TACOS DE SAL Y AGUA Francisco Javier Nieves Aguilar Con el - TopicsExpress



          

TACOS DE SAL Y AGUA Francisco Javier Nieves Aguilar Con el cabello recogido cubierto con un paliacate, María López deja al descubierto su rostro marcado por el paño. Viste falda en color rosa, blusa azul y huaraches de plástico totalmente desgastados. María es joven aún. Apenas 34 años, pero a simple vista pensaría uno que tiene alrededor de 50. Tez morena y delgada de figura. El viernes por la tarde llegó a Ixtlán. Se apersonó en las oficinas del Express Regional pidiendo “una limosna”. Sus labios resecos pedían a gritos un vaso de agua. Sus dos hijos también estaban siendo presas de la deshidratación. El reloj marcaba las tres de la tarde menos 20 minutos, pero a esa hora no habían probado alimento en todo el día. César, mi hijo, les ofreció unas galletas que comieron con avidez. Con eso mitigaron un poco su hambre. María es una joven mujer huichola que radica en una pequeña y alejada comunidad conocida como “Rancho Osote”, perteneciente al municipio de La Yesca. En castellano mal pronunciado, confiesa que esta localidad se ubica “a dos horas del poblado de El Ciruelo”, municipio de Jala; pasando el río Lerma Santiago. El Osote –dice- se compone de apenas tres o cuatro casas en las que habita una sola familia, pero deben ser apenas unas chozas construidas a base de piedra, lodo, ramas y palizadas. Ni siquiera tienen luz eléctrica y ni tampoco conocen las estufas. Cocinan en hornillas. Después de haber saciado su sed, María López confiesa con aflicción que su esposo padece de diabetes, desde hace cuatro años. Casi no trabaja y cada mes es sometido a análisis médicos, pues temen que tenga otra enfermedad más fuerte aún. Lo peor de todo es que no hay dónde trabajar. La mayoría de las veces desayunan y comen tortilla con sal; “y a veces con chile”…. “¿Con jitomate?”, le pregunta el reportero; “No, así nomás, a mordidas”, señala con su endeble voz. Ella misma hace las tortillas, pero a base de Maseca, “porque no hay máiz” – señala - ; hasta que salga esta milpita”. Eso es lo único que baila en sus estómagos; por la noche no hay cena. Cuando bien les va comen un poco de carne de jabalí, no de macho, porque su carne es “hedionda”, sino de hembra; pero eso es esporádico. Tienen tres hijos: Ana, Luis y Yuliana, de 8, 6 y 4 años de edad; la mayor tiene que caminar una hora diario para asistir a clases, subiendo y bajando cerros, desplazándose entre arroyos y sorteando el peligro de animales silvestres. La escuela está ubicada en otra pequeña comunidad conocida como “Majagual”. Sus hijos están creciendo en un ambiente poco propicio, ya que tienen que comer en el suelo sin tener la menor higiene, lo que representa un riesgo para su salud, además de estar expuestos a los cambios de temperatura. De El Osote, María y sus dos vástagos caminaron durante horas para llegar a El Ciruelo, y el viernes por la madrugada arribaron a La Meseta de Jala, de raite. Después pidieron “un aventón” a Ixtlán del Río. Su objetivo no fue otro sino el de recurrir a la caridad, tratando pues de hacerse allegar unos cuantos pesos y por lo menos comer mejor unos dos o tres días. María desconocía dónde iban a pasar la noche, y explicó que regresaría al rancho este miércoles. No cargan equipaje, ni mudas de ropa, ni alimento alguno, sólo una bolsa de ixtle donde oculta otra bolsa de manta tejida por ella misma, tipo huichol. La situación de María López y su familia no es sino el reflejo en que vive gran parte de la población indígena en Nayarit. La extrema pobreza los acosa.
Posted on: Thu, 05 Sep 2013 09:33:18 +0000

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