San Vicente de Paúl, presbítero, memoria obligatoria Oficio de - TopicsExpress



          

San Vicente de Paúl, presbítero, memoria obligatoria Oficio de Lecturas V/. -Señor, Ábreme los labios. R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza. Invitatorio Salmo 94: Invitación a la alabanza divina Ant: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. -se repite la antífona Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. -se repite la antífona Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. -se repite la antífona Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras. -se repite la antífona Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso."» -se repite la antífona Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Himno Puerta de Dios en el redil humano fue Cristo el buen Pastor que al mundo vino; glorioso va delante del rebaño, guiando su marchar por buen camino. Madero de la cruz es su cayado, su voz es la verdad que a todos llama, su amor es el del Padre, que le ha dado Espíritu de Dios que a todos ama. Pastores del Señor son sus ungidos, nuevos cristos de Dios, son enviados a los pueblos del mundo redimidos; del único Pastor siervos amados. La cruz de su Señor es su cayado, la voz de su verdad es su llamada, los pastos de su amor, fecundo prado, son vida del Señor que nos es dada. Amén. Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - I: Súplica contra los perseguidores injustos Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio. Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra; empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio; di a mi alma: «yo soy tu victoria.» Y yo me alegraré con el Señor, gozando de su victoria; todo mi ser proclamará: «Señor, ¿quién como Tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde del explotador?» Se presentaban testigos violentos: me acusaban de cosas que ni sabía, me pagaban mal por bien, dejándome desamparado. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio. Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - II: Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso. Yo, en cambio, cuando estaban enfermos, me vestía de saco, me mortificaba con ayunos y desde dentro repetía mi oración. Como por un amigo o por un hermano, andaba triste; cabizbajo y sombrío, como quien llora a su madre. Pero, cuando yo tropecé, se alegraron, se juntaron contra mí y me golpearon por sorpresa; me laceraban sin cesar. Cruelmente se burlaban de mí, rechinando los dientes de odio. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso. Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - III: Ant: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor. Señor, ¿cuándo vas a mirarlo? Defiende mi vida de los que rugen, mi único bien, de los leones, y te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre la multitud del pueblo. Que no canten victoria mis enemigos traidores, que no hagan guiños a mi costa los que me odian sin razón. Señor, tú lo has visto, no te calles, Señor, no te quedes a distancia; despierta, levántate, Dios mío, Señor mío, defiende mi causa. Que canten y se alegren los que desean mi victoria, que repitan siempre: «Grande es el Señor» los que desean la paz a tu siervo. Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Ant: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor. V/. Escucharás una palabra de mi boca. R/. Y les darás la alarma de mi parte. Lectura V/. Escucharás una palabra de mi boca. R/. Y les darás la alarma de mi parte. Visión sobre la restauración del templo y de Israel Ez 40,1-4; 43,1-12; 44,6-9 El año veinticinco de nuestra deportación, el diez del mes, día de año nuevo, el año catorce de la caída de la ciudad, ese mismo día, vino sobre mí la mano del Señor, y el Señor me llevó en éxtasis a la tierra de Israel, dejándome en un monte muy alto, en cuya cima se erguía una mole con traza de ciudadela. Me llevó allí, y vi junto a la puerta un hombre que parecía de bronce: tenía en la mano un cordel de lino y una caña de medir. Este hombre me dijo: «Hijo de Adán, mira y escucha atentamente, fíjate bien en lo que voy a enseñarte, porque has sido traído aquí para que yo te lo enseñe. Anuncia a la casa de Israel todo lo que veas.» Me condujo a la puerta oriental: vi la gloria del Dios de Israel que venía de oriente, con estruendo de aguas caudalosas; la tierra reflejó su gloria. La visión que tuve era como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad, como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar. Y caí rostro en tierra. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo. Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo -el hombre seguía a mi lado-, y me decía: «Hijo de Adán, éste es el sitio de mi trono, el sitio de las plantas de mis pies, donde voy a residir para siempre en medio de los hijos de Israel. La casa de Israel y sus monarcas ya no profanarán mi nombre santo con sus fornicaciones ni con los cadáveres de sus reyes difuntos. Poniendo su umbral junto a mi umbral y las jambas de sus puertas pegadas a las mías -ellos y yo pared por medio-, profanaron mi nombre santo con las abominaciones que perpetraron, y por eso los consumió mi ira. Pero ahora alejarán de mí sus fornicaciones y los cadáveres de sus monarcas, y residiré en medio de ellos para siempre. Y tú, hijo de Adán, describe a la casa de Israel el templo, a ver si se avergüenzan de sus culpas. Al medir el plano, se avergonzarán de lo que hicieron. La estructura y disposición del templo, sus entradas y salidas, sus preceptos y leyes, enséñaselos y diséñaselos, para que pongan por obra todas sus leyes y preceptos. El área entera de la cima del monte es lugar sacrosanto. Ésta es la ley del templo. Dile a la casa rebelde, a la casa de Israel: "Basta ya de perpetrar abominaciones, casa de Israel. Profanáis mi templo, metiendo en mi santuario extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, y ofreciéndome como alimento grasa y sangre, mientras quebrantáis mi alianza con vuestras abominaciones. En vez de atender al servicio de mis cosas santas, les encargáis a ellos el servicio de mi santuario. Por tanto, esto dice el Señor: Ningún extranjero, incircunciso de corazón e incircunciso de carne entrará en mi santuario; absolutamente ninguno de los extranjeros que viven con los israelitas."» R/. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. La gloria del Señor llenó el templo. V/. Llevaron al niño Jesús sus padres al templo. R/. La gloria del Señor llenó el templo. L. Patrística El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo San Vicente de Paúl, presbítero Carta 2546 (Correspondance, entretiens, documents, París 1922-1925,7) Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia, son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que representan el papel del Hijo de Dios, ya que él quiso también ser pobre. Y así, aun cuando en su pasión perdió casi la apariencia humana, haciéndose necio para los gentiles y escándalo para los judíos, sin embargo, se presentó a éstos como evangelizador de los pobres: Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres. También nosotros debemos estar imbuidos de estos sentimientos e imitar lo que Cristo hizo, cuidando de los pobres, consolándolos, ayudándolos y apoyándolos. Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí a unos discípulos pobres, se hizo él mismo servidor de los pobres, y de tal modo se identificó con ellos, que dijo que consideraría como hecho a él mismo todo el bien o el mal que se hiciera a los pobres. Porque Dios ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres ya que, cuando alguien tiene un afecto especial a una persona, extiende este afecto a los que dan a aquella persona muestras de amistad o de servicio. Por esto, nosotros tenemos la esperanza de que Dios nos ame, en atención a los pobres. Por esto, al visitarlos, esforcémonos en cuidar del pobre y desvalido, compartiendo sus sentimientos, de manera que podamos decir como el Apóstol: Me he hecho todo a todos. Por lo cual, todo nuestro esfuerzo ha de tender a que, conmovidos por las inquietudes y miserias del prójimo, roguemos a Dios que infunda en nosotros sentimientos de misericordia y compasión, de manera que nuestros corazones estén siempre llenos de estos sentimientos. El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora. Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una prolongación de la oración. Y no tengáis ningún escrúpulo ni remordimiento de conciencia si, por prestar algún servicio a los pobres, habéis dejado la oración; salir de la presencia de Dios por alguna de las causas enumeradas no es ningún desprecio a Dios, ya que es por él por quien lo hacemos. Así pues, si dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de algún pobre, recordad que aquel servicio lo prestáis al mismo Dios. La caridad, en efecto, es la máxima norma, a la que todo debe tender: ella es una ilustre señora, y hay que cumplir lo que ordena. Renovemos, pues, nuestro espíritu de servicio a los pobres, principalmente para con los abandonados y desamparados, ya que ellos nos han sido dados para que los sirvamos como a señores. R/. Siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos. Me he hecho débil con los débiles, me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. V/. Yo era ojos para el ciego, era pies para el cojo; yo era padre de los pobres. R/. Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Oremos: Señor, Dios nuestro, que dotaste de virtudes apostólicas a tu presbítero san Vicente de Paúl, para que entregara su vida al servicio de los pobres y a la formación del clero, concédenos, te rogamos, que, impulsados por su mismo espíritu, amemos cuanto él amó y practiquemos sus enseñanzas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Posted on: Fri, 27 Sep 2013 06:33:28 +0000

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