material que en la tierra, las necesidades son menos groseras, y menos intensos los sufrimientos físicos. Los hombres desconocen las malas pasiones que, en los mundos inferiores, los hacen enemigos unos de los otros. No teniendo ningún motivo de odio ni de celos, viven en paz, por que practican la ley de justicia, amor y caridad. No entienden el aborrecimiento y los cuidados que nacen de la envidia, del orgullo y del egoísmo y que constituyen el tormento de nuestra existencia terrestre. (3) No podemos perder de vista que estamos reencarnados en un mundo inferior, retenidos en virtud de nuestras imperfecciones. Toda vez que somos alcanzados en nuestros intereses más queridos, sean ellos morales o materiales, recordemos la advertencia que viene de lo Alto: (…) Aquel que se eleva, por el pensamiento, de modo para abarcar toda una seria de existencias, vera que cada uno recibe la parte que merece, sin perjuicio de la que le tocara en el mundo de los Espíritus, y que la justicia de Dios nunca se interrumpe. (4) A partir de ese entendimiento, es lícito deducir que, si perteneciésemos a un mundo más adelantado, no pasaríamos por esas pruebas y que solo depende de nosotros el acceso a esos mundos mejores, desde que trabajemos para nuestra elevación. En cuanto no esté bastante adelantado, el Espíritu continuara reencarnando en la tierra. Entre tanto, incluso mereciendo la ascensión para un mundo mejor, el Espíritu que no completo determinada misión puede pedir una nueva existencia en la Tierra para concluirla, circunstancia en que tal existencia no representara para él una expiación. Aquel que, incluso sin practicar el mal, nada hizo para mejorarse, permanece estacionado en su progreso, prolongado los sufrimientos consecuentes de su expiación. Sin la actividad, sin el trabajo en la causa del bien, no hay progreso moral. Esa es la razón por la cual los benefactores advierten: (…) La suma de la felicidad futura es proporcional a la suma del bien que haya hecho; la de la infelicidad está en la razón del mal que haya practicado y de las personas a quien haya perjudicado. (5) Todo aquel que, por su carácter, fuera causa de infelicidad a otro también experimentara la misma proporción del mal que haya hecho al otro sufrir. De ahí la importancia de estar atentos en nuestras actuales tendencias, que son indicios del mal que precisamos corregir en nosotros: El hombre trae consigo, al nacer, aquello que adquirió; nace como se hizo. Cada existencia es, para él, un nuevo punto de partida. Poco le importa saber lo que fue antes; si es punido, es porque hizo mal. Sus actuales tendencias malas indican lo que le resta de corregir en sí mismo y es en eso que debe concentrar toda su atención, pues, de aquello que se corrigió completamente, no restara mas ninguna señal. Las buenas resoluciones que tomo son la voz de la consciencia, que lo advierte de lo que es bueno y de lo que es malo, dándole fuerzas para resistir las tentaciones.(6) Es por intermedio de las pruebas bien soportadas, en las diversas encarnaciones, que los Espíritus adelantan en la senda del progreso, superando sus imperfecciones, y, por medio de las expiaciones, quitan sus faltas y se purifican: (…) Aquel, pues, que sufre mucho, debe reconocer que mucha tenía que expiar y alegrarse por la idea de que será curado. Depende de él, por la resignación, volver provechoso su sufrimiento y no causar estragos en el futuro con las impaciencias, pues, de lo contrario, tendrá que recomenzar. (7) En suma, las penas temporales dicen al respecto de las expiaciones y de las pruebas por los cuales los Espíritus encarnados pasan, con el objetivo de rescatar sus faltas y progresar. Si el mal y el sufrimiento aun prevalecen en la tierra, no debemos culpar a nadie sino a nosotros mismos, con todo, no estamos desvalidos de los recursos divinos para modificar ese estado de cosas, los cuales demuestran la misericordia y la bondad del Creador, que jamás cierra la puerta al arrepentimiento y a la recuperación de sus hijos que somos todos nosotros. Christiano Torchi Referencia: (1) Francisco Cándido Xavier. Cartas y crónicas. Espíritu Hermano X (2) Allan Kardec. El evangelio según el Espiritismo. (3) Allan Kardec. El libro de los Espíritus. (4) Allan Kardec. El evangelio según el Espiritismo. (5) Allan Kardec. El libro de los Espíritus. (6) Allan Kardec. El evangelio según el Espiritismo. (7) Allan Kardec. El evangelio según el Espiritismo. Revista Reformador Diciembre 2012 Traducido por Jacob
Posted on: Tue, 30 Jul 2013 14:57:34 +0000

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