SEGUNDA PARTE: EL CURA HIDALGO DE RODILLAS. POR SALVADOR ABASCAL - TopicsExpress



          

SEGUNDA PARTE: EL CURA HIDALGO DE RODILLAS. POR SALVADOR ABASCAL INFANTE.El Cura de “la Francia Chiquita” tenía que dar el ejemplo. Uno de los concurrentes a las tertulias del curato era don José Dionisio Quintana, con su esposa doña María de Castañón y su hija la señorita Josefa, a la que el Cura sedujo, y de ella tuvo dos niñas, una tras otra: Micaela y María, en la lactancia esta última en 1803. Seguramente gozaba Hidalgo de cierta fascinación con las mujeres, como la tuviera Robespierre, no obstante no ser ni el uno ni el otro un Adonis: ¿era la atracción del abismo, de lo misterioso, de lo trágico, no de lo simplemente prohibido? ¿Por fin montaría en cólera el papá de “la señorita” Josefa al repetirse el crimen y la desvergüenza del Cura y la debilidad de ella? Quizá tal ocurrió, porque no obstante ser feliz allí aquél con su querida, con sus dos criaturitas y con la rica y magnífica Hacienda de Jaripeo, que había podido comprar, le pide a su hermano José Joaquín, Cura del pueblo de Dolores, un cambio de Curatos, y obtiene este de Dolores, aunque no por cambio, sino, habiendo muerto su hermano el 19 de septiembre de aquel año de 1803, por consentimiento y decisión del Obispo de Michoacán. ¡Mal andaba la disciplina eclesiástica, tanto o más que la social! Como ahora. Cincuenta años cinco meses tenía al tomar posesión el 2 de octubre de 1803 del Curato de Dolores. Vivirá allí con sus dos medio-hermanas. con su hermano don Mariano, con su pariente don José Santos Villa y sus dos últimas hijitas, todavía de pecho María, con su nodriza, ¿una indita? Si bonita, ya sabemos su destino. En atención al natural escándalo, dos veces le insinuó al Cura la Inquisición la conveniencia de que no las tuviera en su casa, pero él contestó que estaban al cuidado de sus dos hermanas ¿y cómo si no fueran de él? En Dolores parecía estar dedicado únicamente a plantar moreras, para luego la cría del gusano de seda, con buen éxito, pues llegó a «tejer tela de seda de muy buena clase», y al mismo tiempo a plantar vides, para fabricar buenos vinos; y también estableció una curtiduría de pieles, una talabartería y una alfarería, en la que, según Alamán, «a fuerza de experiencia, llegó a construir loza de superior clase, muy semejante a la porcelana extranjera», «mejor que la que se hacía en Puebla»; y a la vez, automáticamente, impulsaba «el comercio de la población», pues daba «sus productos industriales a los comerciantes pobres, que los llevaban a vender a otras poblaciones»: comerciantes que a su regreso le “pagaban su importe”. Leía “silenciosamente“, no la Biblia ni a ningún Doctor de la Iglesia, sino libros instructivos de artes y ciencias, muchos de éstos en francés. Y tenía y conservaba obras de Cicerón, Racine, Molière -El Tartufo-, y la Historia Eclesiástica de Fleury, muy mala por su criterio galicano y torcido en casi todo; algo de Bossuet, a Rollin -tan ferozmente jansenista que ataca la Bula Unigenitus Dei Filius de Clemente VI, del 25 de enero de 1343- y a los Enciclopedistas: Diderot, D’Alembert, Voltaire: veneno puro. ¿De qué podía servirle la Historia Antigua de México del jesuita Francisco Javier Clavijero, a quien había conocido en Valladolid? Absolutamente de nada, pues no era un tratado de política moderna. Y mejor se entretenía con Las Lecciones de Comercio y de Economía de Antonio Genovesi. ¿Cómo era físicamente Hidalgo? «Era -dice Alamán- de mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes y vivos (sin anteojos); la cabeza algo caída sobre el pecho; bastante cano y calvo…; vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos; de pocas palabras en el trato común; pero animado en la argumentación a estilo de colegio cuando entraba en el calor de alguna disputa; su traje un capote de paño negro, con un sombrero redondo, y bastón grande; calzón corto; chupa y chaqueta de lana». Le falta un rasgo: su nariz era fuertemente aguileña. A sus cincuenta y tantos años no era un anciano. Estaba en la plenitud de la vida y cuando las pasiones