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Pstcolombia Lit-ci // Lit-ci Cuarta Internacional - PSTcolombia.org En la situación nacional, a lo largo de medio siglo, ha incidido de manera determinante en diversos procesos de la lucha de clases un factor muy importante políticamente: el accionar guerrillero. En 1991 no fue posible concluir el enfrentamiento armado entre las organizaciones guerrilleras y el Estado porque no se logró integrar a las FARC y a la totalidad del ELN. Sí se logró con el M-19, el EPL, el Quintín Lame y la Corriente de Renovación Socialista del ELN. Actualmente, en las negociaciones de paz con las FARC, y casi seguro con el ELN, se vislumbra –a pesar de que aún no se puede dar como un hecho– la posibilidad de que en los próximos meses haya un acuerdo para “terminar el conflicto”. Ese problema será importantísimo en la coyuntura, pues signará la campaña electoral (generará –tal vez– un referendo u otra forma de validación, conducirá a una recomposición de la estructura parlamentaria a diversos niveles, etc.) pero a la vez tendrá repercusiones sobre procesos de largo plazo. Es la razón por la que la burguesía habla de planes a 10 años para consolidar lo que llaman el posconflicto. La incertidumbre de la “izquierda” La culminación de la negociación de paz modificaría la situación nacional al provocar una recomposición de las fuerzas políticas de “izquierda” que actúan en la legalidad, con la incorporación de los insurgentes a la lucha política legal. A la vez, si se logra una incorporación de las FARC al régimen ese será un elemento muy importante respecto a procesos de la lucha de clases, como ha ocurrido en otros países de América Latina, donde la dirigencia guerrillera ha servido para estabilizar las instituciones. Siempre sucede así con las “fuerzas de izquierda”, como pasó con el Polo Democrático Alternativo, que hace parte del régimen. El proceso está en curso, no hay nada completamente sólido. Todo parece indicar que a pesar de los altibajos, los momentos de tensión y las diferencias de ritmo que tienen el gobierno y la guerrilla, lo más probable es que la negociación culmine. Pero de ahí a su culminación y a cómo culmine media una distancia. Distancia que será importante. Políticamente, dependiendo de los resultados finales de este proceso, se presentarán cambios que colocarán a las organizaciones de los trabajadores, trátese de los sindicatos o sus partidos, ante circunstancias si no completamente nuevas sí muy diferentes a las actuales. Es decir, se modificarán sustancialmente las circunstancias en las cuales hemos actuado durante medio siglo si la guerrilla “negocia” y toda la lucha política se hace en la “legalidad”. Elecciones y lucha de clases En la actual coyuntura, además de las negociaciones de paz, han incidido dos factores: el proceso electoral que ya está en marcha y los conflictos sociales que se han sucedido a lo largo del año, en particular el paro agrario de agosto y septiembre. Debemos evaluar cuidadosamente el propio paro y sus repercusiones pues en él se expresaron elementos nuevos que se combinarían con la culminación del conflicto armado, creando mejores condiciones para la movilización de masas y la construcción de organizaciones revolucionarias. En particular se produjo la ruptura de amplios sectores rurales (proletarios, campesinos pobres y medios) con el gobierno de Juan Manuel Santos, y el enfrentamiento abierto con las fuerzas represivas del Estado, con el método de la movilización de masas y el bloqueo de vías durante varias semanas. Esa movilización despertó la solidaridad y simpatía de significativos sectores urbanos, que se movilizaron en su apoyo, sobre todo en la capital. El paro agrario no alcanzó mayor profundidad y radicalidad debido a la ausencia de sectores obreros y de asalariados que coincidieran con la lucha campesina. La huelga obrera más importante del momento, en la empresa minera Drummond, se mantuvo aislada, al igual que el paro de trabajadores de la Universidad Nacional. El paro de la Fecode fue programado por la dirección sindical que se negó a anticiparlo para evitar que coincidiera con el paro agrario; lo mismo pasó con la movilización de los indígenas y las jornadas de protesta anunciadas por la MANE, a pesar de la exitosa movilización del 29 de agosto y la marcha indígena que se dio en Cauca. La crisis de dirección La dirección política y sindical del movimiento de masas se presentó otra vez como el principal obstáculo para la centralización y extensión de la lucha contra el gobierno, facilitando el desmonte de los conflictos. Pero este papel desmovilizador o directamente en contravía de los intereses de los sectores en lucha, empieza a provocar nuevos fenómenos políticos como el cada vez más profundo desprestigio de la burocracia y el desgaste de los partidos de izquierda que la integran. El caso más ejemplar ha sido el descontento masivo de las bases del magisterio contra la dirección de Fecode, por el levantamiento del paro a cambio de pírricos acuerdos con el gobierno, que empieza a materializarse en una corriente antiburocrática organizada. Otro ejemplo es el cuestionamiento que la dirección de la MANE encuentra en las bases universitarias. O el frecuente proceso de organización sindical que viene dándose por fuera de los aparatos tradicionales desde hace varios años. En el próximo período continuarán presentándose luchas de resistencia de diversos sectores sociales y sindicales frente a la cuáles es necesario insistir en la lucha por la coordinación de los conflictos, el impulso de encuentros, pliegos unificados y planes de movilización para presionar su negociación. Debemos emplazar a la burocracia y denunciar su política desmovilizadora y de concertación con el gobierno, para desenmascararla ante las bases. Santos vs Uribe Es en medio de la coyuntura que hemos descrito que se adelanta la campaña electoral, en la que el gobierno busca mantener el control del Congreso de la República, a través de la llamada Unidad Nacional, y preparar la reelección presidencial, a pesar de su caída abrupta en las encuestas de opinión. El