Reflexión Por supuesto, este relato da cuenta de una curación - TopicsExpress



          

Reflexión Por supuesto, este relato da cuenta de una curación prodigiosa que realizó Jesús con un impedido, que, por su enfermedad, estaba reducida a la dependencia total de quienes querían llevarlo o traerlo y ayudarle en todo. Una vez más, la bondad de Jesús libera a aquel hombre de sus penalidades y sufrimientos. Pero Jesús va indeciblemente más lejos, porque no solo le devuelve al hombre la salud perdida, sino que además de eso le da una dignidad de la que se veía privado. ¿Por qué? En la cultura de Israel, tan profundamente marcada por las creencias religiosas, se asociaba la enfermedad con el pecado. De forma que quien estaba enfermo, por eso mismo, era considerado como un pecador (él o su familia), es decir, como mala persona o mala gente. La enfermedad era un castigo divino. Así de cruel suele ser la religión (cf. Jn 9, 2; Mt 4, 23-25; 1 Co 11, 30). Por eso Jesús, sin esperar a que el enfermo se lo pidiera, ni que expresara arrepentimiento o confesión de sus pecados, lo perdona de todo, con escándalo de los letrados, que hasta llegan a pensar de Jesús que era un blasfemo. Jesús, por tanto, sana a la persona entera, le devuelve su salud y su dignidad. Este hecho nos lleva derechamente al problema del perdón de los pecados en la Iglesia. Es evidente que tal como el clero ejerce el poder de perdonar los pecados, ese poder se convierte en una forma de dominio sobre la privacidad y la intimidad del ser humano. Un poder que toca donde nada ni nadie puede tocar. Y bien sabemos el tormento que esto supone para muchas personas, lo que se traduce en el abandono masivo del sacramento de la penitencia. Es verdad que a mucha gente le sirve de alivio el poder desahogarse de problemas íntimos que son preocupantes. Como desahogo, eso es bueno; como obligación, que condiciona el perdón, es insufrible. Por eso es importante saber esto: lo que dice el Concilio de Trento (Ses. 14, cap. V) sobre la confesión de los pecados necesita dos aclaraciones: 1) No es verdad que el Señor instituyera la confesión íntegra de los pecados; eso no consta en ninguna parte. 2) Jesucristo no ordenó sacerdotes «como presidentes y jueces», ni siquiera «a modo de» presidentes y jueces. Por tato, en la Iglesia debe prevalecer la posibilidad de que cada cual le pida perdón a Dios y pacifique su conciencia como más le ayude. Quizá la forma más adecuada es la que ya estableció el papa Pablo VI mediante la penitencia comunitaria.
Posted on: Thu, 04 Jul 2013 10:59:09 +0000

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