alcanzan el máximo desarrollo si no se les ha refrenado sin la menor concesión, sobre todo la concupiscencia de la carne, y en ciertos caracteres, como el de Hidalgo, el afán de dominio de los demás, no de sí mismo. durante todo el día se le veía tranquilo y sin descansar un minuto, ya leyendo, ya inspeccionando sus trabajos de industria y comercio, sin preocuparse de la cura de almas, su máxima obligación de conciencia, que había delegado en otro sacerdote; quizá sin dejar de celebrar misa los domingos, y por lo mismo de comulgar, siempre sacrílegamente, pues no podía arrepentirse de su lujuria, aunque la tenía ya bien reglamentada, seguramente, ¿con la nodriza de Mariquita? o con cualquiera otra mujer, que no podía faltarle, dominado como estaba por el demonio del mediodía, o mejor dicho de la media noche, que le bastaba para regodearse. Los hombres de mundo que me lean me darán la razón. ☧ Imposible era que previeran algo malo de aquel Cura industrioso sus amigos: ni el obispo de Michoacán, Abad y Queipo, ni el Intendente de Guanajuato, don Juan Antonio Riaño, o sea ni la autoridad eclesiástica ni la autoridad civil, con quienes se reunía a platicar, ya en Guanajuato, ya en Dolores, por él invitados. Y en otras ciudades tenía también buenos amigos: en Querétaro el Corregidor, y se sobreentiende que la Corregidora; en San Miguel, el Capitán Ignacio Allende; etc. Y con frecuencia iba a visitarlos. Mientras tanto con sus lecturas de los revolucionarios franceses más y más se le hincaba la idea de que era necesaria «la libertad francesa en esta América». Y más se enardeció al ver el fracaso del movimiento de provisional independencia sin revolución -mediante el acuerdo de los Ayuntamientos de la Nación- del Licenciado Primo de Verdad, quien con fray Melchor fallecía en su prisión, habiendo sido aprehendido, depuesto y enviado a España el Virrey Iturrigaray, suplantado por el Mariscal don Pedro de Garibay: todo este gran fracaso en julio y agosto de 1808, por el golpe de mano del rico hacendado don Gabriel de Yermo, en espera de la liberación del príncipe don Fernando, en poder de Napoleón juntamente con Carlos IV: hijo y padre compitiendo en servilismo ante el corso. Surgen entonces en España varias Juntas; y predomina en diciembre de 1808 la de Sevilla, que el 1º de enero de 1809 convoca a Cortes, que serán constituidas por diputados de las distintas provincias de España que gocen de cierta libertad y por un diputado de cada capital de provincia de las Colonias. El Intendente Riaño le escribe a Hidalgo pidiéndole que «practicase sus diligencias en San Miguel el Grande, a fin de que fuese en la lista de los propuestos para entrar en el sorteo del que había de nombrar apoderado por la provincia, para ir a las Cortes». ¿No le hizo caso a Riaño don Miguel? No estuvo él entre nuestros diputados a las Cortes de Cádiz. Odiaba ya visceralmente Hidalgo a los españoles. No podía esperar nada de aquellas Cortes. Lo que quería era «correr a los gachupines y no consentir en nuestro suelo a ningún extranjero», según aseguró un tal Sotelo que a él mismo se lo dijera.Sí había una injusticia impolítica cometida por el gobierno de Madrid: todos los cargos importantes del Virreinato se les concedían a peninsulares, sólo a éstos. Lo cual sulfuraba a don Miguel y a los demás criollos. Tras de un abortado intento de insurrección en 1809 en Valladolid, en Querétaro se planea un movimiento de independencia, contando con el capitán Allende, «a quien dan el título de General», y con «su inmediato el capitán Aldama», pero siendo Hidalgo, «el cura de Dolores», «el principal motor», que «sugiere las ideas», reduciéndose su plan a hacer “la independencia”, según denuncia de Juan Ochoa, dirigida al Virrey Venegas en carta fechada el 11 de septiembre de 1810. Mientras tanto, lentamente, pero no dejaba la Inquisición de amenazar a Hidalgo desde 1807, reabriendo el proceso de 1800, y sobre todo desde 1808 y 1809, en virtud de que una mujer llamada María Manuela Herrera se había presentado por sí sola a denunciar al Cura Hidalgo, entre otras cosas por las relaciones que con