Publicado el 3 dic 2013. Archivado bajo Salud. El 3 de diciembre - TopicsExpress



          

Publicado el 3 dic 2013. Archivado bajo Salud. El 3 de diciembre de 1967 el cirujano sudafricano, en el hospital Groote Schuur de la Ciudad del Cabo, efectuó el primer trasplante de corazón implantando en un comerciante en grave estado cardiaco el corazón de una joven que había sido víctima de un accidente y había sufrido daños cerebrales irreversibles. El cirujano sudafricano Christian Barnard. Barnard tomaba una siesta en su casa de El Cabo, Sudáfrica. La persona que llamaba —una monja del hospital Groote Schuur- le informó que habían llevado a una joven atropellada con daños cerebrales irreparables. Si moría, su corazón se podría usar en el primer trasplante de ese órgano en el mundo; era del grupo sanguíneo adecuado y su padre estaba dispuesto a dar su consentimiento. “Siempre rezo antes de cualquier operación”, escribiría posteriormente el doctor Barnard. “Suelo hacerlo al dirigirme hacia el hospital, porque voy solo en el auto en esos momentos. En esa ocasión sentí mas que nunca la necesidad de hacerlo, pero no pude,…. mis pensamientos se interponían”. Hasta entonces solo había realizado transplantes de esa índole con perros de laboratorio. Pero ese sábado 2 de diciembre de 1967, estaba a punto de transplantar el corazón de un ser humano a otro. La donadora era Denise Darvall, de 25 años, y el receptor Louis Washkansky, comerciante de la ciudad a quien le restaban pocas semanas de vida por su avanzada enfermedad cardiaca. Washkansky, ya había sobrevivido a varios infartos, pero antes de la operación presentaba la dificultad para respirar, insuficiencia renal, y hepática y tenia las piernas hinchadas. Se suponía que no debía comer ni beber nada dulce debido a su diabetes, pero se las ingeniaba para que su esposa le llevara limonada y caramelos a escondidas. Parecía más interesado en leer novelas de aventuras que en pensar en la gravedad de su enfermedad. Pero demostró valor cuando Barnard le habló de la posibilidad de salvarle la vida. “Eso me han dicho”, le confió, “así que estoy dispuesto a jugármela”. Por extraña coincidencia, cuando la esposa de Washkansky, volvía ya tarde a casa en su auto, tras visitar a su marido en el hospital, vio una muchedumbre congregada donde había ocurrido el accidente de transito. Mientras la policía le hacia señas de que siguiera su camino, se fijo en que una de las victimas del percance era una joven mujer que estaba tendida en el suelo. Más tarde se enteraría de que esa desafortunada chica era Denise Darvall. Hacia las 21 de esa noche el doctor Barnard examinó el cuerpo de la señorita Darvall: desde el punto de vista clínico había muerto, pero su corazón seguía estando sano y firme. Barnard no perdió tiempo. Un ordenanza empezó a afeitar el pecho de Washkansky mientras una enfermera preparaba la máquina cardiopulmonar del hospital, que el propio Barnard había importado de Estados Unidos al concluir su especialización en trasplantes en la Universidad de Minnesota. Se bañó, se frotó las manos y los brazos con jabón antiséptico, se puso ungüento germicida en las fosas nasales y se enfundó una bata desinfectada, con un gorro y mascarilla, además de las botas de hule esterilizadas. Al entrar al quirófano vio a Washkansky sentado en la toesa de operaciones, sostenido por varios cojines. Aunque apenas tenía aliento para hablar, Washkansky bromeó: “¡conque el viejo va para afuera y el nuevo adentro! ¿No?” Poco después el paciente ya estaba anestesiado, y a la medianoche se inició la histórica operación. Bajo la hábil dirección de Barnard, su jefe de ayudantes, Rodney Hewitson, abrió el tórax de Washkansky. “El corazón del enfermo quedó a plena vista”, escribió el doctor Barnard más tarde, “agitándose como un mar embravecido, amarillo por medio siglo de tormentas, pero aún veteado por las azules corrientes de sus profundidades”. Entretanto, en otro quirófano contiguo Denise Darvall se conservaba “viva” gracias a un respirador. Barnard entró corriendo y apagó la máquina; sus dedos ya mostraban señales de artritis, que pondría prematuro fin a su carrera de cirujano, pero en breve tiempo abrió el tórax de Denise y extrajo el corazón. Le colocó en un recipiente lleno de una solución salina helada y luego lo l1evó al quirófano principal, donde lo conectaron a una bomba que hacia circular la sangre de Washkansky, desde la máquina cardiopulomonar: Barnard extrajo después el corazón hipertrofiado de Washkansky, y dejo un colgajo que se saturaría al órgano transplantado, este fue entonces acomodado en el tórax vacío del paciente. Por lo general un corazón femenino es un 20 por ciento menor que uno masculino, pero la cavidad de Washkansky ¡tenia el doble del tamaño normal! Usando hilo de seda y dos agujas Barnard inició entonces la delicada tarea de coser en su lugar el corazón transplantado. Se apagó la bomba que suministraba sangre al órgano y así al instante empezó a amoratarse. Mientras saturaba, Barnard echó un vistazo al reloj del quirófano: eran las 5: 30 AM y el corazón ya había pasado 15 minutos sin sangre ni oxígeno. Transcurrieron otros cuatro minutos y por fin Barnard dio el último punto de sutura. Ordenó que se volvieran conectar la bomba y el corazón comenzó a llenarse de sangre. Para hacerlo latir de nuevo, se le aplicó una potente descarga eléctrica a través de dos discos colocados como copas sobre él. El cuerpo inconsciente de Washkansky se convulsionó y, mientras Barnard y sus 20 colaboradores lo observaban con ansiedad, el corazón empezó a palpitar una y otra vez, sin cesar. Desconectaron la máquina cardiopulmonar y, más de echo horas después de haber iniciado la operación, llevaron al paciente a tina habitación esterilizada y lo colocaron debajo de una tienda de plástico, tenía el cuerpo erizado con 18 venoclísis y cables conectados a diversos instrumentos y aparatos clínicos. Entonces dio principio la lucha contra las infecciones postoperatorias y contra el rechazo del órgano transplantado, que el organismo del paciente tendía a destruir. Se de administraron medicamentos antirrechazo, y una vez que paso el periodo de peligro Washkansky, disfruto cinco días maravillosos y de optimismo. Pero el 15 de diciembre, 12 días después de la cirugía, una radiografía reveló que Washkansky tenia una mancha oscura en un pulmón. Su esposa ya había notado que parecía tener catarro leve, pero en realidad era una pulmonía. Los fármacos que había estado tomando debilitaron demasiado el sistema inmunológico y lo dejaron indefenso contra gérmenes, que invadieron e inflamaron sus pulmones. A pesar de los esfuerzos heroicos de Barnard y sus colegas, murió al amanecer del 21 de diciembre. Su nuevo corazón, implantado 18 días antes, funcionó perfectamente hasta el momento final.
Posted on: Tue, 03 Dec 2013 09:00:15 +0000

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