Qué oscura luz la de ese tiempo desde el cual brota el oro de tu - TopicsExpress



          

Qué oscura luz la de ese tiempo desde el cual brota el oro de tu voz como una candorosa lámpara de aceite que alumbrara el hogar de los más pobres, qué oscuros tiempos sin amor a través de los cuales te vemos persistir con la mansa claridad de los orígenes del mundo. Oh, Salvador Allende, cómo sacude el corazón de los hombres recordar el martirio que te reservaban las oscuras potencias de la barbarie y escuchar una vez más, entre tanta muerte, esas firmes palabras que nos dejaste para señalar el único rumbo que es preciso seguir mientras vivimos. No fue tu pueblo quien te traicionó, no, no fue tu pueblo el que armó la farsa destinada a arrebatarte el control del barco. No fue ese pueblo que creyó en ti y continuó titulándote vencedor en las urnas quien desde el Parlamento te cercenó las leyes o desde la Justicia impidió sus designios, no fue tu pueblo el sindicalismo adiestrado como perro de presa en las factorías del capital quien levantó a los obreros del cobre contra la misma mano que los hizo crecer ni el doctor que en las facultades teologales inoculó el facismo en los estudiantes para que salieran desde sus aulas inmaculadas a repartir palos contra los indigentes. Fue lo que ha sido siempre, mi presidente, la oscura Bestia del norte fogoneando con su poder de plomo sobre sus intereses en Latinoamérica, la inmensa hipocresía de custodiar un orden infame bajo el manto de libertad y justicia con que emboza su rostro carnicero. Fue el privilegio de los ricos, la estola farisaica de las misas en las que se habla mucho sobre la verdad pero jamás se dicen las verdades, fue el bestial apart-heid que los siglos depositaron sobre la conciencia hasta forjar la carne del hombre viejo en la que todo se mueve por el odio. Sí, demasiada carga, demasiada, y sin embargo nada que no pudieras vencer si no te hubieran traicionado los generales de tu ejército para dejar de ser los defensores del pueblo y convertirse en sus verdugos. Cómo duele ese feroz bombardeo sobre los muros del Palacio, mi presidente, cómo duele ese salvajismo que no reconoce límites y está orgulloso de su infamia y que en el blanco y negro de la pantalla apenas da una idea del horror, no, no tienen perdón del cielo si es que existe, no tienen perdón en ningún código salvo en el de los jueces de este mundo. Pero ya sembraste la semilla del hombre nuevo, ya ha comenzado a florecer la planta que germinó durante tantos años, una conciencia nueva ha surgido desde la más negra de las tinieblas, todo el amor que se cuece en la sangre va a modelar el íntimo paisaje en el que los grandes hombres como tú encontrarán la luz del Paraíso. que echaste a rodar al viento con tu mano.
Posted on: Mon, 07 Oct 2013 23:55:09 +0000

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