Sobre la disolución de acción Lacaniana Gerardo Arenas Comencé - TopicsExpress



          

Sobre la disolución de acción Lacaniana Gerardo Arenas Comencé a trabajar en La Plata hace quince años por invitación de Lito Matusevich, cuando un cártel que lo tenía como más-uno se convertía en institución. Era el origen de CITA y, para mí, la ocasión de empezar a colaborar con muchos colegas a quienes no conocía e incluso de trabar amistad con varios de ellos. Un par de años después, una desgraciada contingencia me obligó a prestar atención a la política institucional, un tema que antes me tenía sin cuidado. Pese a eso, cuando más adelante se quebró CITA y se fundó acción Lacaniana, jugué mis cartas por fidelidad a Lito pero en contra de mi lectura política de las circunstancias y al precio de tomar distancia de otras amistades que quedaron en la orilla opuesta de la rajadura. Fue muy doloroso, y sé que otros fundadores de acción Lacaniana transitaron procesos de estructura similar. Esa estructura, tan estudiada y elucidada por Freud, por Lacan y por Miller, entre otros, es responsable de los efectos segregativos que la sujeción a un significante amo produce. Esos efectos se incrementaron con el tiempo. De hecho, el indiscutible éxito institucional de acción Lacaniana fue al mismo tiempo la medida del fracaso de su relación con la Escuela. Los síntomas de esa discordancia se acumularon con el tiempo. El cártel que dio origen a CITA terminó precipitando en dos grandes instituciones, en otras dos agrupaciones menores, y en un tendal creciente de exiliados, mientras que la situación de La Plata ante el IOM resultaba, en consecuencia, cada vez más absurda y patética, y ya era un hecho que los grupos, que aquí crecían y se multiplicaban, en lugar de ser, para los analistas platenses, un puente hacia la Escuela, se habían convertido en el principal escollo para ese objetivo. Finalmente, la potencia segregativa de los efectos de grupo, que ya había provocado el alejamiento de valiosos colegas de acción Lacaniana, recayó sobre un conjunto de personas que en ese entonces trabajábamos en la revista Litura. Una nueva fractura comenzó a perfilarse como la única salida posible para el malestar, que se había tornado insoportable. Todos los involucrados teníamos la certeza absoluta de que esa era una película que ya habíamos visto y, en algunos casos, protagonizado. ¿Cómo evitar otra repetición? La pregunta nos atormentó hasta el momento en que se me ocurrió una idea desesperada: la instalación de la Escuela en La Plata podría ser la ayuda contra la repetición de los efectos de grupo y de sus consecuencias obscenas. Entonces, ¿por qué no apostar a la creación de una Sección platense de la EOL? Por delirante que pudiera parecer a primera vista, la sola perspectiva de esa solución alivió el malestar y evitó la pesadillesca ruptura que parecía imponerse como única salida. Con esa iniciativa me dirigí a la Escuela. Y la Escuela, que –para mi sorpresa– parecía estar esperándola, respondió. La EOL se hizo demandar la Sección, La Plata se puso en Movimiento, la Escuela acogió ese Movimiento, el MOL, y de ese encuentro seguramente nacerá, en breve, la soñada Sección platense de la EOL. ¿Era posible no acoger con alegría la disolución de acción Lacaniana? Sí, lo era. De hecho, hace pocos meses un primer empuje a la disolución fue vivamente resistido y al fin sofrenado por la mayoría de los miembros de la institución, entre los cuales me incluyo, y no porque nos opusiéramos a esa consecuencia necesaria del MOL, sino porque queríamos que fuese precisamente eso, una consecuencia necesaria del espíritu de Escuela, y no un nuevo efecto de arrastre de la función del Uno. Oscar Wilde dice que la paradoja pone a prueba la verdad pues la obliga a bailar sobre la cuerda floja, y nuestra paradoja fue que para poder disolver un efecto de grupo hubo que oponerse a la disolución institucional. Fue una enseñanza para muchos de nosotros. Pues bien, al igual que en el apólogo de los prisioneros, esa primera escansión suspensiva se incorporó al proceso lógico en curso. Pero, a diferencia de ese apólogo, nos llevó a deducir que nuestra prisión no era más que el disco que llevábamos en la frente. Hoy es el momento de la segunda escansión. Volvemos a hablar de disolución. En eso estamos. Pero ya no a puertas cerradas como la primera vez. Ya no hablamos entre nos. Esta conversación se inscribe pues en la serie de acontecimientos que son consecuencia efectiva del MOL. La comunidad platense nos observa y acompaña; la Escuela, también. Los efectos de grupo, ya lo sabemos, no se disuelven por contrato. Hablamos entonces de la disolución institucional de acción Lacaniana, aunque con ello también estemos hablando de la disolución de todas aquellas instituciones platenses en que han cristalizado efectos de grupo. Nosotros también las observamos y acompañamos, al igual que lo hace la Escuela. Reformulo entonces mi pregunta, la enuncio en presente. ¿Es posible acaso no acoger con alegría, ahora, la disolución de acción Lacaniana? No, por supuesto. Sin embargo, como dijo Paula Vallejo, tras la disolución siempre queda un resto, y todos los que hoy celebramos la consolidación de una nueva y poderosa affectio societatis, los que festejamos la reanudación de los lazos amistosos preexistentes, y los que apostamos contra la repetición de la historia –y no lo digo únicamente por nosotros–, estaremos muy atentos al destino que, una vez concluido el proceso de disolución institucional, se dé a ese resto.
Posted on: Thu, 19 Sep 2013 14:06:27 +0000

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