proceso electoral será el factor dominante de la actual coyuntura, que culminaría en mayo de 2014 con la elección presidencial, incidiendo en el curso de las negociaciones de paz y la política de las direcciones frente a la movilización de masas. Esta campaña electoral estará cruzada por un fuerte enfrentamiento por el control del aparato del Estado entre el santismo y el uribismo, enfrentamiento que provoca de manera permanente choques institucionales –como el que protagonizan la Contraloría y la Fiscalía– detrás de los cuales hay fuertes intereses económicos y políticos de franjas de la burguesía. La lucha electoral por el Congreso tiene como objetivo modificar la correlación de fuerzas para la negociación en el parlamento de los planes estratégicos del gobierno, entre ellos la propia negociación del conflicto armado. Todos los partidos políticos de la burguesía y la clase media se están alineando en función de la polarización entre el santismo y el uribismo, y, aunque no podemos descartar que emerja la llamada “tercería” como producto de los variables acuerdos que se anuncian todos los días entre los más disímiles agrupamientos políticos (como el que ha dado lugar a la llamada Alianza Verde entre el Partido Verde y los Progresistas), no pareciera probable que logren convocar la simpatía del electorado que este tipo de opciones ha obtenido en el pasado. Todo lo contrario, al escepticismo frente al proceso de paz –y las dificultades legales para que los sectores que expresan los puntos de vista políticos de la insurgencia, como la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos, participen en las elecciones– se ha sumado el desgaste del gobierno por el paro agrario y el empobrecimiento general de la población, el desprestigio de la burocracia, los partidos de “izquierda” y la propia insurgencia armada. El voto en blanco es una opción Es este clima general de descontento el que probablemente se expresará en las próximas elecciones con un incremento de la abstención o, mejor aún –como se manifestó en las elecciones de la CUT y la Fecode–, con la opción del voto en blanco, como una forma activa de rechazo al conjunto de los candidatos y sus propuestas políticas. En los años recientes el voto en blanco ha sido un fenómeno puntual que ha invalidado elecciones en algunos municipios, e incluso ha sido un indicador significativo de la inconformidad de los electores en las elecciones nacionales. Desde hace mucho tiempo el Partido Socialista de los Trabajadores se ha visto obligado a levantar esa opción como una alternativa de participación electoral ante la imposibilidad de inscribir candidatos y la inexistencia de una propuesta electoral a la que pudiéramos dar un apoyo crítico. Esta vez se pueden presentar condiciones favorables para llamar la atención política de amplios sectores llamando a impulsar un movimiento por el voto en blanco. El voto en blanco no es una opción de independencia de clase, pues en él pueden coincidir todo tipo de agrupamientos o individualidades que rechazan a todos los candidatos y partidos que participan en el proceso electoral, por las razones más variadas. No obstante eso, promover el voto en blanco de hecho contribuye al desgaste del gobierno que requiere el apoyo de la opinión a sus planes y a su corrupto parlamento en el que negocia la aprobación y aplicación de los mismos. En síntesis, es posible promover el voto en blanco con el objetivo de contribuir a deslegitimar al gobierno, a todos los partidos burgueses y reformistas y al propio Congreso. Por un gobierno de los trabajadores y los pobres Al tiempo que impulsamos el voto en blanco es necesario proponer un programa obrero y socialista de solución a los grandes problemas sociales que afectan a la población como tierra, salud, educación, vivienda, trabajo y salarios. Es lo que nos diferenciaría de los demás sectores que propongan la misma alternativa. De esta manera seríamos fieles a nuestra postura de principios frente a la institución electoral de la burguesía: la aprovechamos para agitar nuestro programa de gobierno de los trabajadores y luchar por la independencia de clase. Utilizamos la tribuna electoral para promover la movilización de masas y confrontar los planes del gobierno, la burguesía y el imperialismo. Un eje de la actividad política en el próximo período debe ser un llamado a la lucha por un incremento del salario mínimo en un porcentaje que responda a las verdaderas necesidades de los trabajadores y sus familias. Hay ejemplos recientes de que con la lucha se pueden obtener incrementos muy superiores a los determinados por el gobierno y la patronal. En el poder judicial el año pasado se acordó una nivelación que en cinco años llevaría a reajuste del 100%. En la Universidad Nacional se ha acordado una nivelación promedio del 21,25% para el año 2014. Con la operación reglamento los pilotos de Avianca lograron un 11% de aumento, aplicable desde abril pasado. Además de esos ejemplos positivos, debemos aprovechar la indignación que ha producido el restablecimiento de una prima de ocho millones de pesos (¡mensuales!) para los parlamentarios, que fue aprobada por decreto presidencial, reclamando que se utilice el mismo mecanismo para decretar un aumento del 100% en el salario mínimo y llamar a los trabajadores a movilizarse. Simultáneamente debemos denunciar a la burocracia sindical que acude a la mesa de Concertación Laboral a legitimar pírricos incrementos, por no representar a los trabajadores que devengan salario mínimo y no tener la autoridad moral ni política para negociar nada. En los próximos meses las negociaciones de paz, la campaña electoral y los conflictos sociales se seguirán desarrollando con altibajos y diversos ritmos. A estos tres factores de la realidad tendremos que dar las respuestas más adecuadas con dos objetivos estratégicos en la mira: movilizar democráticamente a los trabajadores y construir un partido que esté en capacidad de postularse para solucionar la crisis de dirección. ¡Manos a la obra!
Posted on: Tue, 12 Nov 2013 19:01:57 +0000

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