Sobre el dolor, el enfermero y las enfermedades Autodenominado - TopicsExpress



          

Sobre el dolor, el enfermero y las enfermedades Autodenominado arkegueta, aprendiz constante (mejor que filósofo), Alberto Buela brindó una conferencia sobre el concepto y el sentido del dolor, en el que hay conceptos para reflexionar:Max Scheler: “El concepto superior más formal y general bajo el que se puede poner todo sufrimiento (desde la sensación de dolor hasta la desesperación metafísico-religiosa) me parece que es el concepto de sacrificio”. por ALBERTO BUELA Hablando ante este congreso de médicos, sé que ustedes tienen varias razones para meditar sobre el dolor: Primero: la obligación que les legó Hipócrates ante un enfermo de, si no logran hacer el bien, al menos evitar un dolor mayor (malum vitando). Segundo: aliviar el dolor por los síntomas de la enfermedad, y por último, que los médicos, de entre todas las profesiones, son los que tienen mayor contacto con el dolor. El dolor es lo que el paciente dice que duele, la experiencia del dolor es siempre subjetiva y personal. ¿Podemos ir más allá?. El problema del dolor para las ciencias, la medicina y las neurociencias, se limita a la forma de combatirlo, mientras que desde la filosofía se intenta una respuesta “al sentido del dolor”. La diferencia entre el dolor y el sufrimiento es que éste último queda y el dolor pasa. Del dolor buscamos liberarnos mientras que cuando nos aferramos al dolor, sufrimos. El dolor y el sufrimiento forman parte esencial de la vida del hombre sobre la tierra, incluso hay autores que sostienen que el sufrimiento es la clave de la vida, cuantas veces hemos escuchado que “la vida es un valle de lágrimas”. “No hay exigencias más ciertas que las que el dolor hace a la vida”, afirma Jünger Pero si el dolor es esencial a la existencia del ser humano, porqué duele entonces?. Porque el dolor hiere, ese es el sentido primero de la palabra. Sobre esta herida los griegos por boca de Aristóteles, el más sabio de entre ellos, afirmaron: “El dolor es la privación de lo que es conforme a la naturaleza” . El dolor para ellos era una privación de ser, como lo eran la sordera, la ceguera y otras falencias. En cuanto a la responsabilidad del hombre ante el dolor, éste nace de lo que el hombre deja de hacer o hace mal. Se transforma así, en el principal productor del dolor. Al respecto Emanuel Kant, el gran filósofo alemán llega a afirmar en el siglo XVIII que: “la civilización produce más y más profundos sufrimientos que los que mitiga”. En nuestros días la civilización de la técnica en que vivimos produce dos efectos contradictorios entre sí: a) lleva a buscar soluciones prácticas que desembocan en el escepticismo y b) produce más dolor de unos a otros con sus inventos destructivos del que sin ella podrían haberse causado.(vgr. La bomba atómica). Para comenzar esta meditación tenemos que tener en cuenta que nosotros vivimos después de la invención del cloroformo y la anestesia de modo tal que todas la meditaciones anteriores a esta época tienen un valor muy relativo, pues antes las teodiceas venían a disculpar la miserias de la vida expresadas a través de la inconveniente realidad del dolor. Y así se sostenía que el dolor es consecuencia del pecado original de Adán y Eva, quien introduce el mal en el mundo. Y a partir de allí se sacaban una serie de conclusiones para combatir las consecuencias del dolor. Esto nosotros no lo podemos hacer hoy en esta meditación, más allá que creamos o no en el relato bíblico, porque el ejercicio profesional de nuestra disciplina nos obliga a hurgar racionalmente en el sentido del dolor. En filosofía cuando uno comienza trabajar un tema o problema lo primero que se recomienda es la aproximación etimológica. Así el término dolor es un derivado directo y sin variaciones del latín dolor que proviene del verbo dolere que significa sufrir o ser golpeado. Vemos que inmediatamente aparece el término sufrir, que viene del verbo suffero que está compuesto por el sufijo sub= bajo y ferro=soportar, llevar. Sufrir significa, entonces, soportar por abajo o sobrellevar ocultos algo. El francés souffrance y en inglés souffering participan de la misma raíz. Mientras que dolor se dice inglés pain, en alemán pein, en holandés pine que viene del latín poena=pena, que originalmente significaba castigo. Esta aproximación etimológica nos abre al fenómeno del dolor a dos puntas, pues por un lado vemos como el dolor es algo que nosotros padecemos como un castigo y lo manifestamos en forma explícita, mientras que el sufrimiento es algo que nosotros soportamos en forma reservada. Ahora bien, la manifestación del dolor encierra dos tipos básicos: el lastimero y el doliente. El primero se manifiesta en el hombre que grita, que gesticula y el segundo en el hombre que se queja, que suspira, que lamenta. La primera actitud indica un acto y la segunda un estado. El lastimero vive el dolor con aflicción: con sorpresa, miedo, susto, lástima que luego de la exaltación en el grito o el gesto, le sigue una sensación paralizante, mientras que en el doliente vive el dolor con resignación (aquello que no se puede remediar hay que saber soportar). La afección dolorosa