Punto de decisión 321 privadas entre los miembros o entre los - TopicsExpress



          

Punto de decisión 321 privadas entre los miembros o entre los amigos. Esto último no duró mucho, cuando fue puesto a prueba. Econtré significante la discusión. Aunque Grant Suiter no había declarado tener conocimiento de algún caso concreto en el que algún miembro del Cuerpo Gobernante, en sus asignaciones, hubiera hecho comentarios contrarios a las enseñanzas oficiales, yo sabía que sí se pudieran haber citado algunos nombres. Ya se había considerado el caso de Albert Schroeder cuando estuvo de gira por algunos países europeos, visitando aquellas sucursales, en donde había declarado que la expresión “esta generación” pudiera tener un significado distinto a lo que se había publicado. Nos había llegado noticia de ello procedente de más de un lugar. También era conocido que el presidente Fred Franz había introducido un nuevo punto de vista con relación a las “llaves del reino” (Mateo 16: 19) cuando impartía clases en la Escuela de Galaad. Su visión contradecía la enseñanza que había publicado la organización. Lo había hecho sin consulta previa a los miembros del Cuerpo y lo había presentado, no como una sugerencia, sino como el punto de vista correcto. 12 Varias clases enterass de la Escuela de Galaad fueron a sus asignaciones llevando consigo aquel punto de vista nuevo del que el resto de los hermanos ni siquiera había oído hablar. Ninguno de estos casos se sometió a consideración en esta sesión del Cuerpo Gobernante y, en lo que a mí respecta, no tenía interés alguno en introducirlos.13 Pero tuve la sensación de que soterradamente había unas corrientes que, tarde o temprano saldrían a la superficie. Y no tenía duda de que, cuando eso sucediera, su fuerza iría, no contra aquellas personas, sino contra mí y, fuera del Cuerpo Gobernante, contra Ed Dunlap. Debido a la atmósfera que podía palpar entre algunos de los miembros, estaba comenzando a calibrar la conveniencia de renunciar mi membresía en el Comité de Servicio, limitando así mi participación únicamente al Comité de Redacción. En una 12 Con el tiempo el tema llegó al Cuerpo y, después de mucho debate, fue finalmente aprobado (aunque no por unanimidad) y publicado en La Atalaya del 15 de mayo de 1980, páginas 16-29. 13 En una reunión (creo que fue en Chicago) de abogados y médicos, el miembro del cuerpo Gobernante Grant Suiter les invitó a que expusieran su opinión sobre la posición que mantenía la Sociedad sobre el concepto de “ministro ordenado”. Aunque en aquella ocasión él no se pronunció abiertamente de modo contrario, ante el Cuerpo Gobernante sí lo había hecho y, a juzgar por las respuestas que tuvo aquella invitación, quienes las escucharon se sintieron libres para criticar la posición que sobre esa materia entonces se mantenía. 14 Los otros miembros del Comité eran Ted Jaracz (coordinador), Milton Henschel, Albert Schroeder, William Jackson y Martín Poetzinger. K. Spanish chap 11 PM-OP 321 1/12/10, 1:25 PM322 CRISIS DE CONCIENCIA conversación que mantuve con Robert Wallen, que actuaba como secretario del Comité de Servicio (él no era miembro del Cuerpo Gobernante), le mencioné que estaba a punto de dejar ese comité.14 Su respuesta fue: “No debes hacerlo. Ha de mantenerse un cierto equilibrio dentro del comité”. El me apremió para que cambiara de idea. Sin embargo, el mismo sentimiento adverso que se había expresado en la sesión del 14 de noviembre de 1979 volvió a salir en otra sesión y, tal como pensaba, fui mencionado explícitamente. En el curso de la sesión, Lloyd Barry, responsable de la supervisión de que cada número de la revista La Atalaya siguiera su procedimiento para ser publicado, se mostró muy preocupado debido a que no constaba mi rúbrica en un considerable número de artículos de La Atalaya (mencionó el número) que habían circulado por el Comité de Redacción. (Para que un artículo fuera publicado, éste tenía que someterse primero a la supervisión de cada uno de los cinco miembros. La rúbrica en la parte superior del mismo indicaba la aprobación por parte del firmante). Aunque no entendía las razones que le indujeron a Barrry a llevar el tema al pleno de una sesión en lugar de