SIRENAS DEL PLATA Le gustaba esa esquina del río. Podía pescar - TopicsExpress



          

SIRENAS DEL PLATA Le gustaba esa esquina del río. Podía pescar mientras los aviones le pasaban sobre la cabeza. Aviones en los que nunca viajaría y que le atraían y repelían al mismo tiempo. Se había quedado solo. A ciertas horas se quedaba solo y le gustaba. Como las mañanas en las que llegaba para ver amanecer y podía matear y escuchar la radio sin compañía. O las tardes de invierno, cuando era el último en levantar los bártulos y devolver los bichos al río. Le gustaba quedarse solo, sentir el viento húmedo en la cara y así se pegaba una vuelta por los años. Se sentía un personaje de Melville que se había acostumbrado a fumar en pipa cuando pescaba. Entonces, apagaba la portátil y se producían esos momentos mágicos donde el rumor del agua era su música de fondo y entonces ya no estaba en la Costanera. Estaba en los mares del Sur, era el viejo de Hemingway o se volvía al Paraná con el Beto, con Chachito, descalzo, sin tiempo, a puro sol. Feliz. La tarde se le había venido encima con una niebla espesa cuando sintió el tirón de la tanza demasiado fuerte. A pesar del oleaje del río contra el paredón, del viento y del ocasional ruido de algún auto, escuchó nítida la risa que venía del agua. Las vio salir y sumergirse para volver a salir con las colas de escamas grises y el pelo, una maraña renegrida. El tirón fue tan fuerte que tuvo que asegurar la caña con toda su fuerza. Escuchó las risas y los gritos incomprensibles pero ya no veía nada. La niebla seguía bajando y se sentía mojado. Temblaba de excitación, no tenía miedo. Sintió la caña floja y recogió el anzuelo. Vació el mate, limpió la pipa y guardó todo en la valijita. Cuando cargó la caña y las cosas, pegó la vuelta y ahí sintió que le atenazaban las piernas. El grito se le ahogó en la garganta. Ya le tapaban la boca, ya le desgarraban los genitales a mordiscones. Sintió la inmovilidad del sueño, la parálisis de las pesadillas que le impidió reaccionar cuando el golpe le destrozó la columna. El espinazo pensó, como a un pescado. La boca negra que era el Plata, lo chupó en un remolino hacia el abismo. Aunque eran algo mas de las siete, ya era noche cerrada. Pasaban pocos autos y, las luces que rompían la niebla eran sus únicas estrellas. Un avión enorme pasó sobre los árboles y en pocos segundos se perdió en la oscuridad del río. El río tiene sus secretos y sabía que se llevaba uno, mientras volvía a meterse en la ciudad por los caños oxidados como un ladrón en una casa vacía.
Posted on: Sun, 25 Aug 2013 10:55:33 +0000

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