RECIREIS REVELACION : !!! Si, Dios es en Dios vivo y nos Ama - TopicsExpress



          

RECIREIS REVELACION : !!! Si, Dios es en Dios vivo y nos Ama !!! S Bruce R. McConkie RECIBIRÁS REVELACIÓN. Hablaré de uno de los más grandiosos dones jamás -recibidos por el hombre mortal. Es una sobresaliente investidura espiritual, que en su misma esencia aparta a los Santos de los Últimos Días del resto del mundo, y los hace una gente peculiar. Es un don que el Señor siempre da a su pueblo, que identifica a éste como el escogido de Dios, y sin el cual nada que sea de naturaleza religiosa puede tener un valor especial ni permanente. Os hablaré de la revelación, de los cielos que se abren, de la revelación que reciben los profetas y apóstoles para guía de la Iglesia y el mundo, y también de la que reciben los santos en general, para su propia guía y la de su familia. He buscado diligentemente la guía del Espíritu Santo al preparar estas palabras, y ahora ruego, sincera y devotamente, que podáis abrir vuestro corazón al oírlas, que vuestro pecho arda con fuego viviente, y que podáis saber por el poder del Espíritu Santo que la doctrina y el testimonio son verdaderos. ¿Cómo puede un Dios lleno de gracia tener comunión con sus hijos? ¿Cómo podemos los seres terrenales, cuyas experiencias están limitadas por tiempo, espacio y la fragilidad de la carne, comprender aquello que es infinito y eterno? ¿De qué forma pueden los ojos mortales ver a través del velo, y los oídos terrenales oír las voces eternas? Es una extraña experiencia para los profetas hablar del futuro, como si estuviera ocurriendo delante de sus ojos. Es asombroso para los ojos limitados del mortal, poder atravesar la niebla y oscuridad de nuestro planeta y ver más allá de las puertas celestiales. Es maravilloso, casi increíble, que simples mortales puedan llegar a comprenderlo a Él que es eterno; puedan tener la certeza de cosas pasadas, presentes y futuras, y la seguridad absoluta de una herencia eterna con seres inmortales que moran en gloria sempiterna. Pero nos asombre o no, así es. El Eterno ha provisto el camino. Nuestro amoroso Padre ha ordenado las leyes por cuya obediencia podremos aprender Sus caminos y saber Su voluntad. Aquellos que creen en Cristo, tal como lo revelan los apóstoles y profetas de su época; aquellos que abandonan el mundo y se arrepienten de sus pecados; aquellos que hacen convenio con el Señor en las aguas bautismales de amarlo y servirlo todos los días de su vida, son los que reciben el don del Espíritu Santo. Este don es el derecho a la inspiración constante de ese miembro de la Trinidad, y se basa en la fidelidad. Es el derecho a recibir revelación del Espíritu Santo. "Ningún hombre puede recibir el Espíritu Santo sin recibir revelaciones", dijo el profeta. "El Espíritu Santo es un revelador." (Enseñanzas del profeta José Smith, Pág. 405). Recibimos revelación en muchas formas, pero siempre se manifiesta por el poder del Espíritu Santo. La promesa de Jesús a sus apóstoles fue: "Mas el consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas..." (Juan 14:26). Las escrituras de nuestros días dicen: "...el consolador sabe todas las cosas y da testimonio del Padre y del Hijo" (D. y C. 42:17). También nos prometen: "Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas." (Moroni 10:5). Cuando los hombres son movidos por el poder del Espíritu, el Señor puede revelarles sus verdades en cualquier forma que El escoja. El Padre y el Hijo abrieron los cielos y visitaron a José Smith en la primavera de 1820, para introducir la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Entonces él recibió de estos dos gloriosos Personajes, la promesa de que si permanecía fiel y firme, sería un instrumento en Sus manos para restaurar la plenitud del evangelio sempiterno. El Señor Jehová, el Dios de nuestros antepasados, el Dios de Abraham, Isaac, y Jacob, el mismo Señor Omnipotente que nació de María en Belén de Judea, apareció en gloria a José Smith y Oliver Cowdery, el 3 de abril de 1836, en el Templo de Kirtland. "Sus ojos eran como una llama de fuego; el cabello de su cabeza era blanco como la nieve pura, su semblante brillaba más que el resplandor del sol, y su voz era como el sonido de muchas aguas aun la voz de Jehová que decía: Soy el principio y el fin; soy el que vive, el que fue muerto; soy vuestro abogado con el Padre: ...y me manifestaré a mi pueblo en misericordia... Sí, me revelaré a mis siervos y les hablaré con mi propia voz, si mi pueblo guarda mis mandamientos..." (D. y C. 110:3-4, 7-8). Miguel, Gabriel, Rafael, y otros ángeles vinieron, "declarando todos su dispensación, sus derechos, sus llaves, sus honores, su majestad y gloria, y el poder de su Sacerdocio" (D. y C. 128:21). Moisés vino a traer las llaves del recogimiento de Israel; Elias vino a restaurar "el evangelio de Abraham", y prometer una vez más al hombre mortal que en él y en su simiente todas las generaciones serían bendecidas; y Elias el Profeta vino a conferir el poder sellador a fin de que los administradores legales del reino tuvieran nuevamente poder de sellar en la tierra y, mediante este acto, el sellamiento fuera reconocido en los cielos por toda la eternidad. (D. y C. 