REFLEXIONES PRE ELECTORALES (II) Alfonso J. Palacios - TopicsExpress



          

REFLEXIONES PRE ELECTORALES (II) Alfonso J. Palacios Echeverría. Otro elemento de extraordinaria importancia al momento de considerar el voto que cada ciudadano emitirá en su momento, es la consideración de la naturaleza, el comportamiento y la seriedad de los partidos políticos. Y en las actuales circunstancias nacionales la “pobreza” ideológica de los que entrarán a las lides electorales es digna de lástima. Guillermo Carvajal Alvarado señala en un artículo publicado este mismo año que la democracia electoral costarricense ha mostrado un profundo agotamiento desde finales de la década de 1990. Muchas son las posibles explicaciones a esta pérdida de empuje de la vida ciudadana, pero una de ellas está ligada al agotamiento de los partidos políticos tradicionales y al agotamiento de la alternancia en el poder de los dos partidos más fuertes el Partido Liberación Nacional (PLN) y la oposición al PLN que se constituía en alianzas electorales para impedir el continuismo del PLN. La herencia de la resolución del conflicto de 1948 trajo un fortalecimiento de los cuadros políticos en el antiguo partido Socialdemócrata que luego pasó a ser Partido Liberación Nacional. La oposición al PLN, perdedora del conflicto fue cómplice de la aplicación de un artículo en la constitución que impedía a los comunistas su participación en el poder, y por eso los viejos comunistas se alinearon siempre al viejo calderonismo y pudieron ayudar a algunos triunfos de la oposición a Liberación Nacional. El modelo político se agotó cuando el partido Liberación Nacional fue perdiendo progresivamente la generación original que fundó el partido y cuando debió de darse el salto a una nueva generación, Oscar Arias inaugura esta tendencia después del gobierno de los dos últimos líderes políticos del PLN a saber Rodrigo Carazo Odio y Luis Alberto Monge Alvarez. Y en el caso de Rodrigo Carazo su liderazgo fue capaz de hacerlo romper con el PLN y ganarle desde la oposición la elección de 1978. Fue con Arias que el neoliberalismo en su peor versión se introdujo en el país, con planes de largo alcance, corrompiendo todo lo que tocaba. Se puso en venta al país y la “coima” de gran escala para las autoridades que aprobaban contratos, concesiones y privatizaciones empezó a ser moneda de curso legal. Los presidentes después de 1990, continúa señalando Carvajal, heredaron el poder de sus padres, en unos casos, y en otros lo respaldaron en sus nuevas fortunas pero carecían de liderazgo político. Si algo caracteriza las últimas elecciones y los últimos presidentes es la carencia de liderazgo. Y esta carencia de liderazgo se ve entonces acompañada con el otorgamiento de prebendas y regalías para quienes acompañan al candidato en su campaña. A través de los años y como consecuencia de la penetración del capitalismo neoliberal a nivel planetario y consecuentemente a nivel nacional, se fueron perdiendo los referentes ideológico-políticos que antes signaban estas agrupaciones, para convertirlas en maquinarias electorales que obedecen a los dictados de los grandes capitales, nacionales o extranjeros. Si antes la disputa política era “izquierda vs derecha”, ahora ésta había sido desplazada por “ideología vs pragmatismo”, y luego la desaparición en la práctica de un fundamento ideológico político, para quedarse solamente en las posturas pragmáticas, según las entienden las cúpulas de los partidos. Lo que ha venido sucediendo es una especie de desideologización de lo político. Pero más allá de la segunda dicotomía, es necesario indicar que existe un factor que no ha sido tomado en cuenta para analizar la crisis de los partidos políticos. Esta es la “ideología sin partidos”. La construcción de la visión de país, de la sociedad y los individuos no dependen de los partidos políticos, sino de las industrias culturales: cine, televisión, periódicos, redes sociales, entre otros. La hegemonía de la ideología neoliberal, por ejemplo, no se encuentra capturada por un partido de la derecha, éste es trascendido por el proceso económico y cultural de la globalización. La ideología (su ausencia) sin partidos es uno de los factores que posibilitó el escenario para el surgimiento de los partidos independientes y, a la vez, el descrédito a los partidos tradicionales (izquierda – derecha). Por lo tanto, es un factor que debe ser tomado en cuenta en el diagnóstico sobre la crisis de los partidos políticos. La mayoría de la