Sesenta años después de sus vuelos suicidas, Yeager sigue siendo - TopicsExpress



          

Sesenta años después de sus vuelos suicidas, Yeager sigue siendo incapaz de ver en ellos el menor sesgo épico. ``Alguien tenía que hacer el trabajo', comenta ante los perplejos entrevistadores de televisión que esperan que el general retirado, quien a sus 74 años sigue volando por placer, desentrañe el misterio del heroísmo. Yeager es una especie de magnífico plomero del aire. Encuentra huecos, limpia la zona, traza una ruta de evacuación. Sus respuestas son las de un artesano incapaz de advertir que está a punto de que todo se vuelva mierda. A los 22 años Chuck Yeager participó en la segunda guerra mundial, fue herido en combate y derribó 13 aviones. A los 24 años, estaba dispuesto a volar rumbo a su propia aniquilación. El único problema es que no había modo de frenarlo. En sus primeros vuelos con el X-1 llegó a Mach 0 .85 y 0 .9 sin autorización de la base. El vuelo definitivo se adelantó para el martes 14 de octubre de 1947. El domingo Yeager se emborrachó como de costumbre en la cantina de Pancho Barnes y subió a un caballo para pastorear armadillos a la luz de la luna. Cayó en algún lugar del desierto y se fracturó dos costillas. El martes estaba en la cabina del X-1, untando champú en los controles del tablero para evitar que se congelaran en la altura, con dos costillas rotas y un paracaídas que sólo servía de colchón. Le costaba trabajo alcanzar la puerta y llevó un palo de escoba para ayudarse. En estas condiciones subió al cielo y produjo el estruendo del que fue el primero en salir. ``Cuando la velocidad llegó a Mach 1.05 -escribe Tom Wolfe-, Yeager tuvo la sensación de rebasar el techo del cielo. El aire adquirió un tono púrpura profundo y todas las estrellas y la luna salieron de pronto, y el sol brilló al mismo tiempo. Había alcanzado una capa de la atmósfera superior donde el aire es demasiado delgado para contener partículas reflejantes. Estaba sencillamente viendo el espacio. El X-1 se acercaba a la cima de su ascención y le quedaban siete minutos... de Paraíso Aviador. Iba más rápido que ningún otro hombre en la historia, todo era casi silencioso allá arriba, pues había agotado su provisión de combustible y estaba tan alto, en un espacio tan vasto, que apenas había noción de movimiento. Era amo del cielo. Era la soledad de un rey, única e inviolable, sobre el domo del mundo. Le llevaría siete minutos reorientar la ruta y descender a Muroc.' Cincuenta años después, Chuck Yeager narra la escena como si nunca hubiera despegado y Tom Wolfe como si nunca hubiera aterrizado. En la tercera roca a partir del sol, el cielo sigue siendo una barrera misteriosa. ..........
Posted on: Mon, 22 Jul 2013 19:09:14 +0000

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