que excede el máximo de intensidad produce la pérdida de conocimiento o ausencia de dolor que se conoce desde la antigüedad como trauma, que viene del griego y significa herida. Nosotros vamos a seguir en nuestro análisis las enseñanzas que nos dejó la axiología o filosofía de los valores y la fenomenología o filosofía que se atiene a la descripción de lo que aparece (los fenómenos). Y así podemos distinguir de entrada que existen diferencias de profundidad en los sentimientos de dolor: a) las sensaciones, b) los sentimientos vitales, c) los anímicos y c) los puramente espirituales. Estos niveles o dominios son los que nos permiten un acceso fenomenológico al dolor. La civilización de la técnica en la que vivimos inmersos ha logrado suprimir muchas causas de dolor y crear muchas de placer pero solo en las zonas más superficiales del sentir. Así en el ámbito de las sensaciones ha logrado avances extraordinarios desde la anestesia hasta la terapia neuronal. En el de los sentimientos vitales que tienen que ver con el conjunto del organismo vivo que se manifiestan en el agotamiento o vigor, en la tranquilidad o miedo, en la sensación de salud o enfermedad, han sido mucho menores los avances. Lo mismo que en el de los sentimientos anímicos referidos “al yo”, donde el sentimiento no depende ya de la situación como en el caso de los dos anteriores y se vuelve intencional y capta valores. Y finalmente tenemos los sentimientos espirituales o metafísicos en donde nuestra civilización actual solo ha aportado desazón, cuando no desesperación. Y al respecto afirma el filósofo Max Scheler: “El concepto superior más formal y general bajo el que se puede poner todo sufrimiento (desde la sensación de dolor hasta la desesperación metafísico-religiosa) me parece que es el concepto de sacrificio” . Ahora bien, todo sacrificio es por algo y ese algo es el que le da sentido al dolor. En el sacrificio un bien de orden inferior (el dolor físico) es entregado a cambio de un bien de orden superior (el bienestar de la familia). La herida del soldado en la guerra es entregada por la patria. El dolor del parto en función del hijo por nacer. Aparece acá la relación entre la parte que se entrega en lugar del todo. Así el dolor bajo la categoría de sacrificio es entendido “en lugar de”, que debemos distinguir acá de la algofilia que es la perversión que consiste en una apetencia por el dolor físico. Diferentes teorías del dolor y el sufrimiento La primera de las teorías sobre el dolor y el sufrimiento que encontramos en el curso del desarrollo histórico de la filosofía es la perteneciente a la escuela epicúrea. Epicuro de Samos en el siglo IV a.C. fue el fundador de la escuela que lleva su nombre. Su propuesta para el logro de una vida buena y feliz fue la ataraxia, que traducimos por indiferencia o imperturbabilidad. Y la felicidad era la búsqueda del placer y sinónimo de de la ausencia de dolor o cualquier aflicción. Sostuvo que: Todos los seres vivientes buscan los placeres y huyen de los dolores. Del dolor se huye. Y en carta a Manecio, Epicuro expresa su sofisma de la no coincidencia cuando dice: “la muerte es algo que no nos afecta porque mientras vivimos no hay muerte; y cuando la muerte está ahí, no estamos nosotros. Por consiguiente, la muerte es algo que no tiene que ver nada ni con los vivos ni con los muertos”. En el fondo es una evasión hedonista del dolor y su propuesta fue retirarse de la vida social para encontrarse con sí mismo y un grupo de amigos. La segunda de las teorías es la sostenido por los estoicos. Escuela fundada por Zenón de Kition y su continuador Crisipo, también del siglo IV a.C. que sostiene la sencillez y sobriedad de la vida donde el hombre es un micro cosmos y el principio supremo es vivir conforme a la Naturaleza y la Razón a través de la apatheia=impasibilidad. El dolor se soporta. El dolor y el sufrimiento nacen cuando se quiebra este principio. La felicidad va unida a la virtud y el sufrimiento al vicio. Fue la escuela más admirada por los romanos donde Séneca, el emperador Marco Aurelio y el esclavo Epícteto son sus principales representantes. Y tuvo una gran influencia sobre el cristianismo a través de los Padres de la Iglesia. La tercera de las teorías del dolor la encontramos en Buda y en los upanisades brahmánicos de la India que interpretan el dolor como castigos por los errores de la vida anterior. La existencia es dolor y todo sufrimiento es ilusorio. El remedio ante el dolor es la separación del yo respecto de los deseos que lo individualizan y su inmersión en la non voluntas, el nirvana o “calma chicha”, para decirlo en criollo, donde el yo individual se apaga. Al no haber yo no hay sujeto de dolor. En una palabra se impide el dolor, eliminando la resistencia al dolor. El principio de la tolerancia pasiva, de la no resistencia al mal ni al dolor que el hinduismo posterior desarrolla a través del método Influenciado por esta escuela el filósofo Arturo Schopenhauer definió el dolor y el sufrimiento como de una voluntad contrariada. Otra teoría del dolor es la esbozada en el Antiguo Testamento y toda la tradición vétero testamentaria posterior que ve el dolor y el sufrimiento como castigo. Se realiza en