Reflexión extraída de la homilía de Mons. Roberto Juan González Raeta correspondiente al XX Domingo durante el año - 18/08/2013: “No he venido a traer la paz, sino la división” (Lc. 12, 51) El Señor profundiza, con sus discípulos, la enseñanza sobre su misión y las experiencias que suponen seguirlo: lo hace por medio de una paradoja: “¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división”. Debemos vivir la coherencia de la fe en un contexto cultural no fácil ni favorable al seguimiento de Cristo; inmersos en “la cultura de lo provisorio, que nos golpea a todos, porque no nos hace bien, porque una elección definitiva hoy es más difícil (...). Somos víctimas de esta cultura de lo provisional” (Francisco en L‘Oss. Rom. Nº 28, 12. VII. 2013). Y a Cristo se lo sigue siempre y no en una temporada. Este ambiente cultural hace que sigamos a Jesús a estertores, lo hacemos cuando “lo sentimos” o en los momentos de serias dificultades, y con increíble facilidad anteponemos al Señor lo primero que nos gusta o despierta en nosotros un irrefrenable interés. Hermanos debemos entender que nada se debe anteponer a Cristo, esto es lo que el Señor nos quiere enseñar. Él no dice que no debemos amar a nuestra familia, sino que no debemos amarla por encima de Dios. Es necesario saber posponer las cosas mundanas a lo divino. La nuestra suele ser una crisis de seguimiento a Cristo; si éste es deficiente, nuestro cristianismo se deteriora. La respuesta a esta crisis es una mayor fidelidad a Jesús y a su Evangelio (Cfr. G. Weigel, El coraje de ser católico). Pidamos al buen Dios que arda nuestro corazón con el fuego que ha mandado el Señor y que brille la fe en medio de los hombres. Fijemos la mirada – nos dice san Pablo – en el iniciador y consumador de nuestra fe y no apaguemos el fuego del Espíritu, no tengamos miedo a la lucha.
Posted on: Sun, 18 Aug 2013 11:53:54 +0000
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