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TEMA # 1 La inmutabilidad del depósito de la Revelación TOPICO: ¿Qué es la Fe? El Evangelio nos señala los tres rasgos esenciales de la fe: 1º La fe es un don de Dios que se consigue por la oración. Esta es necesaria. Las cuestiones científicas hay que abordarlas científicamente, y las realidades religiosas de modo religioso.Si Dios es una persona, no es posible forzar su voluntad. No hay aquí contradicción alguna. Basta decirle a Dios: «Si existes, Señor, haz que te conozca». Ésta fue la oración del Padre Foucauld antes de su conversión. «Nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae», dice Jesús (Jn 6,44.65). 2º La fe es un acto razonable. Antes de seguirle, Jesús propone que se reflexione con seriedad, como el que se dispone a construir una torre. El creyente debe tener serias razones y suficientes para creer. De ellas hemos hecho más arriba un inventario rápido y sumario. 3º La fe es un acto libre. Dios no viola las conciencias, porque la libertad es la ley del Amor. Jesús nos dice «si tu quieres». La purificación del corazón nos pone en camino: «me dices que dejarías los placeres si encontraras la fe; pero yo te aseguro que encontrarás la fe si dejas los placeres» (Pascal). “El que obra la verdad, viene a la luz” (Jn 3,21). En materia religiosa, como en el amor, llega un momento en el que tendremos que decidir, y nadie puede hacerlo en nuestro lugar. La alegría de la fe Sucede en nuestra relación con Dios como ocurre con una persona que viaja en el tren a nuestro lado. Podemos tratarle como un mueble, o bien podemos darle en nosotros existencia como persona, y como persona próxima. Resulta paradójico que Aquel que nos da la vida y la existencia en cada instante quiere que nosotros tengamos también la alegría de hacerle existir en nuestras vidas por la fe. La reciprocidad es la clave íntima del amor. Humildad de Dios. Por eso Dios no es el gran ausente. Él es, precisamente, «el corazón de nuestras vidas, el que nos hace vivir». A su luz el mundo se hace transparente y fraternal, como lo expresa el cántico al Hermano Sol de San Francisco de Asís. El universo entonces se transforma envínculo de comunión: «Una renuncia dulce y total », dice Pascal. Y en nuestras cruces, también en aquella de la duda –porque la fe no es una evidencia, es siempre una lucha, el combate del amor–, otro, a partir de entonces, reza en nosotros: el Espíritu de Jesús. «Padre mío, me abandono a ti, dispón de mí. Te daré gracias por cualquier cosas que de mí dispongas. Estoy pronto a todo, lo acepto todo. No deseo nada, sino que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, Dios mío. «Pongo mi alma entre tus manos, te la entrego, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo y este amor poner en mí la necesidad de entregarme a ti, sin medida, con una infinita confianza. Porque eres mi Padre» (Ch.de Foucauld). «Señor, ven en ayuda de mi incredulidad» (Mc 9,24) Naturaleza de la Fe La fe en general Fe en general es admitir por cierto lo que otro nos dice. P. e. cuando creo un hecho porque me lo cuenta persona que merece crédito. Así, lo que caracteriza a la fe es admitir una cosa porque otro la dice; o lo que es lo mismo, admitirla por el testimonio de otro. La fe se diferencia: a) de la opinión que no admite las cosas como ciertas, sino como simplemente probables. b) de la ciencia, que admite las cosas como ciertas, pero no porque otro las dice, sino porque uno ve o comprende que son así. P. e. no admitimos que es de día o que dos y dos sean cuatro porque otro lo diga, sino porque vemos y comprendemos que así es. La fe se divide en divina y humana, según que admitamos lo que Dios o el hombre nos