ella había tenido y que durante ellas le había dicho él: «¿Qué querrá usted creer que hay infierno y que hay diablos?», y en seguida: «No creas eso, manuelita, que esas son soflamas», tratando de quitarle escrúpulos y temores como los de la Elmira de Molière con argumentos semejantes a los de Tartufo en la comedia de marras. ¿Acaso llegó a pensar que el único medio de librarse de la Inquisición era levantarse en armas? No creo que tal pensamiento haya sido el decisivo, aunque sí pudo tener cierto peso en su ánimo. Lo cierto es que desde antes de estallar la insurrección, según certero informe de Juan Ochoa, entre los comprometidos se consideraba al Capitán Allende como el «principal ejecutor de la revolución armada; el Capitán Aldama, su segundo» para ese “efecto“, y a «Hidalgo, Cura de Dolores, autor y director de la revolución proyectada». Allende no se daba exacta cuenta de lo secundario de su papel, pues en carta dirigida a Hidalgo el 25 de mayo de 1810 le dice: «Ojalá tuviera 500 hombres del entusiasmo y brío de mi amigo don Miguel; pero si mi desgracia no me los franquea, seré yo solo, ya que mis paisanos hacen el sordo». Primero se convino que el movimiento se iniciara en Querétaro y en San Miguel el Grande el 29 de septiembre; luego, que el 2 de octubre; y en seguida que el 1º de ese mismo mes. Pero, descubierta por traidores la conjuración, las autoridades de querétaro dictan sus primeras medidas en contra. La Corregidora le da aviso de ello al alcaide de la cárcel, don Ignacio Pérez, para que de inmediato emprenda éste el viaje a campo traviesa hasta San Miguel, a donde llega como a las 10 de la noche el 15; y no encontrando al Capitán Allende, “en un baile”, en la casa de un hermano de aquél, le dio la noticia al Capitán don Juan Aldama. A caballo, con su asistente, emprende Aldama la carrera, de 33 y medio kilómetros de San Miguel a dolores, directamente al curato, con sus puertas abiertas; le da la mala nueva al Cura, que le ofrece chocolate; se arma una arrebatada y confusa discusión; y de súbito el Cura resuelve el caso de conciencia exclamando: «Señores, no nos queda otro remedio que ir a coger gachupines»; y asume la jefatura, democráticamente absoluta. Democráticamente porque aquel levantamiento tenía que ser popular, no militar. Y absoluta porque así lo requerían las circunstancias, y el pueblo no podía oponérsele a un Jefe improvisado pero resuelto. ¿A confesarse todos y cada uno ante el peligro de muerte? No hacía falta, porque no se iba a exponer la vida sino a matar gachupines y a quitarles cuanto se pudiera. Amanecía el día 16 de septiembre. Y desde luego, para engrosar filas, a libertar a los presos. ¿Aún a los homicidas? se preguntaron asustados los alzados. Pero el Cura los empujó gritando: «¡A la voz contra los gachupines; mañana todo nos sobra! Al negocio, sin esperar un momento. ¡El miedo a la faltriquera!». Así es que el primer grito de guerra no fue ¡Viva México! Ni ¡Viva la Virgen de Guadalupe! sino «Contra los gachupines». En un momento el Demonio de la Revolución puede cambiar la índole de un pueblo. Porque lo fácil es matar, despojar, destruir. Pero a los escrupulosos había que arrastrarlos dándoles una apariencia de bandera religiosa. Por lo cual, unas horas después de haber salido de Dolores aquella chusma -ya con los ex-presos-, en el pueblo de Atotonilco, al ver el Cura Hidalgo una imagen de la Virgen de Guadalupe vínole la repentina inspiración del diablo de hacer de Ella su bandera, pero bandera de odio, de asesinato, de exterminio, con un grito satánico: ¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines! En la noche de ese día 16, en San Miguel el Grande, Hidalgo impidió que Allende contuviera al pueblo, que se lanzó al saqueo, y aún más, desde lo alto de los balcones de las casas capitulares le gritó: ¡Cojan, hijitos, cojan, que todo es vuestro! El 20 del mismo septiembre, frente a Celaya, Hidalgo le mandó al Ayuntamiento la siguiente información: «Nos hemos acercado a esta ciudad con el objeto de asegurar las personas de todos los españoles europeos -()buena distinción, porque él era