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Recién leí un post que reproduce el famoso encuentro del Principito y el zorro. Y leí otro en el que un gran amigo evocaba sus años adolescentes en el barrio de Florida. Ese barrio y El Principito me llevaron a mí también a evocar mi "examen de nivelación" para ingresar a la escuela secundaria. Ya no había ingreso, pero había que rendir una "prueba de nivelación". Se trataba de un examen larguísimo que evaluaba en las cuatro áreas básicas y en "nociones de Contabilidad", centralmente, en documentos comerciales. Me quedé pensando en varias cosas, que pienso siempre. La escuela "tradicional", que tanto se critica, que llena páginas de pedagogos, docentes, funcionarios... no eran tan mala como se cree. Después de todo, la comprensión de texto del examen de "Lengua Nacional" (así se llamaba la materia, nombre posterior al tradicional Castellano; cf., curiosamente, Por una soberanía idiomática) fue con un fragmento del celebérrimo libro de Saint Exupéry. La verdad es que mi escuela secundaria ni la menor noción tenía de "prácticas sociales del lenguaje", más bien la lengua era una especie de artefacto quieto, moroso, ultracorrectivo y sistemático (aunque unos años antes, ya, la vieja Rosseti, en los clásicos libros de la editorial en la que trabajo, hablara de "actos de habla", "argumentación", "tema y rema" y otras delicias de la renovación posterior). Todo se reducía a análisis "integral" (sintáctico, semántico y morfológico, en una especie de intervención sobre las oraciones que parecía no tener fin), verbos (recitar el paradigma y mostrar sus particularidades morfológicas), reglas de ortografía y mucha redacción, casi una redacción por semana, que volvía con marcas rojas señalando errores "de expresión y de ortografía", sobre modelos, la mayoría de las veces, literarios. ¡Yo aprendí a escribir haciendo eso! A fuerza de imitaciones y correcciones. Hoy en la escuela leemos de todo, es cierto, pero la densidad léxica que daban los cuentos de Mujica Láinez o Lugones, los poemas de Salinas, Lorca o León Felipe; la complejidad estructural de los clásicos españoles... nos daban elementos de los que uno se apropiaba y guardaba para siempre. He leído mucho, durante todos estos años, sobre los modos de abordar la enseñanza de la composición escrita, ninguno, sin embargo, recala en ese punto, que es receta de los viejos retóricos antiguos y medievales: la enseñanza por reproducción de modelos. Si alguna vez vuelvo al Secundario, lo voy a hacer. Memorizar filípicas o roberspierres, ciceroniadas o juliocésares de Shakespeare.
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 00:04:04 +0000

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