Roberta. Seiscientos kilómetros son nada si lo medimos en años luz, pero se convierten en una enormidad si es una hormiga quien los tiene que recorrer. Roberta lo sabía muy bien, la hormiga más farandulera de toda la colonia, que no estaba dispuesta a malgastar su vida en semejante viaje. Prefirió estudiar, siete años de ingeniería aeronáutica, más otros diez de doctorado. Después de eso dedicó otro decenio a buscar financiación, decenio que se multiplicó por tres, pues nadie quería invertir en una idea tan peregrina. Una vez tuvo el conocimiento y el dinero necesarios, comenzó su construcción, un módulo espacial tan grande como un dedal que le llevaría de Roma a Turkmenistán en un santiamén. Para hacerlo con el boato que requería la ocasión, marcó una fecha en el calendario, y lo anunció en prensa escrita, radio y televisión. El próximo día treinta, rezaban los carteles, festividad de nuestra santa patrona, la intrépida hormiga Roberta despegará de la tierra en su intento por dar la vuelta al mundo, en una proeza jamás vista entre las hormigas. Ya anciana, a punto de subir al módulo espacial, un grupo de senderistas pasó por allí, y, adivinen, la bota de uno de ellos destrozó toda una vida de trabajo, para desgracia y desconsuelo de Roberta. Desde entonces es dicho común entre las hormigas que más vale ir a la puerta de casa andando que esperar toda una vida para hacer otro viaje volando.
Posted on: Fri, 13 Sep 2013 07:53:49 +0000
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