enseñan. Hay muchas verdades de fe humana, porque son muchas las cosas que no podemos saber sino por el testimonio de otros; p. e. quiénes son nuestros padres, dónde nacimos, y en general todo acontecimiento que no hemos presenciado personalmente. Fe en sentido estricto. - Sus elementos Fe en sentido estricto es una virtud sobrenatural, mediante la cual aceptamos todas las verdades que Dios nos ha revelado, apoyados en la autoridad del mismo Dios. Decimos que la fe es una virtud sobrenatural, con lo cual denotamos dos cosas: a) que es una virtud que no podemos sacar de nosotros mismos, sino que Dios nos infunde. Y b) que esta por sobre nuestra naturaleza (sobrenatural); y no podemos exigirla como cosa que se nos debe.Tenemos pues que el principio de la fe es Dios, quien la infunde en nuestra alma al recibir el santo Bautismo.El hábito de la fe lo recibimos en el bautismo, pero no podemos producir actos de fe hasta no tener uso de razón. De la misma manera que un árbol no puede producir frutos sino hasta su cabal desarrollo. Decimos luego que mediante la fe aceptamos, esto es, creemos todas las verdades que Dios nos ha revelado.Estas palabras denotan el objeto de la fe. Ella versa sobre las verdades que Dios nos ha manifestado, imponiéndonos el deber de creerlas. Decimos luego que creemos estas verdades "apoyados en la autoridad del mismo Dios". Estas palabras designan el motivo de la fe. Creemos por la autoridad de Dios, que ha revelado, y que no puede engañarse ni engañarnos. Esto es muy importante. No creemos por haber visto, o porque comprendamos lo que se nos enseña. Creemos únicamente por la autoridad de Dios, que nos merece todo crédito. Pues siendo infinitamente sabio, no puede engañarse; y siendo infinitamente santo, no puede engañarnos. 4º Estas verdades nos las enseña Dios por medio de la enseñanza infalible de la Iglesia. Tenemos aquí el cuarto demento de nuestra fe; o sea el medio por el cual Dios hace llegar la fe hasta nosotros: la enseñanza de la Iglesia, a la que colocó como maestra de todos los hombres. Diversas especies de fe Debemos distinguir entre fe divina, fe católica y eclesiástica. Fe católica. Tiene lugar cuando la verdad ha sido revelada por Dios y definida solemnemente por la Iglesia. V. g. la infalibilidad del Papa después del Concilio Vaticano. Fe eclesiástica. Tiene lugar cuando la verdad no ha sido revelada en sí misma, pero sí fue definida solemnemente por la Iglesia; v. gr. la espiritualidad del alma. Fe divina. Tiene lugar cuando la verdad que se cree ha sido revelada por Dios, pero no ha sido definida por la Iglesia. P. e. la infalibilidad del Papa antes del Concilio Vaticano. En la fe debemos distinguir dos cosas: el hábito de ella, que se nos infunde en el bautismo; y el acto de fe que se encuentra en el asentimiento que da nuestro entendimiento a la verdad revelada. Conviene observar que los protestantes tienen una idea errada sobre la fe, pues para ellos la fe no es el asentimiento de nuestra mente sino la confianza de que los méritos de Cristo nos sean aplicados. Confunden pues la fe con la esperanza. I.Idolos e imágenes sagradas ¡Cuántas veces no hemos escuchado a los evangélicos y demás cristianos acusar a los católicos de adorar imágenes! lo que está prohibido en la Biblia, cuando leemos: “Tenga, pues, mucho cuidado de no caer en la perversión de hacer figuras que tengan forma de hombre o de mujer, ni figura de animales, aves, reptiles o peces. Y cuando miren al cielo y vean el sol, la luna, los estrellas y todos los astros, no caigan en la tentación de adorarlos” (Deuteronomio 4, 15-19). Para entender este decreto divino tenemos que situarnos en el contexto histórico, geográfico, cultural y religioso en el