español americano-: si se entregan a discreción serán tratados con humanidad -(por lo pronto presos)-; pero si… se hiciere resistencia se tratarán con todo el rigor que corresponde a su resistencia. Esperamos pronto la respuesta, para proceder». El delito que por lo pronto merecía la pena de cautiverio era el ser españoles europeos. Pero: «En el mismo momento -agregó- que se mande dar fuego contra nuestra gente, serán degollados sesenta y ocho europeos que traemos a nuestra disposición». Así es que todavía no los había matado para que le sirvieran de rehenes. Al Intendente Riaño, otrora su amigo, le escribe intimándole la rendición de la ciudad de Guanajuato, prometiéndole que luego se lograra la independencia se libertaría a los europeos, con derecho, en ese momento, «a que se les restituyeran sus bienes, de que por ahora, para las exigencias de la nación, nos servimos». Aunque aquellos españoles europeos no hubieran tomados las armas para defender la vida y hacienda. El 28 de septiembre, habiendo tomado Hidalgo las ciudades de Celaya, Salamanca, Irapuato y Silao, proclamando mentirosamente en todas partes que la revolución era en defensa del Rey y de la religión contra los franceses, «a quienes querían entregar el reino los gachupines», avanza sobre Guanajuato. El intendente Riaño se había encerrado en la Alhóndiga de Granaditas, construida por él mismo, con los archivos, los caudales reales, los españoles pacíficos y soldados mal armados. No tarda en ser herido mortalmente el Intendente; y ya sin jefe, soldados y civiles mal se defienden, pues de los civiles unos sacaban bandera blanca pidiendo la paz mientras otros se empeñaban en la defensa, hasta que la chusma se apodera de la Alhóndiga, y dentro de ella son asesinados cruelmente 200 soldados y 105 civiles españoles; y luego, afuera, el saqueo de las casas y tiendas de los españoles, de las minas y de las haciendas se prolonga hasta el día 30, hasta que, harta ya la chusma de asesinar, robar y destruir, publica Hidalgo un bando amenazando con la pena de muerte ¡para los ladrones! En la Alhóndiga había corrido un arroyo de sangre. Y ya no quedaba nada digno de ser robado. Habiendo caído, en Acámbaro, en poder de la horda el Intendente de Michoacán don Manuel Merino, el Comandante General don Diego García Conde y el Coronel del Regimiento Provincial Conde de Casa Rul, en el camino de México a Valladolid, huyeron de esta ciudad, el 13 y el 14 de octubre, el Obispo Electo Abad y Queipo, el Asesor Terán y varios españoles. Por lo cual, el día 15, «previa consulta a teólogos y juristas, por evitar daños y el desprecio de la censura», el Gobernador substituto de la Mitra Cgo. Conde de Sierra Gorda dijo que levantaba la excomunión que el Obispo Electo había declarado que pesaba sobre los jefes insurgentes: levantamiento absolutamente nulo, por lo que después veremos; y mandó una comisión para recibir a Hidalgo en Indaparapeo y pedirle que no fuera entregada la ciudad al saqueo, porque lo recibía de paz y con repique de sus clamorosas campanas. Era el 18 de octubre. Con tantos honores, Hidalgo se portó muy bien, pues de la Clavería cogió cuanto allí había, $114,000, pero dejando recibo para mayor escarnio. Aldama registró y saqueó, para que otro no las profanara, las sepulturas de Obispos y Canónigos; y Allende piadosamente, creo yo que con buena intención, el único con buena intención, tomó una caja con pectorales de Fray Antonio de San Miguel, egregio Obispo de Michoacán de 1784 a 1804; y el mismo Allende, sin consultar con Hidalgo, mandó dispararle un cañonazo al populacho, que se aprestaba a saquear la ciudad, y así, haciéndole varios muertos, lo dispersó. El 19 de octubre decretó Hidalgo la abolición de la esclavitud, bajo pena de muerte, teniendo peor que como esclavos a los españoles presos, y no existiendo ya de hecho, aunque no por decreto, la esclavitud en la Nueva España, pues todos los esclavos, sólo negros, había sido liberados por sus dueños. Decretó también Hidalgo la abolición del tributo personal de los indios y de las castas, que importaba $1’200,000: tributo que había sido