Política y venenos Destacado Miércoles, Nov 13 2013 - TopicsExpress



          

Política y venenos Destacado Miércoles, Nov 13 2013 Escrito por Editor Смесители для душа и ванны Детские игрушки, развивающие игры Imprimir Email Eduardo Escobar Porque también forman parte de los tósigos políticos, desde siempre, las grandes palabras que tanto mal hacen, según James Joyce. Rasputín fue envenenado con cianuro antes de ser lanzado al río Neva. Y según últimas noticias, Arafat fue envenenado con polonio, aunque no sabemos por quién. En tiempos de Domiciano y Caracalla, y entre los Borgias con su famosa cantarella, el veneno fue de uso corriente en política. Se supone que Napoleón sucumbió al arsénico dosificado por los ingleses, Rasputín fue envenenado con cianuro antes de ser lanzado al río Neva por el príncipe Yusupov, el esposo de Irina a quien el santón amaba, y en el mundo moderno los bolcheviques hicieron uso de compuestos como el talio radiactivo que Brezhnev proporcionaba a sus aliados para el diezmo de sus adversarios. Después de los bolcheviques los viejos espías de la KGB corrieron Europa con paraguas envenenados a modo de jeringas. A uno, Litvinenko, todos recordamos sus fotografías demacrado, la piel leprosada, lo consumió una sustancia desconocida que le inocularon mensajeros de Putin. Fidel Castro se negó mucho tiempo en su paranoia a dar la mano por miedo de ser contaminado con alguna porquería cocinada por los yanquis. Y según últimas noticias, Arafat fue envenenado con polonio, aunque no sabemos por quién, y los forenses chilenos aseguran que Neruda no murió por una inyección letal sino a causa de una próstata cansada de romances, si bien no cuentan con la aceptación de los parientes del poeta, fallecido, dicen, en el mismo hospital donde habría sido asesinado Eduardo Frei. Uno tiene derecho a suponer que esto decepcionará a los sacristanes de la iglesia leninista que se ven privados de otro mártir que hubiera lucido en el profuso panteón que con curia de jardineros cultivan los fieles de esta religión de capa caída, pero se alegra por Neruda que se salva en el reposo de Isla Negra del manoseo póstumo de sus copartidarios, de oírse recitado en cadena nacional por Maduro, y del acoso de quienes jamás lo quisieron, que volverían a recordar que el gran poeta, a quien García Márquez llamó el más grande del siglo XX en cualquier idioma, también fue mezquino y contradictorio, pues al tiempo que llamaba a César Vallejo, por desprecio, ‘el indio’, cantaba a Machu Picchu y al araucano. Neruda fue cómplice de uno de los episodios políticos más espantosos en la historia de horrores. Y celebró en París con los agentes de Stalin que clavaron la pica de alpinista en el cerebro de Trotski, uno de los pensadores marxistas más lúcidos del siglo pasado. Pero nada disminuye la grandeza del gran sibarita chileno, como no disminuyen a Villon ni a Genet sus cárceles, ni a Baudelaire la vida que arrastró entre lumbres de ajenjo y nubes de hachís por los lupanares parisinos, y que lo condujo al hospital de caridad, podrido y abandonado como lo mostró Sartre en el libro que le dedicó escrito en clave de complejo de Edipo. Un escritor bogotano supone que todos los poetas son santos y van al cielo. Pero también proyectan una sombra infecta muchas veces. Chávez, el profeta, gigante, eterno, de quien algunos afirmaron que fue inoculado por el imperio con una pócima virulenta, murió sin ver probada su hipótesis de que el capitalismo convirtió a Marte en desierto, ni el resultado de las investigaciones por las cuales iba a demostrar que Bolívar murió a causa del veneno de las oligarquías colombianas. García Márquez menciona en El general en su laberinto los vejigatorios de cantáridas que precipitaron su partida, pero dice que le fueron aplicados por un médico bienintencionado. Bolívar no necesita el veneno para empeorar su imagen. Le basta la tragedia de una existencia digna del genio de Sófocles y el sentimiento de fracaso que lo llevó a contarse entre los grandes majaderos de la historia con Cristo y don Quijote, después de liberar unas naciones como las nuestras que en cuanto murió se lanzaron a despedazarse hasta hoy, imbuidas del amor a la libertad que fue su pedagogía. Porque también forman parte de los tósigos políticos, desde siempre, las grandes palabras que tanto mal hacen, según James Joyce. El Tiempo, Bogotá, noviembre 12 de 2013.
Posted on: Wed, 13 Nov 2013 12:57:38 +0000

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