SOL y SOMBRA , página 2. Los tres apuraron el paso. El - TopicsExpress



          

SOL y SOMBRA , página 2. Los tres apuraron el paso. El hechizante aroma a naturaleza virgen ablandó los duros sentimientos de él que caminaba contemplando el nacimiento de un mundo verde madurado en aire puro. Respiraba con avidez como si quisiera atrapar en cada inhalación la magia de una libertad que creía perdida. A mitad del camino, una especie de tronco atravesado les impidió por completo el paso. La hojarasca de varios días lo cubría en gran parte haciéndolo espantoso en la distancia. Cuando Yanqui olfateó a unos treinta metros del lugar le dio por ladrar rabiosamente temiendo acercarse. Ella, comprendiendo la advertencia, llevó la mano a su machete y lo desenfundó al instante. Su esposo hizo lo mismo con el suyo. Algún peligro nos amenaza, dijo ella. Se acercó de inmediato a Yanqui y lo calmó rápidamente sobándole la cabeza y hablándole suavemente a la oreja. El perro gemía asustado. Los tres mantenían fija la mirada en el obstáculo cuando éste hizo un ligero pero tenebroso movimiento. Es una anaconda gigante, dijo ella. Regresémonos Alda, exigió en voz baja Ramón. No te asustes, está dormida, no nos hará daño, aseguró ella. Alda recorrió con ojos de auxilio los gruesos y elevados árboles cerrados casi herméticamente por arbustos y maleza y comprobó que no había muchas posibilidades para sortearla. Cuanto crees que mida, inquirió Ramón increíblemente nervioso. Seis metros o más, respondió ella mirando las raíces que colgaban de las ramas de los árboles como sogas salvavidas sostenidas por enormes brazos. Vamos a tener que pasar volando, dijo Alda. Ramón miró a los árboles y comprendió de inmediato que era la forma arriesgada de seguir pero pensó que Yanqui no lo lograría. Y el perro, preguntó. Primero voy yo, luego Yanqui, después los morrales y al final tú, contestó mientras se acercaba sigilosamente a jalar, cerca de la culebra, la raíz colgante más larga. Se quitó por un momento el morral, subió por la raíz con agilidad de simio y a cierta altura cortó varias raíces con las que pretendía hacer cuerdas para atarlas a la principal, calculando con ellas en direccionar el vuelo desde el otro lado de la anaconda. Mientras tanto, Ramón entretuvo sus frágiles nervios haciendo una canastilla con algunas varas de arbustos para subir al perro y los morrales. Cuando todo estuvo listo, Alda ya estaba preparada para el primer vuelo. El problema será cuando caiga, se dijo, pero no maduró más el pensamiento para no acobardarse. Se subió a la raíz colgante y Ramón la meció como péndulo ayudado con las sogas de raíces amarradas a la principal y cuando tuvo suficiente impulso Alda voló por encima de la culebra cayendo aparatosamente del otro lado de la anaconda. Alda no se movía y casi quedó tapada con el revuelo de las mismas hojas que levantó en su caída. Yanqui volvió a ladrar insistentemente preocupado. La enorme culebra se movió nuevamente haciendo ruido entre la hojarasca y Ramón no pudo salir corriendo porque quedó petrificado por el miedo. Fueron segundos eternos esperando que Alda reaccionara. Cantidades de pájaros se lanzaron ruidosamente al aire y se unieron al estruendo pequeños micos saltando velozmente de rama en rama. Yanqui siguió ladrando con mayor fuerza cada vez más cerca de la culebra sin que Alda ni Ramón pudieran evitarlo. Alda fue despertando poco a poco, sintiendo como si todo su esqueleto se hubiera desencajado y cuando se logró poner de rodillas pudo ver a la gran anaconda mirándola fijamente. Eran ojos desafiantes, llenos de furia. Jamás en su vida había sentido el pavor que le infundió el reptil endemoniado. Ramón, que no había desaparecido porque no se podía mover del susto, venció su silencio y le pudo gritar, corre Alda corre. La culebra se movió bruscamente en dirección a Alba y Yanqui, obedeciendo a su instinto, se abalanzó sobre la enorme culebra clavando sus garras y mordiéndola repetidas veces en el lomo. La anaconda sintió la arremetida del perro y al sacudirse retorciéndose, Yanqui fue despedido con tamaña violencia que terminó estrellado contra el tronco de un árbol. Yanqui aulló mal herido pero se paró visiblemente mareado y sin dudarlo contraatacó furioso a la culebra que se entretuvo en feroz pelea favoreciendo la huida de Ramón, quien ante los gritos desesperados de Alda pasó en enceguecida carrera y juntos pudieron escapar, sin poder evitar escuchar en la distancia los lastimosos chillidos de Yanqui que moría triturado entre los círculos comprimidos de la enorme anaconda de más de seis metros de largo. CONTINUARÁ.....
Posted on: Mon, 02 Sep 2013 20:50:39 +0000

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