gente no cree en la militancia política, los partidos políticos y las ideologías. Sólo quieren que los políticos le solucionen sus problemas concretos, más obra y menos palabras. Lo anti político ha pasado su factura durante las dos últimas décadas en Costa Rica por medio de la “ideología sin partidos” que se manifiesta por diversos medios, actores sociales y espacios, y que irónicamente incluye el espacio político. La desconfianza creciente hacia los partidos políticos y la política en general, por parte de la ciudadanía, es provocada en la gran mayoría de los casos por el sentimiento de no representación y en gran medida por la frustración de las expectativas creadas por las reformas económicas y el abandono progresivo de los objetivos sociales y de desarrollo para las clases menos favorecidas de la población. La desconfianza en el sistema de partidos, se acrecentó por la sucesiva acusación en contra de los ex presidentes, de representantes políticos, de diputados y hasta jueces supremos envueltos en casos delictivos de diversa índole. Posteriormente, en el acrecentamiento evidente de los niveles de corrupción de gobernantes y representantes populares de partidos políticos en la Asamblea Legislativa. El precio de esta desconfianza hacia los partidos hace que disminuya también la capacidad de los ciudadanos para juzgar la gestión de un gobierno castigando o apoyando al partido de gobierno en elecciones de otro orden o en las siguientes elecciones presidenciales. Otro autor, Ludolfo Paramio Rodrigo, señala que el alto nivel de desconfianza hacia los partidos, y la crisis de los partidos tradicionales en muchos países, apuntan a lo que podemos definir como una crisis de representación. Los ciudadanos no se sienten representados por los partidos por distintas razones. La más llamativa, en gran parte de América Latina, es probablemente la frustración de las expectativas creadas por las reformas económicas de la primera mitad de los años noventa. Las llamadas reformas estructurales fueron presentadas como puerta de entrada a un crecimiento económico estable y duradero, que permitiría resolver los tradicionales problemas de pobreza y desigualdad que no habían encontrado solución con el anterior modelo económico. Una vez que éste había entrado en una grave crisis durante la década de la deuda, con mayor o menor resistencia la mayor parte de la sociedad aceptó entrar en el nuevo juego. Veinte años después la situación general es peor que la anterior, el modelo ha fracasado rotundamente ante los ojos de los ciudadanos, aunque los empresarios y los representantes de los grandes empresarios, únicos beneficiados, continúan su coro de alabanzas. Con muy pocas excepciones, los partidos que habían representado los intereses sociales bajo el modelo anterior se adaptaron al nuevo. Eso significó a menudo aceptar —incluso exagerar con la lógica de los conversos— el discurso del consenso de Washington que justificaba las reformas estructurales. Este cambio ‘ideológico’ significó probablemente una dura prueba para los seguidores de estos partidos, pero es posible que a falta de alternativas gran parte de ellos mantuvieran su lealtad. Estas son consideraciones que debemos tener en cuenta al momento de reflexionar sobre a quién y qué partido político daremos nuestro voto en las próximas elecciones. No podemos volver atrás siguiendo caudillismos criollos, tan alicaídos, ni mensajes altamente tecnificados por los especialistas de la comunicación política, que desconocen de medio a medio de filosofía política, sino que son los mercaderes de la imagen, la mayoría de las veces sin sustancia. Un ejemplo de ello es cómo los ciudadanos se creyeron aquello de “firme y honesta”, y la realidad tres y medio años después, resultó absolutamente contrario. La impresión que posee la mayoría de los ciudadanos en este país indica que consideran a los partidos políticos como corruptos (y no les falta razón, dados los escándalos que todos conocemos), y vale la pena señalar que la corrupción es un fenómeno derivado de la acción política que tiene una causalidad económica y que tiene una serie de repercusiones sociales y políticas perversas. No debe ser confundida con procesos de apropiación de los bienes estatales que ocurren en estados autoritarios y despóticos. En este sentido, la corrupción es un fenómeno que -contrario a lo que se percibe desde el sentido común- solo puede ocurrir donde exista un Estado Democrático. Es inherente a quienes detentan esos Estados, la