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Santa Teresa de Jesús tamaño de la fuente Imprimir Email ¡Escribe el primer comentario! Valora este artículo1 2 3 4 5 (3 votos) FIESTA: 15 DE OCTUBRE Santa Teresa de Ávila, Doctora de la Iglesia, es la santa de la naturalidad sobrenatural. Ella nos contagia en deseos de amar cada día más a Dios y de alcanzar la santidad. «Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.» Esta famosa poesía es reflejo de la profunda vida interior de una de las más famosas santas que ha tenido la Iglesia Católica. El Papa Pablo VI la declaró Doctora de la Iglesia. Teresa nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Su propio nombre era Teresa Sánchez. Ella tenía 11 hermanos. Con uno de ellos, Rodrigo, de niños eran muy aficionados a leer vidas de santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así fue que decidieron ir a tierras de mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser martirizados y conseguirse un buen puesto en el cielo. Pero su plan quedó definitivamente frustrado ya que de camino se encontraron con un tío suyo que los devolvió a su casa. Entonces dispusieron construir una celda en el solar de la casa e irse a rezar allá, sin que nadie los molestara ni los distrajera. La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Ella dice en su autobiografía: Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan grande que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera. Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en adelante. Y lo ha hecho maravillosamente bien. Sigue diciendo ella: Por aquel tiempo me aficioné a leer novelas. Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras faltas. Comencé a pintarme y a buscar parecer y ser coqueta. Ya no estaba contenta sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas lecturas me dejaban tristeza y desilusión. Afortunadamente su papá se dio cuenta del cambio de su hija y la llevó a los 15 años, a estudiar interna en el colegio de hermanas Agustinas de Ávila. Allí, después de un año y medio de estudios enfermó y tuvo que volver a casa. Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos Las Cartas de San Jerónimo, y allí supo por boca de tan grande santo, qué peligrosa es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería religiosa. Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él, que la quería muchísimo, le respondió: Lo harás, pero cuando yo ya me haya muerto. La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y entonces se fugó de la casa. Dice en sus recuerdos: Aquel día, al abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos. La santa, con 20 años, entró al convento de Ávila. Su padre al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Un año más tarde hizo sus votos de castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas Carmelitas. Poco después enfermó gravemente y no lograban sacarla adelante. En este momento empezó a practicar, avanzando mucho en este aspecto, la oración mental. Decía después que si en este tiempo no hizo mayores progresos fue porque todavía no tenía un director espiritual y sin esta ayuda no se puede llegar a verdaderas alturas en la oración. A los tres años de estar enferma le pidió a San José la gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la salud. En adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a San José, y todos los conventos que fundará los consagrará a este gran santo. Teresa tenía un gran encanto personal, una alegría contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento que la llevaba a corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la estima de todos los que la rodeaban. En aquellos tiempos existía en los conventos de España la mala costumbre de que las religiosas gastaban mucho tiempo en la sala recibiendo visitas y charlando con las muchas personas que iban a gozar de su conversación. Y esto le quitaba el fervor en la oración y no la dejaba concentrarse en la meditación y se llegó a convencer de que debía dejar de orar tanto. A ella le gustaban los Cristos bien chorreantes de sangre. Y un día al detenerse ante un crucifijo muy sangrante le preguntó: Señor, ¿quién te puso así?, y le pareció que una voz le decía: Tus charlas en la sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa. Ella se echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese día ya no volverá a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no llevan a la santidad. Y Dios en cambio le concederá enormes progresos en la oración y unas amistades formidables que le ayudarán a llegar a la santidad. Teresa tuvo dos grandes ayudas para crecer en santidad: su gran inclinación a escuchar sermones y su devoción por grandes personajes celestiales. Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y satanás le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque todo eso le producía aburrimiento, su confesor le dijo que si dejara de rezar y de meditar se entregaría incondicionalmente al poder de Satanás. Eligió como maestro de oración al Espíritu Santo. Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Cada visión le dejaba un intenso deseo de ir al cielo. Desde entonces - dice ella - dejé de tener miedo a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho. Relata así una de las visiones: Vi un ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro que ardía al rojo vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en mi corazón. Desde ese momento sentí en mi alma el más grande amor a Dios. Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir: demostrar a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo ama con todo su corazón. Y obtener que otros lo amen también. Al hacer la autopsia del cadáver de la santa encontraron en su corazón una cicatriz larga y profunda. En aquella época las comunidades religiosas habían decaído de su antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual ayudaba mucho a la relajación. Santa Teresa, que llevaba ya 25 años en el convento, se propuso fundar un nuevo convento, con pocas hermanas pero bien fervorosas. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos de Carmelitas Descalzas, poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas. Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas descalzos Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras que se han hecho famosas. Su autobiografía titulada El libro de la vida; El libro de las Moradas o Castillo interior y Las fundaciones o historia de cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió en medio de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con claridad impresionante sus experiencias espirituales. Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día siguiente que era 15 de octubre, ya que, curiosamente, ese día empezó a regir el cambio del calendario, cuando el Papa añadió 10 días al almanaque para reparar un error que venía desde muchos años atrás. La religiosa que relató la muerte de Teresa cuenta que repetía con frecuencia: Señor, soy una hija de la Iglesia y que, en el momento de recibir el Viático, dijo: Ha llegado el tiempo de vernos, Amado mío, mi Señor. Seguidamente añade la relación: Siempre en oración, llena de alegría y gozo, con el rostro radiante rindió su espíritu a nuestro Señor. Es canonizada en el año 1622. Oremos Pidámosle a la Santa que nos enseñe a orar con la confianza con que ella lo hacía. Ella escribió: No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. (Vida, 8, 2). Terminamos pidiendo: Señor, Dios nuestro, que por tu Espíritu has suscitado a Santa Teresa para mostrar a tu Iglesia el camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad. Amén. Escritos de Santa Teresa de Jesús
Posted on: Tue, 15 Oct 2013 20:36:59 +0000

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