haber hablado antes conmigo en privado o en el seno del Comité de Redacción, reconocí que eso era cierto. (Me sorprendió mucho el escuchar el número exacto de los artículos que no había firmado, del que yo no llevaba la cuenta, pero él sí). Expliqué que no había firmado aquellos artículos, porque en conciencia no podía hacerlo. Al mismo tiempo, no había hecho esfuerzo alguno para impedir la publicación de ninguno de aquellos artículos (algunos de los cuales, escritos por el propio presidente, versaban sobre la profecía de Jeremías, poniendo énfasis en el ‘papel profético’ de la organización y en las fechas de 1914 y 1919) ni había tenido intención de crear polémica sobre el asunto. El que faltara mi rúbrica había de entenderse como una abstención no como un acto de oposición. Declaré ante el Cuerpo Gobernante que, si eso representaba un problema, que no era deseable el que una persona por motivos de conciencia se abstuviera de rubricar un artículo, había una solución fácil. Podían colocar a otra persona en el Comité de Redacción que no tuviera esos escrúpulos de conciencia a la hora de aprobar una determinada información. Mencioné mi pensamiento de renunciar a formar parte del Comité de Servicio para, de esa manera, disponer de más tiempo para dedicarlo al Departamento de Redacción. Así que dejaba el asunto en sus manos, dejando claro que aceptaría cualquier decisión que tomaran al respecto. K. Spanish chap 11 PM-OP 322 1/12/10, 1:25 PM Punto de decisión 323 Después de la sesión, Lyman Swingle, coordinador tanto del Comité de Redacción como del Departamento de Redacción, me dijo en su oficina: “No puedes hacerme esto. Si toman por su propia cuenta la decisión de reemplazarte en el Comité de Redacción, está bien. Pero no ofrezcas tu renuncia.” Habló con una vehemencia considerable. Le dije que sencillamente estaba dejando el asunto en las manos del Cuerpo, que me sentía cansado de tanta controversia y que cualquier cosa que contribuyera a aliviarme de tensión me haría feliz. El insistió en su exhortación. El Cuerpo no hizo cambio alguno en mis asignaciones. Aún así tenía el presentimiento de que se avecinaban problemas. Pero no podía prever que en unos seis meses me encontraría en el centro de una tormenta tan intensa que rondaba el fanatismo. El Cuerpo Gobernante reaccionó con unas severas medidas hacia lo que consideraba una “conspiración” de serias proporciones, como algo que amenazaba el corazón mismo de la organización. Pero veamos seriamente el grado de “peligrosidad de tal conspiración”, cuál era la dimensión real, qué grado de “criminalidad” había en las personas afectadas, cuál era la justificación para fomentar semejante “estado mental de asedio” dentro de la organización y que continúa aún hoy, los sucesos que llevaron a la purga de la primavera de 1980. El día antes de mi partida hacia París como primera escala de mi viaje al Africa Occidental (en noviembre de 1979), el presidente de la Sociedad, Fred Franz, presidió la consideración del texto bíblico por la mañana (en aquella semana le tocaba hacerlo). En su comentario dijo que algunos estaban cuestionando la posición de la Sociedad (establecida en una Atalaya reciente) en cuanto a que Jesús solamente es mediador para con los “ungidos” y no para el resto de millones de Testigos de Jehová.15 De ellos dijo: Pretenden meter a todos en el mismo saco y hacer que Jesucristo sea mediador de cualquiera, de los Tom, de los Dick o de los Harry [de fulano, zutano y mengano]. No quiero imaginar cómo podrían sentirse ante aquellas palabras quienes, estando presentes en aquella consideración en las oficinas centrales, llevaran cualquiera de los nombres (“Tom, Dick y Harry”) que él citó. Supe que aquello fue causa de mucha discusión entre la familia de las oficinas centrales, algunos comentarios muy desfavorables. 15 Ver La Atalaya del 1 de abril de 1980, páginas 31, 32; la del 1 de mayo de 1980, páginas 21-27. 