momento en que se escribió este libro del Pentateuco: cuando solamente el “pueblo judío” como el “escogido, rendía tributo al único y verdadero Dios revelado a Moisés en el monte Horeb (Éxodo 20,3). Por el contrario, las otras civilizaciones y pueblos antiguos que vivían en la región de la Mesopotamia, adoraban falsos dioses (Josué 24,14). II. LOS IDOLOS DE LOS PAGANOS Las Sagradas Escrituras hacen varias referencias de estas deidades identificándolas con nombres propios. El principal de todos que rivalizaba con Yahvé, era Baal que significa “Amo o Señor”, dios de los cananeos representado en forma de buey, y que fue sometido a la prueba del fuego por el profeta Elías en el monte Carmelo (1 Reyes 18,20-40). También en Babilonio se encontraban los dioses Bel y Marduc (Jeremías 6,23-27), y una enorme serpiente que fue destruida por el profeta Daniel (14, 23-27): al igual, que Moloc, dios de los amonitas con cabeza de toro y cuerpo de hombre ( 1 Reyes 11,7), Dagon, ídolo de los filisteos con figura humana hasta la cintura, y terminando en forma de cuerpo de pez (1Samuel 5,4), El becerro de oro, construido por Aarón y los hebreos durante el éxodo (32,1-8). Mélec, que significa ‘’rey”, y se aplica en el Antiguo Testamento como título a varios dioses legendarios (Isaías 57,9), la “diosa reina del cielo” en Egipto (Jeremías 44, 16-19), al lado de Astarté, diosa cananea de lo fertilidad, Milcom, otro ídolo de los amonitas , Quemos dios de Moab ( 1 Reyes 11, 57), la estrella del dios Refán (Hechos 7,43), Zeus y Hermes para los griegos (Hechos 14,11-12), además de muchos dioses del Canaán (Salmo 106, 38), y de otros pueblo paganos (Jueces 10,6). Estos ídolos de los paganos eran hechos de “oro, plata, Bronce, hierro, madero y piedra” (Daniel 5,4), “tienen boca, pero no pueden hablar tienen ojos, pero no pueden ver” (Salmo 115, 4- 8), ya que son verdaderos “altares de los demonios” (2 Reyes 23,8), “que no sirven para nada” (Jeremías 2,11), ni pueden salvar (Isaías 45,20). Por eso, el apóstol San Juan recalca que hay que cuidarse de los “dioses falsos” (1Juan 5,21), mientras que San Pablo agrega “los dioses hechos por los hombres no son dioses” (Hechos 9,26), “un ídolo no tiene valor alguno en el mundo” (1Corintios 8,4). III. CONDENACION DE YAHVE A LA IDOLATRIA Hay tres razones por las que La Biblia condena este tipo de culto: 1. Porque era algo detestable ante los ojos de Dios: ‘Yo soy el Señor, ése es mi nombre, y no permitiré que den gloria a ningún otro, ni que honren a los ídolos en vez de a mí” (Isaías 42,8). 2. Porque el pueblo judío llegó o introducirlos en el templo sagrado de Jerusalén, la ciudad escogida entre todas las tribus de Israel (1 Reyes 11,32), después de que el rey Salomón en su vejez Cayena en la idolatría (1 Reyes 11, 4; Jeremías 7,30); lo que duró hasta la reforma en el reinado de Josías (2 Reyes 23,4). 3. Porque los israelitas les ofrecieron en su honor vino y cereal (Isaías 57, 6), Incienso en altares de ladrillo y sobre los montes (Isaías 65, 3.7); sacrificaban toros, mataban hombres, degollaban ovejas, desnucaban perros y derramaban la sangre de los cerdos (Isaías 66,3). Incluso, “han sacrificado en el fuego a sus propios hijos” (Ezequiel 23, 37). Fueron estas las causas por las que el Señor castigó ejemplarmente a Israel (Jeremías 44. 