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Por eso pregunto ¿qué es más fácil, qué llena más el corazón, que es más duradero y fresco: transmitir un evangelio estandarizado dentro de los límites eclesiásticos y litúrgicos de una institución religiosa (léase iglesia) o compartir alegría, bondad, esperanza, pan, charla y salud sin tiempos ni evaluaciones Cuarenta horas de cristiano a la semana, by Fiñe Jesús crea una situación chocante en la parábola del señor en busca de trabajadores de la plaza (Mateo 20:1-16). Los obreros que han trabajado más horas acaban reclamando más paga que quienes trabajaron menos. Intentan defender una justicia cuantitativa basada en el tiempo invertido. La demanda es lógica y sin embargo Jesús conduce la trama hacia un final opuesto a esa lógica mercantil. El patrón de la historia no da ninguna razón para pagar igual a quien hizo poco que a quien hizo mucho como no sea decir, en lenguaje romántico, que hace lo que se le pega la gana porque es bueno. Entonces ¿cuál es la medida de Dios para recompensar a sus hijos? Ninguna, se ve. Trabajen mucho o poco, les da sus bendiciones. ¡Incluso si son unos malvados! (Mateo 5:45) Hay quien pone números y metas al evangelio basado en el recuento de Lucas en el libro de Hechos de los apóstoles. Pedro predicó y se declararon seguidores de Jesús tres mil; se repitió la experiencia y la suma llegó a cinco mil (2:41; 4:4). Por tanto, si había conteo es porque debía ser no solo importante sino imprescindible. Y de ahí a estructurar administrativamente el evangelio hay un paso. De acuerdo, contamos el número de creyentes, pero cómo contamos lo importante. ¿Cómo se mide la bondad o la fe? por ejemplo. Además, si yo alcanzara la meta o la misión de mi vida, ¿debiera detenerme? ¿podría detenerme y tomar un descanso? Si alguien me contesta que se trata de una misión de por vida, ¿nunca la acabaré? ¿no hay un lugar al cual llegar aquí y ahora? En otras áreas de la vida parece que ya comenzamos a entender el punto. En el campo laboral, por ejemplo, se multiplica la discusión de lo nocivo de imponer horarios de trabajo a los empleados y requerirles su estancia en un espacio determinado en lugar de proponerles una meta, ayudarlos a alcanzarla y dejar que disfruten la satisfacción del logro… aunque hayan terminado temprano y no hayan cubierto todas las horas. O peor: aunque no lo hayan hecho dentro del espacio de la oficina o empresa, lejos de la vista del supervisor. Nuevamente se cumple la sentencia de Jesús: “los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz al lidiar con el mundo que los rodea” (Lucas 16:8). Por eso pregunto ¿qué es más fácil, qué llena más el corazón, que es más duradero y fresco: transmitir un evangelio estandarizado dentro de los límites eclesiásticos y litúrgicos de una institución religiosa (léase iglesia) o compartir alegría, bondad, esperanza, pan, charla y salud sin tiempos ni evaluaciones a quienes queremos querer a los prójimos, tal como Dios el Bueno lo hace con nosotros sin otra obligación que su paternal tendencia a darnos felices sorpresas? Y ¿cuál compromiso es más hondo y firme, el que procede de un corazón urgido de llevar justicia a toda persona en todo rincón o el que surge de la insistencia en cumplir un plan de adoctrinamiento de territorios, edificación de templos y solidez financiera de las arcas eclesiásticas? Y una pregunta más: si la respuesta a lo anterior es obvia, ¿por qué los cristianos en general preferimos vivir por las razones equivocadas cuantificando nuestros éxitos y los de los demás o llenándonos de culpa por no cumplir las metas de producción religiosa? Nuevamente se cumple la sentencia de Jesús: “los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz al lidiar con el mundo que los rodea” (Lucas 16:8). En línea..
Posted on: Mon, 02 Sep 2013 14:01:54 +0000

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