abolido por el gobierno el 26 de mayo. Y sale el mismo día 19 en dirección de la Capital. En Charo lo alcanzó el Cura Morelos -otro Cura abarraganado-, y lo acompañó hasta Indaparapeo, donde fue comisionado para «correr los tierracalientes del Sud». Nada más 3 hijos sacrílegos se le conocen a Morelos: Juan Nepomuceno Almonte, nacido en Carácuaro el 15 de mayo de 180; José Victoriano, que nace en Nocupétaro el 5 de septiembre de 1808; y una niña, que nace en 1809: los 3 de 3 distintas amantes. ¿Como buen estratega, para servirse de ellas sin depender de ninguna de ellas? A esos 30 kilómetros de la Capital se topa Hidalgo con la tropa virreinal de Torcuato Trujillo -mil infantes, 279 jinetes mulatos de Yermo y 50 de Manzano-, siendo uno de sus oficiales Don Agustín de Iturbide. Hidalgo había sido proclamado Generalísimo en Acámbaro, a la cabeza de 80,000 hombres. Se le vio entonces vestido «de azul, con collarín, y vueltas, y solapa encarnada; con un bordado muy menudo de plata y oro; un tahalí negro, también bordado, y una grande imagen de oro de la Virgen de Guadalupe, colgada en el pecho»: con la Guadalupana, desde Atotonilco, «para atraer a la gente», según declarará ante sus jueces. Con grandes esfuerzos, gracias a los 2,000 hombres disciplinados de Allende, y con grandes pérdidas, pero ganó Hidalgo la batalla del Monte de las Cruces, el 30 de octubre. El día 31 envió Hidalgo a México en coche a Jiménez y 3 oficiales, con 4 dragones de escolta: enarbolando bandera blanca, llevaban un pliego para el Virrey, quien les mandó decir que se volvieran por donde habían ido, y prontito, si no querían que les hiciera fuego. Muy desconcertados, con sus propios honores volvieron las espaldas, hasta verse de nuevo con Hidalgo, quien, decepcionado y herido por el despreciativo desaire del Virrey Venegas, abandona la idea de echarse sobre la Capital, no por temor al inevitable y terrible saqueo que sus hordas efectuarían si la tomaban, sino a la derrota más cabal y a la definitiva pérdida de su gente: fue esto lo que tuvo que pensar ante la viril actitud de Venegas y sabiendo, por haberse interceptado un correo realista, que el General Calleja marchaba hacia México. ¡Hemos errado el golpe! exclamó ante García Conde, y el 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos, emprende la marcha hacia Querétaro. No sólo, sino que procuraba desviarse del camino que seguía Calleja, cuando, de improviso para ambos, se encontraron frente a frente en San Jerónimo Aculco, el 7 de noviembre. ¿Y siquiera en campaña guardaba Hidalgo castidad? Nada de eso: llevaba consigo 8 lindas jovencitas: «el serrallo de los insurgentes», dijo Calleja, benignamente, inocentemente, pues el serrallo [harén] aquel era en primer término del Cura revolucionario, sin poder impedir y aun sin importarle, que su gente siguiera su ejemplo, violando a cuantas mujeres -viejas y jóvenes y aun niñas- estuvieran a su alcance. Los 80,000 hombres de Hidalgo se habían reducido a la mitad. Y Calleja llevaba únicamente 7,000 soldados, cuya artillería, sin réplica certera, fue suficiente para por sí sola sembrar el terror entre los hidalguistas, que no tardaron en disiparse. Calleja recogió un buen botín y 600 prisioneros, de los cuales 26 eran desertores realistas, que fueron sorteados, y fusilados o no, según su suerte. Nuestros políticos de ahora, en un trance igual, recurrirían al diálogo, sólo al diálogo: Y la anarquía cundiría hasta en las propias filas del gobierno: lo que está ocurriendo ante el neo-zapatismo, neo-comunismo. El botín fue cuantioso: 12 cañones, 120 cajones de pólvora, 40 cartuchos de bala y metralla, 2 banderas del Regimiento de Celaya, 1 de Valladolid, 4 de los insurgentes, 1,600 carneros, 200 caballos y mulas, 13,550 pesos en reales, muchos fusiles, equipajes, ropa y papeles y 16 coches de los Generales: coches en que los señoritos demócratas e igualitarios se acompañaban de las mencionadas 8 lindas jovencitas (Alamán). Pero mientras tanto se extendía el movimiento revolucionario por doquier, con 5 ramificaciones principales: Central Norte, Central Meridional, Occidental