22-23). La religión en el hombre La palabra religión proviene del latín “religare” y quiere decir ‘unir” o “atar” al hombre, como criatura creada; con Dios, como ser creador y supremo. En las primeras civilizaciones, culturas y pueblos los elementos de la naturaleza como el sol, la luna, las montañas, lagunas y ciertos animales eran considerados como sagrados. Igualmente, se conservan restos de altares, monumentos y datos sobre honras fúnebres en homenaje a sus muertos. RELIGIONES MONOTEISTAS Y POLITEISTAS El primer grupo es la religión revelada que cree en un solo y verdadero Dios representado en el Judaísmo (4.000 años atrás) en Irak; el Cristianismo (siglo primero de nuestra era) en Israel; y el Islam (siglo VI D.C.) en Arabia Saudita. El segundo grupo, son las religiones naturales que creen en varios dioses mitológicos y legendarios corno el Animismo (20.000 años atrás) de los pueblos ancestrales de África, Asia, Oceanía, Australia y las regiones selváticas; el Hinduismo (3.500 años atrás) en la India; el Zoroastrismo (3.000 A.C) de la antigua Persia (Hoy Irán); el Budismo (siglo II A.C.) en el Nepal y el Sintoísmo (siglo VI D.C.) del Japón. COSAS EN COMUN Para que se cumpla una religión en un plano general, son necesarias tres instancias: La existencia de un Dios o dioses a quien adorar La realización de un sacrificio en su honor como lo sangre de animales, frutas, oro e incluso en la antigüedad víctimas humanas como doncellas vírgenes y niños. En toda sociedad, grupo, clan o tribu siempre ha habido una persona encargada de realizar oraciones y ofrendas en representación de los creyentes, que bien pueden llamarse: rabino para los judíos, sacerdote para los católicos, pastor o reverendo para los protestantes, imán para los islámicos, brahmán o gurú para los hindúes, bonzo para los budistas, o brujo, hechicero, curandero, chaman o zipa para los animistas. Cada religión llama a su deidades con nombres propios como en el caso de lo trinidad hindú que son: Brahma (dios creador), Visnú (dios del amor) y Shiva (diosa de la guerra), o Buda (el iluminado) para el budismo. Ya en cuanto a las monoteístas los judíos en lo antiguo alianza le daban el nombre de Yahvé (El que es) (Exodo 3, 14), los cristianos en la nueva alianza le decían Abba (Padre Nuestro) (Mateo 6,9), y los islámicos lo invocan con el nombre de Alá (el Misericordioso). Del mismo modo, todas tienen un fundador, enviado o profeta como Krisna en el hinduismo, el príncipe Shirdarta para budismo, Abraham y Moisés en el judaísmo, Jesucristo para el cristianismo y Mahoma en el Islam. También tienen un libro sagrado como los textos Vedas (conocimiento) en el hinduismo, el Mantra (herramienta para la meditación) en el budismo, la Torá (ley mosaica) y el Talmud (ley escrita) para los judíos, la Biblia (palabra de Dios) para los cristianos y el Corán (versos sagrados) en el Islam. Además de sus propios calendarios, mandamientos, lugares de culto, ritos, normas y fiestas religiosas. DATOS ESTADISTICOS De los 6.200 millones de habitantes que tiene aproximadamente la Tierra, 1.300 millones se declaran ateos, agnósticos o sin religión, 1.200 millones son islámicos, 1.050 millones son católicos, otros 1.000 millones de diferentes denominaciones cristianas, 750 millones de hinduistas, 300 millones de budistas, 100 millones de animistas, 15 millones de judíos entre otros. LA RELIGION VERDADERA La única religión plenamente aceptado por el Altísimo es el cristianismo que abarca el nuevo pueblo de Dios ”(l Pedro 2,9 - 10); por la muerte de Cristo en la cruz (1 Corintios 1,18). Históricamente se inicia veintiún siglos atrás, cuando el Hijo de Dios funda la Iglesia Católico (Universal), en la persona del apóstol Pedro (roca) (Mateo 16, 16-18; Lucas 22,32; Juan 21, 15-17); tradición que se ha mantenido hasta nuestros días con el Papa Benedicto XVI. ¿Existen los milagros? ENTREVISTA CON RAFFAELLO CORTESINI, Presidente de la Consulta Médica de la Congregación para las Causas de los Santo. Por Germán Bessa El Doctor Raffaello Cortesini, Presidente desde 1981 de la «Consulta Médica» que dictamina sobre la autenticidad de