Qué onda! Quería compartirles un cuento que escribí. Espero - TopicsExpress



          

Qué onda! Quería compartirles un cuento que escribí. Espero estén bien. Saludos! Helena Me gustaba Helena porque parecía una muñeca. Sus ojos, su mandíbula, sus hombros delgados, todo en ella estaba dispuesto como en una cuidadosa manufactura. Pero la verdad, yo adoraba su vagina, su vagina estrecha e irritante y su boca de acrílico que me lloraba suplicando “Libérame Alvaro, libérame Álvaro y arráncame este gusano que roe mi cabeza, yo siento cómo muerde aquí en mi cabeza.” Entonces yo la tomaba del pecho y le hacía el amor hasta que amaneciera, hasta que lentamente perdiera el brillo en los ojos y se le gastara la vida. Naturalmente, como suele ocurrir en estos casos, al cabo de los años tuvimos tres hermosos hijos. Ellos me recordaban a su madre, tenían esa mirada intensa que le hacían olvidar su enfermedad degenerativa, que hacían de sus noches de insomnio y dolores de cabeza, un infierno menos insoportable y angustioso. Sin embargo, una mañana al regresar del trabajo, Helena se encontró en su camastro bronceándose. -¿Y los niños?- le pregunté preocupado del silencio inusual que hacía en el interior de la casa. -Están en la escuela-me respondió con una sonrisa que me pareció cariñosa. -Helena-le tomé con fuerza de la mano- Eso no es posible, hoy es domingo. De golpe, comencé a buscarlos, sin saber por qué me dirigí a la piscina, una alarmante corazonada me decía que allí estaban. Y en efecto, sus cuerpos flotaban inertes en medio de las hojas amarillas, con sus cabellos largos cubriéndoles sus preciosas caras. Desde luego, me abalancé llorando, incrédulo de lo que veía, gritándole a Dios que no fuera verdad, que me los devolviera. Aún no sé con qué fuerzas salí de la piscina. Suavemente fui acomodando a los niños uno por uno en el suelo. Una rabia tremenda me embargaba. Helena se acercó y me abrazó amorosamente del cuello. Sus ojos tenían esa expresión de infinita ternura. Por qué lloras me dijo, ¿No se ven preciosos? Pongámoslos en la mesa y vistámoslos de muñecas, se verán aún más hermosos. Entonces yo la abracé y sin que se diera cuenta saqué el arma y le disparé en el vientre. Ella me miró a los ojos y yo puse mi cara en su pecho. En aquel momento pude escuchar como su corazón dejaba de latir, cómo lentamente se le acababa la pila.
Posted on: Tue, 18 Jun 2013 23:04:54 +0000

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