16 Posteriormente Ed Dunlap comentó: “Siempre había creído que es la fe la que nos proporciona el aguante, no las agallas K. Spanish chap 11 PM-OP 323 1/12/10, 1:25 PM324 CRISIS DE CONCIENCIA El presidente afirmó que lo que enseñaba la Sociedad era lo correcto. El único texto que aportó está en el capítulo doce de Hebreos que dice: Es para disciplina que ustedes están aguantando. Dios está tratando con ustedes como con hijos. Pues ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si ustedes están sin la disciplina de la cual todos han venido a ser partícipes, son verdaderamente bastardos, y no hijos. Pasó a ilustrarlo, poniendo como ejemplo la disciplina que se administra a un caballo al enseñarlo a caminar en círculo, y añadió: “eso conlleva en ocasiones el que se tenga que utilizar el látigo”. Exhortó a que cualquiera que tuviera dudas con respecto a la enseñanza de la Sociedad en ese asunto adoptara la actitud de mantenerse, aceptar la disciplina y “mostrar agallas para aguantar”. 16 Aquella noche partí hacia París, pero durante varios días me sentí perturbado, no sólo por aquellas palabras, sino por la situación en su conjunto y el espíritu que durante los últimos años había estado presenciando. Para mí estaba claro que, según las Escrituras, Cristo Jesús ofreció su mediación para reconciliar a todos con Dios, a Tom, a Dick, a Harry y a cualquier otro, entregando su vida en sacrificio como rescate por todos ellos por igual, y haciendo beneficiarios de ello a todos los que estuvieran dispuestos a aceptarlo, lo que era radicalmente contrario a lo expresado por el presidente en aquella consideración en las oficinas centrales. Se diría que estuviéramos oyendo unas “buenas nuevas diferentes”, no aquellas que expusieron los escritores inspirados del siglo primero. El penúltimo país que visité en Africa fue Mali. Los misioneros en aquel país eran franceses en su gran mayoría. Después de, dificultosamente en francés, abordar con ellos diversos puntos contenidos en una presentación destinada a los misioneros de cada país, les invité a presentar cualquier pregunta que tuvieran. Esta es la segunda cuestión que me plantearon: “La Atalaya dice que Jesús es mediador “Testificando” en Africa K. Spanish chap 11 PM-OP 324 1/12/10, 1:25 PM Punto de decisión 325 únicamente para los ungidos, no para los demás. ¿Nos lo podría aclarar? ¿Ni siquiera cuando hacemos oración hace de mediador nuestro? Si hubiese tenido interés en sembrar dudas, ésta hubiera sido la ocasión ideal. Pero intenté tranquilizarlos, señalando el capítulo dos, versículos uno y dos de la primera carta de Juan, donde habla de que Jesús es el “ayudante” de quienes han cometido pecado, y es un “sacrificio propiciatorio” para “todo el mundo”. Añadí que, aunque no pensaran en Jesús en calidad de Mediador suyo, podrían hacerlo como su Ayudante. Y que podían tener la seguridad de que su interés por ellos era el mismo que el que tuviera por cualquier otra persona de la tierra. Me di cuenta de que, sin necesidad de decir algo que pusiera en cuestión las declaraciones de La Atalaya, había conseguido manejar la situación de tal forma que aquello no llegara a ser para ellos un asunto controvertido. Sin embargo, pocos días después, cuando fui al aeropuerto para partir hacia Senegal, los misioneros fueron a despedirme. Una misionera se me acercó y me dijo: “¿Pero ni siquiera en la oración es mediador nuestro Jesucristo?” No pude hacer otra cosa más que repetir y poner el énfasis en lo que anteriormente les había expuesto en la reunión que había mantenido con ellos en el hogar misional. Después de unas tres semanas regresé a Brooklyn. El único percance que tuve en Africa fue el descarrilamiento por la noche del tren en el que estaba haciendo un viaje de veinte horas, desde Ouagadougou, Alto Volta, hasta Abidján en Costa de Marfil. A la mañana siguiente de mi regreso, a la hora del desayuno, se sentaron a mi lado un miembro de comité de sucursal y su esposa que estaban de visita. Apenas había comenzado el desayuno cuando la esposa me dijo si podía hacerme una pregunta. Le dije: “Sí, claro. No sé si podré responderte”. Me dijo que la noche anterior habían estado dedicados al estudio de una Atalaya que trataba el tema de la mediación de Cristo y me hizo, prácticamente, la misma pregunta que me habían hecho los misioneros en Mali. Mi respuesta fue la misma. Ese mismo fin de semana fui a New Jersey a pronunciar un discurso y, una vez terminado, una mujer del auditorio (una testigo Locomotora del