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Sergio Massa se convirtió en la figura más cotizada de la política nacional. Le ganó al candidato del gobierno nacional, Martín Insaurralde, por casi seis puntos de diferencia en el distrito electoral más populoso del país. El intendente de Tigre no sólo quedó en inmejorable posición para imponerse en Buenos Aires en octubre próximo, también se anotó en la carrera para suceder a Cristina Kirchner o a Daniel Scioli, sus principales rivales dentro del peronismo. Massa logró imponer su estrategia de construcción política sin confrontar abiertamente con el kirchnerismo. A minutos de confirmarse su triunfo aseguró: “vamos a defender lo que está bien, como la asignación universal por hijo o la recuperación de las jubilaciones y lucharemos para cambiar lo que está mal como la inseguridad y la inflación”. Ante la requisitoria periodística se extendió: “no adhiero a la teoría del péndulo, esa idea que sugiere arrasar con todo lo que se hizo antes aunque esté bien”. El flamante candidato a diputado por el Frente Renovador sabe a quienes les habla. En esto Massa se diferencia del resto de los opositores al gobierno nacional. Tanto Francisco De Narváez como José Manuel De la Sota, dentro del PJ, Hermes Binner, Elisa Carrió y Mauricio Macri, son partidarios de arrasar con las líneas directrices del llamado “modelo kirchnerista”. En esa postura están a tono con los sectores más concentrados de la economía. Es lo que los diarios de mayor circulación del país les reclaman desde sus editoriales. “El establishment quiere ver una luz en Tigre”, tituló La Nación cuando Massa todavía no se había lanzado al ruedo electoral. Difícil encontrar una frase más elocuente. ¿Y Massa qué dice? ¿Es la “esperanza blanca”, el nuevo paladín anti k? Es curioso pero el kirchnerismo y la derecha política y mediática coinciden en la necesidad de asignarle ese rol. El oficialismo sólo ve con buenos ojos la adhesión ciega o la sumisión, por eso lo considera el verdadero enemigo y la oposición busca con ansias “una espada sin cabeza”. Es más que evidente que el intendente de Tigre no es un revolucionario pero está muy lejos de ser un conservador. Es peronista. Como casi todos en la provincia de Buenos Aires si se tiene en cuenta la última elección. Pero a pesar de las grandes diferencias que lo alejaron del kirchnerismo, no parece dispuesto a borrar su historia de un plumazo. Vale recordar que fue quien impulsó el sistema de cobertura previsional para los mayores de 70 años, participó junto a Amado Boudou en la estatización de las AFJP y presentó en el Teatro Argentino de La Plata y como Jefe de Gabinete junto a la presidenta de la Nación y a Gabriel Mariotto, el proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales (a la espera de validación en la Corte Suprema), que hasta hace algunos meses seguía reivindicando. Con Massa se cumple aquello de que no hay peor astilla que la del mismo palo. Más allá de la lógica matemática con la que la Presidenta intentó disimular la derrota electoral (“somos la primera minoría del país”), el revés político en los cinco distritos más importantes fue contundente. Sólo un proceso autocrítico puede volver a poner en carrera a los candidatos de la escudería oficial. Mientras tanto el intendente de Tigre deberá tomar decisiones fundamentales en los próximos meses que van más allá de participar en una elección o definir sus aspiraciones presidenciales. “En la vida hay que elegir”, fue la frase que utilizó el kirchnerismo para cuestionar lo que denominó la “ambigüedad de Massa”. El establishment sigue buscando un candidato. Basta saber quién está dispuesto a otorgárselo. (Reynaldo Sietecace)
Posted on: Mon, 12 Aug 2013 22:33:57 +0000

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