los milagros presentados, para las beatificaciones y canonizaciones, a la Congregación para las Causas de los Santos. Es el Catedrático y Director del Departamento de Cirugía de la Universidad —La Sapienza— de Roma, doctor honoris causa por muchas universidades de todo el mundo, presidente del Comité Científico del Campus Biomédico de Roma, y un larguísimo etcétera. No se trata de un médico «de oficina». El Doctor Cortesini realizó en Italia los primeros trasplantes de riñón, de hígado, de pulmón, y multiórganos (riñón y páncreas; hígado, páncreas e intestino; etc.); y sigue realizando esas intervenciones en los ocho quirófanos universitarios que dirige, donde colaboran con él 9 cirujanos profesores ordinarios, 25 agregados y 80 internos. A veces se tiene la impresión de que los milagros fueran cosa de otros tiempos: de la época evangélica, o de siglos remotos en los que la historia se desdibuja con la leyenda piadosa. Pero el Dr. Cortesini es testigo de que los milagros siguen ocurriendo, de modo abundante y comprobado, también en nuestros días. Todos los años el Papa eleva a la gloria de los altares, beatificándolos, a un buen número de personas; e incluye en el catálogo de los Santos -canonización- a bastantes Beatos. En la base de estas proclamaciones hay unos largos procesos, entre cuyos elementos figura -salvo para la beatificación de los mártires- la demostración de al menos un milagro operado por la intercesión del Siervo de Dios o del Beato. Esto significa que, cada año, la Iglesia reconoce la veracidad de aproximadamente una docena de milagros irrefutables. Cabe suponer que esos casos, comprobados rigurosamente, serán sólo la punta del iceberg y que se dan muchos otros hechos sobrenaturales -no catalogados-, realizados espontáneamente por Dios, o como respuesta a las oraciones dirigidas a El: de modo inmediato o por intercesión de la Santísima Virgen y de santos (ya canonizados, o no). En qué consiste la Consulta Médica de la Congregación para las Causas de los Santos? --Se trata de un organismo, formado por más de cincuenta médicos, que tiene por cometido estudiar las curaciones supuestamente milagrosas y definir cuáles de ellas son científicamente inexplicables (de forma que puedan ser calificadas como «milagros» por los teólogos de la Congregación, por los Cardenales y, en último extremo, por el Santo Padre). -¿Intervienen también para otros posibles milagros -apariciones, santuarios, etcétera - aparte de las Causas de los Santos ? --La Consulta esta constituida para las Causas de los Santos. Pero nada impide que la Santa Sede pueda pedir un dictamen científico-médico para otros asuntos. MÉDICOS ESPECIALISTAS ¿Cuántos miembros componen la Consulta y cual es su perfil? -Hay más de cincuenta miembros, nombrados por el Cardenal Prefecto, atendiendo diversos criterios: se trata de cubrir el abanico de las distintas especialidades médicas. La mayoría son catedráticos universitarios o jefes de departamento en hospitales. Todos ellos son católicos. ¿Intervienen todos en todos los casos? Para estudiar cada caso se determina entre los miembros un equipo de cinco médicos. Si sucede que falta algún especialista en la materia concreta, se puede nombrar alguno que no pertenece a la Consulta. ¿Actúan alguna vez no católicos? -La Consulta es un organismo técnico y que dictamina sobre cuestiones científicas. Por eso, cuando hace falta, se convocan especialistas de cualquier parte del mundo -también no católicos- para que intervengan como expertos. Su función es pericia: el dictamen final, escuchados esos consejos, corresponde a los miembros de la Consulta. Como es lógico, en muchos expedientes hay testimonios de no católicos: por ejemplo, de médicos que