tren descarrilado K. Spanish chap 11 PM-OP 325 1/12/10, 1:25 PM326 CRISIS DE CONCIENCIA activa) se acercó y me dijo que tenía algunas preguntas. Las preguntas fueron tres y una de ellas, la segunda, era también sobre la mediación de Cristo. Volví a dar, una vez más, la misma respuesta. Hago mención de estos casos para ilustrar cuál era mi actitud cuando tenía que dar respuesta a preguntas que se hacían las personas relacionadas con las enseñanzas que la organización había publicado. Las dudas que yo pudiera tener con respecto al apoyo bíblico que merecieran las enseñanzas de la organización únicamente las comentaba con personas muy conocidas, ancianos en el caso de los hombres. Hasta 1980, a excepción de mi esposa, había cuatro o cinco personas, como mucho, que tuvieran un conocimiento considerable de los asuntos que me preocupaban. Y ninguno de ellos conocía todas las razones para esa preocupación. Hubiera necesitado un libro como éste para explicárselas. Sin embargo, no tenía la menor duda de que, a este respecto, eran muchísimos los Testigos de Jehová que estaban en una situación parecida.17 En mis años de permanencia en el Cuerpo Gobernante no vi evidencia alguna de que se abordara con franqueza ese tipo de preocupaciones o que, tal como su importancia lo requería, ciertos puntos de vista llegaran a ser objeto de una investigación a la luz de las Escrituras para que no fuera el criterio de la tradición el que prevaleciera a la hora de mantenerlos, sino el apoyo bíblico o la carencia del mismo. Muy al contrario, la realidad llevaba a la conclusión de que todo planteamiento franco de esas dificultades sería visto como una grave amenaza para la organización, como una actitud de deslealtad para sus intereses. La unidad (en realidad, la uniformidad) era considerada como más importante que la verdad. Todo lo relacionado con lo que la organización enseñaba podía ser discutido en el seno del Cuerpo Gobernante y en ningún otro sitio. Independientemente de lo acalorado que resultara el debate sobre un asunto dentro de ese círculo cerrado, el Cuerpo tenía que mostrar una apariencia de unanimidad hacia todos los demás, incluso cuando tal “apariencia” ocultara algún desacuerdo serio en el tema tratado. No fui capaz de ver en las Escrituras algo que justificara un fingimiento como ese. Las Escrituras muestran ser verdaderas por su claridad, su transparencia y su franqueza al reconocer las diferencias 17 En una ocasión me abordó un miembro de mucho tiempo del Departamento de Servicio para preguntarme sobre un artículo escrito por el presidente. Le dije que no podía responder por el artículo y le sugería que enviara la pregunta por escrito. El replicó: “No, lo hice anteriormente y tuve problemas”. Le dije que si la gente no escribe, sus preocupaciones no salen a la luz. Me respondió: “Si realmente quiere saber lo que la gente piensa sobre esos artículos, diga a los superintendentes de circuito y de distrito que pongan por escrito lo que piensan de esos artículos. Pero ha de decirles que NO consignen su nombre, porque de lo contrario escribirán lo que creen que se espera de ellos”. Según él, pasaría lo mismo si se invitara a los ancianos de Betel a poner por escrito sus pensamientos. K. Spanish chap 11 PM-OP 326 1/12/10, 1:25 PM Punto de decisión 327 existentes entre los primeros cristianos, incluyendo los apóstoles y los ancianos. Lo que es más, en ellas no se advierte justificación alguna para restringir la discusión en secreto a una clase cerrada de hombres, cuyas decisiones tomadas en base al criterio o la voluntad de dos tercios de sus componentes hubieran de ser aceptadas por todos los cristianos como la “verdad revelada”. No creía que la verdad tuviera nada que temer a una confrontación abierta, ni ofrecer pretexto alguno para no ser sometida cuidadosamente examen. Una enseñanza necesitada de protección especial a la hora de ser examinada de esa manera no merece ser apoyada. Mantuve asociación estrecha con Edward Dunlap con ocasión de la redacción de la obra Aid to Bible Understanding (Ayuda para entender la Biblia). Mi primer encuentro con él tuvo lugar en el año 1964 cuando asistí a un curso de diez meses en la Escuela de Galaad. Por aquel entonces