la tierra la justicia divina de reparación de los pecados por el dolor como castigo. Su formulación se encuentra en la ley judía del Talión: ojo por ojo y diente por diente. Finalmente tenemos la teoría del dolor de raíz cristiana donde el sufrimiento y el dolor tienen un nuevo sentido, no ya como castigo sino como purificación, por medio del cual Dios en su infinita misericordia, envía el dolor y el sufrimiento como un amigo del alma. La purificación no se debe entender como una complacencia en el sufrimiento como sucede con la algofilia o el masoquismo, sino separación de lo genuino de lo inauténtico, descartando lentamente lo inferior de lo superior, lo valioso del disvalor, lo espurio de lo puro, en el centro de nuestra persona. La ascesis cristiana como método para saber soportar por el sacrificio personal el dolor está subordinada a la virtud del amor, no obstante el sufrimiento en sí mismo no aproxima a Dios para el cristiano, sino que es el hombre de fe, de pistis, que tiene el crédito (pisteos) de gozarse ante Dios, el que puede de manera adecuada soportar el dolor y el sufrimiento. Estas cinco teorías del dolor esbozadas acá esquemáticamente nos muestran, mutatis mutandi, las respuestas que tenemos a mano hoy en el mundo. Los epicúreos representan en gran medida la sociedad capitalista de consumo que pone la felicidad en la posesión de cosas y bienes. Los estoicos están representados por aquellos que sin tener una visión trascendente de la vida, como los ecologistas, ponen la felicidad en un equilibrio con la naturaleza. O lo que fue el héroe del siglo XIX, el hombre cuyo único poder era el de su fuerza moral, la capacidad de sobreponerse a sus propios miedos. Reducido a conciencia, el yo esencial se desvinculaba de su carne, y convertía al propio cuerpo en objeto para sí. La hindu-budista con la anulación del yo personal en el nirvana, que no distingue entre sufrimiento noble e innoble, es asumida, en general, por el mundo oriental. La visión vétero testamentaria está representada por un reducido, pero poderoso grupo, que ve en el resarcimiento económico el pago al dolor como castigo. (ej. Las compañías de seguros, los bancos, las grandes corporaciones, etc.). Finalmente la concepción cristiana del dolor que ha ido lentamente perdiendo vigencia a causa del avance formidable e incontenible de las visiones hedonistas y materialistas de la vida. El crédito, como observa Giorgio Agamben, ha sustituido a Dios, y su forma pura es el dinero. ¿Qué conclusión nos permite sacar esta breve meditación?. Que el hombre no se destruye por sufrir y padecer sino que se destruye cuando padece sin sentido. Solo el concepto de sacrificio, la aceptación voluntaria del dolor, permite la trasmutación de éste en fuerza para otros fines. Además, todo sacrificio es por algo y ese algo (los amigos, la familia, el club, la patria, el hospital, la humanidad, Dios) es el que le da sentido al dolor. De alguna manera nos hacemos mejores por medio del sacrificio como acto conciente, pero paradójicamente, el umbral del dolor es directamente proporcional al nivel de conciencia. Como la incredulidad del hombre contemporáneo no le permite creer en lo que no cree, y si es auténtico, no hacer la parodia de creer porque dice que cree, la única posibilidad meramente filosófica que encontramos ante el dolor es entender que la conciencia de sí es lo único que le permite al hombre seguir siendo un ser humano y desde allí trabajar el dolor. Y esta conciencia de sí la tiene el hombre como persona (ser único, singular e irrepetible, moral y libre). Es por eso, que con justicia, se afirma que hay enfermos y no enfermedades, y así deben de ser tratados pacientes. Si bien hemos comenzado esta charla afirmando que el dolor es lo que el paciente dice que le duele, el acceso al fenómeno del dolor es, cambiando lo que haya que cambiar, similar al de la muerte. Nadie se muere por otro. La muerte es un “aún no”, otros se mueren, y sin embargo, algo podemos saber acerca de la muerte como del dolor, a través de la asistencia amorosa al enfermo o al moribundo. Uno se com-padece, es decir, padece con el otro y solo desde allí lo puede asistir en forma adecuada. Pero la resolución del dolor y de la muerte es absolutamente personal e intransferible. Los que asisten habitualmente al doliente y al lastimero, en primer lugar los médicos, enfermeros, monjas, curas, policías, bomberos, militares (en la guerra) todos llevan una coraza especial para enfrentar al dolor: el uniforme. Pareciera ser, que esa vestimenta disciplinada los defendiera del dolor que implícitamente está considerado como malo. El uniforme no solo, emblemáticamente, lo defiende del dolor sino que le dice a los dolientes “este te va a proteger, ayudar o curar”. Ante el enfermo los médicos suelen ser parcos, no caen en el sentimentalismo televisivo sino más bien, que su discurso en el lecho del enfermo es indirecto, no se le habla a él sino a quien lo acompaña, pero para que él escuche. El asistente al lecho del enfermo es fundamental para la mejor comprensión del dolor y la posterior recuperación del paciente.
Posted on: Sat, 29 Jun 2013 19:53:44 +0000

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