y Oriental (Bravo Ugarte), o sea desde Texas y Sonora hacia abajo, hasta Oaxaca, siendo Guadalajara el centro de acción más importante: en todas partes con el mismo espíritu de odio a “los gachupines” y de despojo y destrucción. Al pasar por Celaya redacta Hidalgo un manifiesto lleno de mentiras: que sólo por carecer de bastantes municiones se había retirado de México; que en su retirada no había perdido más que unos cuantos cañones y seis u ocho hombres -¿quiso decir que seis y ocho mil?: pues aún así mentía-; y que no tardaría en volverse contra la capital; y luego agregaba, queriendo cubrir con un velo sus crímenes de cura relajado y asesino: «los americanos jamás se apartan un punto de las máximas cristianas heredados de sus honrados mayores -¿no eran gachupines estos honrados mayores?-; y nosotros no conocemos otra religión que la católica, apostólica, romana, y por defenderla -(robándole su dinero y destruyéndole sus bienes)-… estamos prontos a sacrificar nuestras vidas»; y finalmente, el objetivo político: «para la felicidad del reino es necesario quitar el mando, y el poder, de las manos de los europeos: este es todo el objeto de nuestra empresa»: «es sólo despojarlos del mando, sin ultrajar sus personas ni haciendas», para lo cual lo más efectivo es degollarlos: cosa que en parte confiesa al agregar que: para evitar desórdenes y efusión de sangre», observaría inviolablemente las siguientes leyes: «2ª. El europeo, sea prisionero o indultado, que hablase con libertad contra el objeto de nuestra expedición, y se desfogonase con expresiones insolentes, será pasado a cuchillo, y la misma suerte correrá el americano; 3ª el europeo que se entregase espontáneamente a nosotros será tratado con respeto, protestándose la seguridad de su vida y hacienda; 4ª el europeo que se resistiese con armas, será pasado a cuchillo, 5ª cuando seamos amenazados de sitio y combate, antes de entrar en él, y en el mismo hecho de cometer hostilidades, pasaremos a cuchillo a los muchísimos europeos que están en nuestras manos -(aunque antes se hubieran entregado espontáneamente)-; 6ª el americano que defendiese con armas al europeo será pasado a cuchillo; 8ª el americano que pos sola compasión -(cristiana)- ocultase a un europeo, sin dar cuenta de él a nuestro gobierno, sufrirá la pena de destierro y confiscación de bienes; y 9ª el delatante de cualquiera delito de los mencionados, será gratificado con 500 pesos». (Pp. 119 y 120 de la Colección de Documentos para la historia de la guerra de independencia formada por don Juan E. Hernández y Dávalos. México. 1877: cita de don Ezequiel A. Chávez en su Hidalgo, p. 52. Jus. 1957.) A Valladolid llega Hidalgo, fugitivo, el 15 de noviembre. De la Catedral toma ahora $6,000 pesos, habiendo tomado $114,000 la vez anterior. Reúne 7,000 hombres a caballo y 240 infantes, y redacta una refutación al Edicto del Tribunal de la Inquisición, que lo citaba a contestar los cargos de herejía, apostasía y cuantos más resultaren en su contra, y la termina con frases idílicas: «Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las ciudades, villas y lugares de este reino, que, teniendo por objeto principal mantener nuestra santa religión -(que manda no fornicar, no asesinar, no tomar lo ajeno)-, dicte leyes suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de este pueblo; ellos entonces gobernarán con dulzura de padres; nos tratarán como a sus hermanos; desterrarán la pobreza, moderando la devastación del reino y la extracción de su dinero -(aunque siempre había sido más lo que España nos daba que lo que nos cobraba, que en buena parte era para auxiliar a las administraciones de La Habana, Luisiana, Florida, Panzacola, Santo Domingo, Trinidad y Filipinas)-; fomentarán las artes; se avivará la industria; haremos uso libre de las riquísimas producciones de nuestros feraces países, y a la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las delicias que el Soberano autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto continente».
Posted on: Fri, 13 Sep 2013 18:44:13 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015