él era el registrador de la Escuela y uno de los cuatro instructores. Nuestra clase (la que hacía el número 39) estaba formada por unas cien personas, la mayoría de ellas procedentes de las oficinas de las sucursales. Puede decirse en verdad que la mayoría de ellos consideraban las clases impartidas por Ed Dunlap como las más instructivas en lo que respecta a obtener conocimiento de las Escrituras.18 Oriundo de Oklahoma, un poco desgarbado en su apariencia, a pesar de tener una educación corriente, Ed tenía la habilidad de tratar con temas realmente dificultosos y complejos, exponiéndolos en lenguaje entendible, ya se tratara de las funciones de la Ley Mosaica o de un estudio científico sobre genética. Pero para mí lo más importante era su falta de pretensiones. Aparte de su preferencia por las corbatas de colores llamativos, su perfil era básicamente el de una persona sencilla en su apariencia, en el habla y en su conducta. El era siempre el mismo independientemente del trabajo que le fuera asignado. Una experiencia que daba cuenta de su personalidad estuvo en un comentario que me hizo en relación con un examen al final de semestre. Habíamos estudiado en clase varias cartas de Pablo y teníamos un examen de ello cada semana. Entre las preguntas solía haber algunas relacionadas con la posible fecha y el lugar de la escritura de las mismas. No fue difícil recordar esos datos para cada una de las cartas en su momento. Sin embargo, en el examen semestral en el que entraban las trece cartas de Pablo, percibía gran 18 En aquella clase se encontraba también Lloyd Barry que, siendo miembro del Cuerpo Gobernante, se expresó en esos términos en más de una ocasión. Dudo que haya alguien entre los estudiante que jamás haya puesto en cuestión el conocimiento y el profundo amor de Ed hacia las Escrituras. K. Spanish chap 11 PM-OP 327 1/12/10, 1:25 PM328 CRISIS DE CONCIENCIA dificultad para recordar todas aquellas fechas y lugares. El orden cronológico de su escritura no tenía nada que ver con el orden canónico de las cartas. Trabajé a conciencia en ello y logré encontrar un sistema para recordar todos esos datos. Llegó el examen, al que se concedió un tiempo de dos horas. Yo terminé un poco antes y, al salir, me encontré con Ed que entraba entonces. El me preguntó ¿Qué tal le ha ido? Yo contesté: “No estuvo mal, pero nunca le voy a perdonar”. Me preguntó qué quería decir con aquello. Le dije: “Me ha costado muchísimo trabajo desarrollar un sistema para recordar todas y cada una de las fechas y los lugares de la escritura de esas cartas y en este examen no ha hecho ni una sola pregunta al respecto”. Tomando mi observación con más seriedad me dijo: “¿Sabe por qué no hago ese tipo de preguntas en los exámenes semestrales?, porque yo mismo soy incapaz de retener esos datos en mi cabeza”. Eran cuatro los instructores de la escuela: Ulysses Glass, Bill Wilkinson, Fred Rusk y Ed Dunlap. Creo que es justo decir que, de los cuatro, únicamente Ed habría dado tal respuesta. Era algo que le caracterizaba, su personalidad nada pretenciosa. Siempre había mostrado su completa dedicación a la organización. Su registro de tiempo completo era tan dilatado como el mío. Otra circunstancia que habla de su personalidad tiene que ver con una enfermedad que desarrolló a finales de los 1960s. Conocida comúnmente como tic douloreux (expresión francesa para “espasmo doloroso”), su nombre en medicina es neuralgia trigémina, que consiste en la inflamación de un nervio grande de la cara que se ramifica en tres y que produce uno de los dolores más agudos que se conocen en los humanos. El dolor punzante y cegador puede ser provocado por cualquier cosa, una brisa suave, un contacto, todo aquello que excite ese nervio y, a medida que la enfermedad empeora, quien la padece tiene mucha dificultad en llevar a cabo cosas ordinarias tales como peinarse, limpiarse los dientes o comer, sin correr el riesgo de sufrir un ataque. Algunos de los que han padecido de esa manera han llegado al suicidio. Ed padeció la enfermedad durante siete años, alternando temporadas de alivio con otras de empeoramiento. Durante ese tiempo el presidente Nathan Knorr, por alguna razón (posiblemente debido a comentarios