Santa Hildegarda:"Lux sui populi" del Papa Benedicto XVI Santa - TopicsExpress



          

Santa Hildegarda:"Lux sui populi" del Papa Benedicto XVI Santa Hildegarda, virgen y doctora de la Iglesia De la Carta apostólica Lux sui populi del Papa Benedicto XVI (nn. 1-3. 6-7) En santa Hildegarda de Bingen se advierte una extraordinaria armonía entre la doctrina y la vida cotidiana. En ella la búsqueda de la voluntad de Dios en la imitación de Cristo se expresa como una constante práctica de las virtudes, que ella ejercita con suma generosidad y que alimenta en las raíces bíblicas, litúrgicas y patrísticas a la luz de la Regla de san Benito: resplandece en ella de modo particular la práctica perseverante de la obediencia, de la sencillez, de la caridad y de la hospitalidad. En esta voluntad de total pertenencia al Señor, la abadesa benedictina sabe involucrar sus no comunes dotes humanas, su aguda inteligencia y su capacidad de penetración de las realidades celestes. Hildegarda nació en 1089 en Bermersheim, en Alzey, de padres de noble linaje y ricos terratenientes. A la edad de ocho años fue aceptada como oblata en la abadía benedictina de Disibodenberg, donde en 1115 emitió la profesión religiosa. A la muerte de Jutta de Sponheim, hacia 1136, Hildegarda fue llamada a sucederla en calidad de «magistra». Delicada en la salud física, pero vigorosa en el espíritu, se empleó a fondo por una adecuada renovación de la vida religiosa. Fundamento de su espiritualidad fue la regla benedictina, que plantea el equilibrio espiritual y la moderación ascética como caminos a la santidad. Tras el aumento numérico de las religiosas, debido sobre todo a la gran consideración de su persona, en torno a 1150 fundó un monasterio en la colina llamada Rupertsberg, en Bingen, adonde se trasladó junto a veinte hermanas. En 1165 estableció otro en Eibingen, en la orilla opuesta del Rin. Fue abadesa de ambos. Dentro de los muros claustrales atendió el bien espiritual y material de sus hermanas, favoreciendo de manera particular la vida comunitaria, la cultura y la liturgia. Fuera se empeñó activamente en vigorizar la fe cristiana y reforzar la práctica religiosa, contrarrestando las tendencias heréticas de los cátaros, promoviendo la reforma de la Iglesia con los escritos y la predicación, contribuyendo a mejorar la disciplina y la vida del clero. La profunda espiritualidad presente en sus escritos ejercita una relevante influencia tanto en los fieles como en las grandes personalidades de su tiempo, involucrando en una incisiva renovación la teología, la liturgia, las ciencias naturales y la música. Habiendo enfermado el verano de 1179, Hildegarda, rodeada de sus hermanas, falleció con fama de santidad en el monasterio de Rupertsberg, en Bingen, el 17 de septiembre de 1179. En sus numerosos escritos Hildegarda se dedicó exclusivamente a exponer la divina revelación y hacer conocer a Dios en la claridad de su amor. La doctrina hildegardiana se considera eminente tanto por la profundidad y la corrección de sus interpretaciones como por la originalidad de sus visiones. Los textos por ella compuestos aparecen animados por una auténtica «caridad intelectual» y evidencian densidad y frescura en la contemplación del misterio de la Santísima Trinidad, de la encarnación, de la Iglesia, de la humanidad, de la naturaleza como criatura de Dios que hay que apreciar y respetar. Estas obras nacen de una experiencia mística íntima y proponen una incisiva reflexión sobre el misterio de Dios. Una de las cumbres del magisterio de Hildegarda es la pesarosa exhortación a una vida virtuosa que ella dirige a quien se compromete en un estado de consagración. Su comprensión de la vida consagrada es una verdadera «metafísica teológica», porque está firmemente enraizada en la virtud teologal de la fe, que es la fuente y la constante motivación para comprometerse a fondo en la obediencia, en la pobreza y en la castidad. En la realización de los consejos evangélicos, la persona consagrada comparte la experiencia de Cristo pobre, casto y obediente y sigue sus huellas en la existencia cotidiana. Esto es lo esencial de la vida consagrada. La eminente doctrina de Hildegarda recuerda la enseñanza de los apóstoles, la literatura patrística y los autores contemporáneos, mientras encuentra en la Regla de san Benito de Nursia un constante punto de referencia. La liturgia monástica y la interiorización de la sagrada Escritura constituyen las directrices de su pensamiento, que, concentrándose en el misterio de la encarnación, se expresa en una profunda unidad de estilo y contenido que recorre íntimamente todos sus escritos.
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 10:33:48 +0000

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