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SOBRESALTADO saltó de la cama, tropezó con varios objetos que escondía la oscuridad, hasta que llegó al teléfono. LUEGO DEL AVISO, sostuvo largo rato el auricular en su mano derecha. No lo pudo creer. ¡Tal vez!... Pero no, había escuchado bien, demasiado claro. Él mismo había dicho, “Entendido, señor". Y colgó. El sueño se le escapó para siempre, le ardieron los ojos que los sospechó rojos. Sintió hielo en los poros. ¡Qué cerca estaba mañana!, ya era hoy. Se dejó caer sobre un puf, frente al cucú, su vista ya acostumbrada a lo negro leyó las cuatro y veinte. A lo mejor un segundo llamado, era una enclenque esperanza. La mirada clavada en las agujas corría cansada en redondo. No había ni una rendija por dónde salir. La pensó con intensidad de múltiples formas. Él no podía bajar a eso tan asqueante, tan inmundo, él se conocía de sobra, pero sin embargo había sido cómplice más de una vez, tantas... Cuántas otras tantas habían sido... La querían viva, viva. ¡Hijos de puta!, por ella y por todas las anteriores. Vaya manera de hacer respetar la ley, el orden, la patria. A la mierda con las consignas, con esa maldita obediencia, que lo degradaran. Que lo despidieran, daba lo mismo, para lo que servía. Pero de todos modos Irina iba a caer, si él no hacía algo. Tenía que hacer algo, había sólo un camino. Eran inútiles los escondites, los disfraces, los pasaportes falsos, estaba tan rodeada como él. A LAS SIETE Y CUARTO sintió el agua caliente de la ducha resbalar por su cansancio. Se vistió. Preparó café negro y se lo tomó amargo. En el bolsillo derecho de su campera guardó todo el peso de una salvación posible y salió. UN VIENTO más frío que el de ayer hizo que se subiera el cierre de la campera hasta el cuello, julio promediaba. Pasó por el quiosco de Any, lo esperaba con el cotidiano atado de cigarrillos. Quiso decirle, como siempre, algo más que el hola y el chau, no pudo traducir nada a su voz. Prendió uno rumbo a la estación. Sacó ida a Once, se acomodó en el tercer coche. Una muchachita con carita de Irina leía a Arlt frente a él. Se las ingenió para sumergirse en la narración con ella. No la iba a ver más así, tan frente a él. Buena novela, pensó en decirle, pero, para qué. La carita de Irina se perdió en Flores sin terminar ese amor brujo. A las nueve cincuenta habló por teléfono con su superior. No, no había ninguna contraorden, si hubiesen cambiado algo se lo habrían notificado, entendido, señor, disculpe, y le repitió que a las doce salía de la facultad, el Falcon los trasladaría al Comando. Ah, no querían revuelo. Él sabía cómo hacerlo. Entendido, y agregó, Señor, arrepentido, se sangró la lengua. FALTABA MEDIA HORA. Las órdenes seguían irrebatibles. De él dependía que el proceso continuara su curso con la rectitud y la disciplina actual. En ese aguantadero con facha de institución educativa se gestaban los enemigos de la patria, había dicho el general en jefe en la reunión de ayer. Era una de las cabezas la que estaban viendo en esa pantalla. Él la conocía muy bien a la tal Célica, ¿no era así? Estaba demás insistir en que era muy peligrosa. Tenía información muy valiosa, por eso la querían viva. No tardarían en avisarle cuándo tendría que actuar, además de lo ya cumplido. A LAS DOCE Y TRES Irina sonriente corrió hacia él. El coche se iba acercando. Él vio crecer su miedo, gatilló dos veces, borrosamente la vio caer desde el suelo, que se enrojecía. Sintió estallar su cerebro, y se durmió sin un sobresalto más. Danny Delaney
Posted on: Fri, 20 Sep 2013 03:25:50 +0000

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