de otros), llegó a hacerse la idea de que se trataba de una cuestión del estado de ánimo de Ed, sin que hubiera una causa estrictamente física. Un día habló con Ed, preguntándole respecto a su vida matrimonial y otros asuntos relacionándolos con su enfermedad. Ed K. Spanish chap 11 PM-OP 328 1/12/10, 1:25 PM Punto de decisión 329 le aseguró que nada de eso tenía que ver con el problema, que podía estar disfrutando perfectamente de unas vacaciones y presentarse los ataques sin aviso previo. El presidente, sin embargo, no dio crédito a la explicación de Ed y le comunicó que había tomado la decisión de enviarlo a fábrica por un tiempo para que hiciera más ejercicio. Iría a trabajar al departamento de encuadernación. Ed estaba entonces en sus sesenta, había tomado fuerte medicación prescrita por los médicos de las oficinas centrales para controlar los fuertes ataques y había estado en cama durante días e incluso durante una semana a causa de la enfermedad. Y ahora se le enviaba al departamento de encuadernación en donde fue asignado a mantener alimentada la máquina de una cadena de encuadernación. Lo hizo durante meses y se esmeró en llevar a cabo de la mejor manera esta asignación “teocrática”. Pero, según me dijo de manera confidencial, ello le hizo ver por vez primera el control absoluto que la organización ejercía sobre su vida. Sus intentos por dar una explicación fueron ignorados y, contrario al buen sentido, fue colocado en el lugar menos indicado para una persona con aquella dolencia. Unos años más tarde, cuando estaba al borde de perder toda esperanza, supo de un neurocirujano en Pittsburgo que creía haber descubierto la causa de esa vieja enfermedad y había perfeccionado un método de microcirugía para ponerle remedio. Ed se sometió a la operación (que conllevaba la extirpación de parte del cráneo y actuar sobre la arteria principal del cerebro que corre paralela al nervio inflamado). Eso fue lo que le curó. No esperaba disculpa alguna de parte de la organización por el serio error de juicio en el que había incurrido tanto en la consideración como en el manejo del angustioso problema que le había aquejado. Por supuesto que no la hubo. Debido a que nuestros puestos de trabajo estuvieron cerca el uno del otro a partir del proyecto Ayuda, conversamos con regularidad, compartiendo puntos interesantes que encontrábamos en el curso de la investigación. El Comité de Redacción del Cuerpo Gobernante nos asignó a trabajar juntos en una serie de proyectos como el Comentario a la carta de Santiago. No siempre estábamos totalmente de acuerdo, pero eso no afectó a nuestra amistad mutuo respeto. Traigo esto a colación debido a que Edwuard Dunlap era una de las pocas personas que tenía conocimiento del alcance de mis preocupaciones con respecto a la organización y, muy en especial, por lo que veía dentro del Cuerpo Edward Dunlap K. Spanish chap 11 PM-OP 329 1/12/10, 1:25 PM330 CRISIS DE CONCIENCIA Gobernante. El compartía aquellas preocupaciones. Al igual que me pasaba a mí, su preocupación se debía a que no podía armonizar lo que veía, escuchaba y leía, con el contenido de las Escrituras. Aunque estaba asociado con la organización desde principios de los años 1930s, durante la mayor parte de ese tiempo Dunlap no se había considerado parte de los “ungidos”. Sobre este asunto mantuve una conversación con él a finales de los 1970s en la que me contó que cuando empezó su asociación allá por los 1930s la Watch Tower enseñaba que había dos clases que heredarían la vida celestial: los “elegidos” (formados por los 144.000) y la “gran compañía” (o la “gran muchedumbre” del capitulo siete de Revelación). Se decía que la “gran compañía” eran cristianos de una fe menor que la de los elegidos y de ahí que, aunque estaban también destinados a la vida celestial, los de la “gran compañía” no formarían parte de quienes iban a gobernar como reyes y sacerdotes con Cristo. Puesto que de aquellas dos clases una era superior a la otra, Ed típicamente asumió que debía estar en la de categoría inferior, la “gran compañía”. Llegó 1935 y el Juez Rutherford anunció en la asamblea de Washington D.C. que, según la “verdad revelada”, de acuerdo con las Escrituras, los de la “gran