River, creo que necesitamos un poco más de información sobre este planeta, transmití mientras Sinpayma seguía admirando a la Amada, Y creo que sé cómo la podemos obtener. Sinpayma se apartó un poco de la Amada y me dirigió una mirada picaresca. Tú no eres lo que pareces, me dijo. Ni la dragona es una dragona tampoco. Soy un pistolero con mucha suerte, le dije. No, contestó el niño frunciendo un poco el ceño, no eres un pistolero. Conozco a todos los pistoleros de este llano y de los dos de al lado porque a veces me traen cobijas y azúcar cuando creen que nadie se va a dar cuenta. Y ningun pistolero se aparta de su manada por más de un día, y si fueras de un llano más lejano te tomaría dos días llegar aquí y dos más para regresar. Ningun pistolero hace ese viaje sin su manada excepto cuando hay feria ganadera, y faltan cinco meses para la siguiente. Primero pensé que eras un forajido, pero tu dragona no tiene latidos de corazón en la nuca. Es como tú, una imitación. La Amada me volteó a ver, y empezó a soltar aros de humo. Suspiré. Eres muy astuto, Sinpayma. Tienes razón, no soy un pistolero de verdad, ni un forajido. Quiero aprender sobre este llano y pensé que si me disfrazaba así, podría mezclarme con tu gente sin que me rechazaran y así aprender sobre ustedes. El niño sonrió de oreja a oreja, pero luego frunció el ceño de nuevo. No son mi gente, dijo con solemnidad, cuando los Vampiros me hicieron Sinpayma, el pueblo creyó que a mí no me comieron para que les abriera la puerta cuando volvieran. Les expliqué que mi ma me escondió en el sótano frío debajo de las frutas mientras mi pa peleaba contra ellos, y nunca me vieron, y por eso no quedé Dominado, pero no me creyeron y me obligaron a irme del pueblo. Si quieres entrar al pueblo sin que sospechen de ti, yo te diré cómo hacerlo, pero a cambio de una cosa. Me resultaba complicado procesar lo que Sinpayma me decía, entre más me hablaba aprendía mucho más sobre esta sociedad y me simpatizaba mucho el niño. Quiero ser tu amigo, Sinpayma. Eres un niño muy inteligente y muy fuerte; sabes, yo tengo una hija de nueve años... y me quedé helado. No, mi hija no tenía nueve años, sacando cuentas mi hija debía tener treinta años ya! Pero detuve esos pensamientos forzosamente, nada ganaba con torturarme y Sinpayma parecía alarmado, así que recompuse mi cara y seguí, ...y me recuerdas a ella. Dime qué quieres a cambio de ayudarme, y tendremos un trato. Sinpayma volvió a sonreir. ¡Quiero conocer tu embarcación estelar!
Posted on: Fri, 15 Nov 2013 02:46:02 +0000
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