atendieron al «curado». En todo caso, precisamente su condición de católicos hace a los miembros de la Consulta especialmente rigurosos: no pueden permitirse el lujo de comprometer alegremente la credibilidad de la Iglesia. CURACIÓN INSTANTÁNEA, COMPLETA Y DURADERA --¿Qué requisitos exigen ustedes para considerar milagrosa una curación ? --Los requisitos imprescindibles son cuatro: 1) que sea instantánea; 2) que sea completa; 3) que sea duradera y 4) que sea científicamente inexplicable. ¿Qué significa cada una de esas características ? --«Instantánea» significa que se haya realizado en pocos minutos o, como mucho, en unas horas. «Completa» significa la vuelta a una situación de plena normalidad del organismo (normalidad comprobada por todos los medios de exploración necesarios). «Duradera» significa que se trate de una curación permanente durante muchos años: así, en los casos de curación de cáncer se exigen por lo menos diez años de curación permanente. ¿Qué garantías existen sobre la veracidad de la documentación que estudian ustedes? --Toda la documentación -y se trata de expedientes voluminosos: testimonios, historiales clínicos, análisis, radiografías, TAC, RMT, etc.- viene certificada por las autoridades eclesiásticas: tanto de las diócesis donde se ha instruido el proceso, como de la Congregación para las Causas de los Santos. En algunos casos, cuando parece necesario, uno o más expertos de la Consulta examinan a la persona curada; y a menudo también suele pedirse documentación complementaria. CIENTÍFlCAMENTE INEXPLICABLE --Suele hablarse de cánceres que se curan espontáneamente y es frecuente leer informaciones sobre fenómenos parapsicoIógicos...¿No pueden darse casos en que una curación sea debida a causas simplemente naturales, pero desconocidas? --Podrían darse. Pero estos casos dudosos jamás son aceptados por la Consulta Médica, que precisamente tiene la función de emitir un dictamen científico. Algunos factores, como la instantaneidad, garantizan que una curación nunca podrá explicarse científicamente. --Perdóneme que insista en lo mismo. ¿No cabe que el estado actual de la ciencia considere inexplicables algunas curaciones que, con el paso del tiempo, lleguen a explicarse científicamente? --Como le digo, la tarea de la Consulta es, precisamente, la de analizar esas posibilidades que usted señala. Ante todo, para juzgar un caso como científicamente inexplicable se toma en consideración siempre el elemento «objetivo»: por ejemplo, la regeneración de unos tejidos quemados. No basta la desaparición portentosa de unos dolores o de otros elementos subjetivos. Y se considera la inexplicabilidad, digamos, quoad modum (en cuanto al modo de producirse) de la curación, eliminando todos los elementos que, en el futuro, podrían verse modificados por un progreso científico: en este sentido, por ejemplo, se considera determinante la instantaneidad de una curación, de forma que sea tan extraordinaria que se dé la certeza de que nunca pueda llegar a explicarse científicamente. Si cabe decirlo así, no basta con que no nos expliquemos una curación; sino que debe demostrarse positivamente su inexplicabilidad. ¿Cuáles suelen ser los motivos más frecuentes por los que se desestiman presuntos milagros? --El motivo principal es que se pueda explicar la curación como un fenómeno naturalmente posible. Esto también ocurre, por ejemplo, cuando la documentación del caso es insuficiente para certificar su positiva inexplicabilidad. Como es lógico, eso no excluye que pueda tratarse de un verdadero milagro: significa, simplemente que nosotros no lo dictaminamos como tal. ¿Han debido rectificar alguna de sus propia sentencias, es decir, negar la condición milagrosa de