compañía” no irían al cielo, sino que se quedarían a vivir en la tierra. Como decía Ed, siempre había tenido la esperanza de vivir en el cielo, sentía que no había cosa más hermosa que servir en la presencia de Dios y en la compañía de su Hijo. Pero, con el cambio en el punto de vista de la organización, hubo de amortiguar sus anhelos y aceptar la que entonces se le decía era su esperanza como parte de la “gran compañía”. No fue, sino hasta 1979, cuando Ed llegó a la conclusión de que ninguna organización humana podía cambiar la invitación que se encuentra en las Escrituras, así como fijar una fecha para efectuar un cambio en la esperanza que, en la Escritura, está abierta a toda persona, sea ésta quien sea, llámese Tom, Dick, Harry o Ed. De modo que, cuarenta y cuatro años después de 1935, comenzó a participar de los emblemas, del pan y del vino, en la Cena del Señor, algo que, entre los Testigos de Jehová, sólo está permitido hacer a los “ungidos”. Cuando un Testigo o cualquier otra persona pregunta “cómo puede saber si él o ella pertenece a la clase de los ‘ungidos’ con esperanza celestial”, la respuesta remite al capítulo 8 de Romanos, versículos 16, 17, donde leemos: El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos, por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente. K. Spanish chap 11 PM-OP 330 1/12/10, 1:25 PM Punto de decisión 331 La enseñanza oficial ha sido, y sigue siendo, que únicamente los 144.000 de la clase de los “ungidos” puede tener ese ‘testimonio del espíritu’, que les estaría diciendo que ellos forman parte del grupo selecto de los 144.000, los únicos con esperanza celestial. Todos los demás únicamente pueden ser clasificados como hijos de Dios en “perspectiva” y su esperanza ha de ser la vida en la tierra. Para Ed era evidente que en la lectura del contexto, desde el mismo comienzo del capítulo, se pone de manifiesto que el apóstol Pablo habla efectivamente de dos clases. Pero esas dos clases no aparecen divididas en razón de su esperanza, ya sea celestial o terrenal. Claramente esas dos clases eran: De una parte los que son guiados por el espíritu de Dios, y de otra los que se dejan llevar por la carne pecaminosa. El apóstol no establecía la diferencia entre una esperanza de vida en el cielo y otra en la tierra, sino entre la vida y la muerte mismas, entre la amistad con Dios o su enemistad. Los versículos 6 a 9 dicen: Porque el tener la mente puesta en la carne significa muerte, pero el tener la mente puesta en el espíritu significa vida y paz; porque el tener la mente en la carne significa enemistad con Dios, porque ésta no está sujeta a la voluntad de Dios, ni, de hecho, lo puede estar. Por eso los que están en armonía con la carne no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no están en armonía con la carne, sino con el espíritu, si es que el espíritu de Dios verdaderamente mora en ustedes. Pero si alguien no tiene el espíritu de Cristo, este no le pertenece. En la exposición de Pablo no aparece la cuestión de vida celestial o vida terrenal, sino sencillamente si es el espíritu de Dios el que domina en la vida de uno o si se está viviendo bajo las exigencias de la carne pecaminosa. Pablo dejó bien claro que era una cosa o la otra: en el caso de que uno tuviera el espíritu de Dios, éste daría sus frutos, o si se estaba en enemistad con Dios, no pertenecía a Cristo. Sin ese espíritu no habría “vida y paz”, sino únicamente la muerte. Si la persona tenía el espíritu de Dios, entonces era un hijo de Dios, tal como Pablo lo declara en el versículo 14: Porque todos los que son conducidos por el espíritu de Dios, estos son los hijos de Dios.19 19 Compare con un uso similar que hace el apóstol de la expresión“conducidos por el espíritu” en Gálatas 5:18, estableciendo el mismo contraste entre la carne pecaminosa y el espíritu de Dios y en donde se dice que los que son “conducidos por espíritu no están bajo ley”. Si aceptamos que esto aplica solamente a un grupo selecto y no a todos los cristianos por igual, estamos admitiendo que aquellos a los que no les aplica están aún bajo la ley y la condenación d
Posted on: Tue, 09 Jul 2013 23:07:18 +0000

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