128:20-21). Pedro, Santiago y Juan restauraron las llaves del reino de Dios, y trajeron una vez más el cometido apostólico de predicar el evangelio en todas las naciones y a toda criatura. Moroni vino a traer el Libro de Mormón; y Juan el Bautista restauró el Sacerdocio Aarónico, con todas sus llaves y poderes. (D. y C. 128:20-21). El 16 de febrero de 1832, en Hiram, Estado de Ohio, José Smith y Sydney Rigdon contemplaron en una visión los reinos de gloria del mundo eterno, y hubo sobre ellos una efusión de gracia y verdad, que raramente ha recibido otro hombre mortal. (D. y C. 76). La voz de Dios se ha dejado oír una y otra vez en nuestros días, tanto hablando audiblemente en nuestros propios idiomas, como hablando por medio del Espíritu directamente a la mente de los hombres. Sería imposible enumerar las veces en que los miembros fieles de la Iglesia, enfrentados con problemas aparentemente insolubles con los cuales han luchado denodadamente, han logrado la solución apropiada y han recibido una confirmación espiritual que afirmaba y apoyaba sus decisiones. No podemos hablar de revelación sin dar testimonio de la extraordinaria y maravillosa efusión de conocimiento divino que recibió el presidente Spencer W. Kimball, estableciendo que el Sacerdocio, y todas las bendiciones y obligaciones del evangelio, deben ofrecerse ahora a personas de toda nacionalidad, raza y color. Ciertamente, el Espíritu Santo es un revelador. El nos habla y su voz es la voz del Señor. Es el ministro de Cristo, su agente, su representante. El nos dice lo que el Señor nos diría si estuviera presente. Hablando a todos aquellos que sean ordenados a su Sacerdocio, el Señor dice: "Y lo que hablaren cuando fueren inspirados por el Espíritu Santo, será escritura, será la voluntad del Señor, será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios para la salvación." (D. y C. 68:4). Ciertamente, éste es el día prometido, en que "todo hombre hable en nombre de Dios el Señor, aun el Salvador del mundo" (D.yC. 1:20). Si todos los Santos de los últimos Días vivieran como deberíamos, el ruego de Moisés sería realidad: "Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos." (Números 11:29). Este es el día prometido, cuando Dios nos "dará conocimiento por medio de su Santo Espíritu", cuando "por el inefable don del Espíritu Santo" obtendremos "conocimiento que no se ha revelado desde el principio del mundo hasta ahora" (D.yC. 121:26). Este es el día del cual dijo José Smith: "Dios no ha revelado nada a José que no hará saber a los Doce, y aun al menor de los santos podrá saber todas las cosas tan pronto como pueda soportarlas..." (Enseñanzas del profeta José Smith, Pág. 177). Esperamos con ansias el glorioso día del Milenio, en que "no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová..." (Jeremías 31:34). Mas aun ahora no veremos el fin de las revelaciones que podemos recibir. "Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios." (Artículo de Fe N° 9). A los profetas, videntes y reveladores, les manifestará su voluntad concerniente a la Iglesia y al mundo. A los oficiales que dirigen las estacas, los barrios y los quórumes, les revelará lo necesario para esas organizaciones. A los padres y los hijos, les revelará "grandes tesoros de conocimiento, aun tesoros escondidos" (D. y C. 89:19), para guiarlos en su camino hacia la perfección. Es su voluntad que obtengamos un testimonio, que procuremos la revelación, que anhelemos el don de profecía y otros dones espirituales, y que busquemos al Señor. El Señor quiere que todos sus hijos obtengan luz, verdad y conocimiento de lo alto. Es Su voluntad que tratemos de penetrar el velo, abrir los cielos y tener visiones de la eternidad. De su propia boca ha salido esta promesa: "Acontecerá que toda alma que desechare sus pecados y viniere a mí, e invocare mi nombre, obedeciere mi voz y guardare mis mandamientos, verá mi faz, y sabrá que yo soy." (D. yC. 93:1). Esta es la promesa que Él nos hace aquí, mientras todavía vivimos como mortales en este mundo de pesar y pecado. Tenemos el privilegio -un privilegio de todos los poseedores del Santo Sacerdocio- de que si somos despojados de celo y temores nos humillamos ante Él, como Él lo ha dicho, el velo se partirá y lo veremos y sabremos quién es Él. (D. y C. 67:10). A los seres carnales, y aun a algunos de nosotros cuyas almas no están en comunión con el Infinito, estas promesas podrán parecer como una jerga desconocida; pero aquellos cuyas almas están iluminadas por la luz celestial, serán como una zarza que arde sin consumirse. Como lo expresó Pablo, nuestro compañero Apóstol, y testigo del mismo Señor cuyos siervos somos: "...nadie conoció las cosas de Dios, sino el que tiene el Espíritu de Dios." (Versión inspirada de la Biblia, 1 Corintios 2:11). Ahora, quisiera daros mi solemne testimonio, nacido del Espíritu, de que esta doctrina es verdadera; y que el Señor Dios está derramando justicia sobre su pueblo; y que continuará haciéndolo hasta que llegue el día perfecto en que sepamos todas las cosas, y seamos como es Él. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Posted on: Thu, 12 Sep 2013 11:47:24 +0000

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