capacidad de apropiación de los bienes y recursos públicos, sus usos y abusos, como si fueran propios de los gobernantes. En este contexto que solo en sociedades democráticas es posible identificar la corrupción y definirla como tal: como un proceso de expropiación y enajenamiento de los bienes y recursos colectivos por quienes gobiernan o actúan en el Estado, en combinación con los intereses corporativos o económicos del sector privado. Y esto es lo que percibe la ciudadanía, pues cuando un partido asume el poder, por lo general, y así ha sido en los últimos treinta años, se desata una serie de actos corruptos, delictivos o cuasi delictivos, que llegan a los medios de comunicación y en algunos casos hasta los estrados judiciales, aunque la experiencia también nos ha demostrado que los tentáculos de esta perversidad ha contaminado de alguna forma, más o menos evidente, al Poder Judicial. Las causas de la corrupción, señala José Carlos Chinchilla, estarían vinculadas, en principio, al interés de la acumulación de riqueza por el corruptor y el corrupto -no obstante en sociedades capitalistas estos factores de interés están presentes siempre y no por ello se da la corrupción. Es el distanciamiento que tiene la ciudadanía del ejercicio del poder; que se expresa entre otros en el desconocimiento que las y los ciudadanos tienen de la gestión pública lo que crea un vacío, un espacio, un clima en el cual es factible el desarrollo de la corrupción. Una sociedad en la cual es factible el desarrollo de la corrupción, es una sociedad donde ha habido una serie de procesos que van cada día más excluyendo la ciudadanía del ejercicio político de la participación. Entre más exclusión de la gestión y/o su conocimiento, mayor propensión a la corrupción. Las víctimas directas de la corrupción son el ciudadano y la ciudadana; ya que para hacer de la política un proceso de beneficio hacia los políticos, se requiere exclusión política. Es así como estos son incluidos en lo electoral, pero excluidos de gobernar. “La exclusión de la ciudadanía –siguiendo a J. C. Chinchilla-es un requisito para la gestión corrupta y en este sentido la primera gran víctima de la corrupción es la ciudadanía y sus derechos políticos. Una segunda víctima de la corrupción lo es el Estado Democrático. Un estado colmado de actos de corrupción no solo es ineficiente y ineficaz; sino también altamente costoso y por tanto su capacidad de respuesta a las demandas que los distintos sectores que la sociedad plantean, disminuye notablemente. La tercera gran víctima de la corrupción somos cada uno de nosotros y nosotras que habitamos en Costa Rica. No obstante, los grados de afectación difieren según las características socioeconómicas y de exclusión o inclusión en que viven. Así hay gente que si es víctima directa de esta corrupción y les afecta grosera y fulminantemente sus oportunidades de calidad de vida: los y las más pobres económicamente”. La corrupción es perversa, porque lo que despojan e ingresan a sus cuentas es lo que estaba fundamentalmente dirigido a los sectores que más requieren. La corrupción tiene como víctima a los que ya han sido víctimas de este sistema, a quienes son los excluidos más excluidos, a quienes marcamos como pobres, porque no tenemos la capacidad como sociedad de brindarles oportunidades. La corrupción condena a miles de pequeños y pequeñas a que nunca tengan oportunidad a tener una vida digna. La corrupción por lo tanto, es una lacra detestable que debe ser enfrentada con fortaleza ciudadana e institucional. Estas son consideraciones que debemos tener muy presentes al momento de decidir nuestro voto en las próximas elecciones. Y el primer consejo que se puede dar es: investigue bien el comportamiento de los políticos de determinados partidos, como el Partido Liberación Nacional o la Unidad Social Cristiana, envueltos en escandalosos actos de corrupción, o minoritarios como los Libertarios (recientemente acusados de estafa por la Fiscalía General de la República) y los cristianos, que se venden al mejor postor sin mediar consideración ideológico-política alguna, sino solamente el mantenimiento de beneficios gremiales o personales. Lo que es peor: entorpecer el correcto curso de la evolución política y legal del país, asumiendo posturas medievales con relación de determinados temas. Y una vez tenga Usted un criterio propio, entonces decida según su conciencia.
Posted on: Wed, 07 Aug 2013 18:41:18 +0000

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