Pero de regreso en nuestro receso, otro, más joven, intentó ser tolerante. “Yo no tengo problemas con ellos (los gais), que hagan lo que quieran, pero que agarren onda y no se metan conmigo”. Que no le coqueteen o lo miren así shuco pues. Claro, respondí, “si el otro día estaba yo en una fiesta del orgullo gay en un barrio en Madrid y hubo momentos en los que me miraban de tal manera que me sentía un pedazo de carne”. “Cabal”, respondió mi compañero de clase. Y no pude evitar: “Sí, quizás es una tasa de nuestro propio chocolate, porque así, como pedazos de carne, vulnerables, cosas, es como los hombres hacemos sentir a las mujeres en todas las calles, oficinas y espacios de Guatemala”.
Posted on: Tue, 27 Aug 2013 18:24:54 +0000
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