un caso que hubieran aprobado? --No. Eso no ha sucedido nunca. Como acabo de indicar, no me extrañaría nada que -a la inversa- hubiese auténticos milagros que se hayan rechazado, por no estar suficientemente documentados o por otras razones análogas. Por otro lado, pienso que existen muchos milagros que no llegan a la Consulta, que tiene una función muy concreta (de cara a las Beatificaciones y Canonizaciones); y también hay muchísimos «favores» otorgados por intercesión de la Virgen, o de los bienaventurados que, suponiendo una intervención extraordinaria de Dios, no se ajustan a los requisitos que nosotros exigimos. A fin de cuentas, Dios no tiene por qué ajustarse a nuestras «normas» procesales. NO RECIBIMOS PRESIONES ¿Las sentencias se toman por unanimidad o por mayoría? --Por mayoría, aunque muy a menudo son unánimes. Si alguno de los miembros no está de acuerdo con la mayoría, debe redactar un voto particular exponiendo sus razones. De todas maneras, esto suele ocurrir sobre todo cuando alguno considera que debería aprobarse un caso rechazado por la mayoría. --¿Reciben ustedes, a veces, presiones de la Congregación o de otras jerarquías eclesiásticas para que sean «benévolos» en su dictamen? --Nunca recibimos presiones de ningún tipo. Quizá pueda darse que el Postulador de una Causa manifieste su deseo de que prospere un caso. Pero resulta muy fácil hacerle notar que, si Dios Nuestro Señor desea la glorificación de un Siervo de Dios o la canonización de un Beato, no tiene la menor dificultad en intervenir de un modo incuestionablemente milagroso. El hecho, volviendo a su pregunta, es que nosotros trabajamos con absoluta libertad dentro de los criterios que le he señalado. Y examinamos cada caso «en conciencia». UNOS DOCE MILAGROS CADA AÑO --¿Cuántos casos de milagro vienen a entrar anualmente en la Consulta? --Unos veinte o veinticinco cada año. --¿Existe algún «tipo» más habitual o frecuente? --La verdad es que no. Suelen ser casos muy distintos los unos de los otros. --¿Y qué porcentaje de ellos suelen ser sentenciados como verdaderos milagros? --Pongamos entre un cincuenta o sesenta por ciento. --¿Según eso, ¿cuantos milagros ha comprobado usted? --Mas de cien. --¿Alguno particularmente espectacular? --Todos los milagros son espectaculares. Pero, ya que se trata de una entrevista periodística, le diré que hemos comprobado numerosos casos de paro cardíaco prolongado (por ejemplo, personas ahogadas que han permanecido largo tiempo debajo del agua): paros hasta de dos horas, con recuperación de la vida cuando se recurre al intercesor celestial. Esa familiaridad con lo sobrenatural ¿ayuda a la fe? ¿Qué valor apologético tiene? --Todos los que viven de cerca - parientes, testigos, etc.- un milagro suelen experimentar un incremento en su fe: como usted puede fácilmente suponer, la figura misma de un «curado» constituye un testimonio impresionante. Su pregunta, de todas maneras, se sale de mi competencia médica. Pero, como creyente, le diré que, frente al milagro, hay todo tipo de reacciones, como leemos en los Evangelios: ya en ellos se ven personas que creen y otras cuyo corazón se endurece ante lo sobrenatural, ante la presencia de Dios. Pienso que el milagro pone de manifiesto la voluntad que Dios tiene de mostrar, de hacer patente, su presencia entre los hombres: por eso, entre los signos de los tiempos, de los tiempos de hoy, figuran esos elementos maravillosos. Dios se muestra también -digamos- por la intervención de los intercesores: el principal de todos, la Virgen María; por eso es el nuestro un tiempo de tantos prodigios maternales marianos.
Posted on: Tue, 10 Sep 2013 23:00:20 +0000

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