TERCER FRAGMENTO de EMILIA Empieza a vestirse, me sorprende que - TopicsExpress



          

TERCER FRAGMENTO de EMILIA Empieza a vestirse, me sorprende que la vida dura no haya marchitado la delicadeza de sus movimientos: en cuestión de minutos se encuentra en la puerta, colgándole del brazo derecho la misma cartera negra que le compré en Gamarra dos lustros atrás, y, según recuerdo, se puso tan feliz, que esa misma noche hicimos el amor con la bendita cartera en la cama. En seguida, un pusilánime y nítido me voy se escucha en el cuarto; yo, desenfrenado, corro hasta la puerta y logro cerrarla antes que salga. Sonó como un cachiporrazo que hizo vibrar las ventanas de las demás habitaciones. Oigo los galopes tendidos del recepcionista que se acerca para ver qué sucede. Le tapo la boca, y con mi resuello entrecortado le pido que se quede. Ella reclama, sin mirarme a los ojos, que no la toque. Está bien, agregó. A estas alturas, siento que estaba en juego mi machez, aunque no haya sido un don Juan o nada que se parezca, las pocas veces que había ingresado en una habitación con alguna mujer, jamás dejó de consumarse el acto. ¿Por qué tendría que ser diferente hoy? Sus ex maridos no pueden ser más hombres que yo, pienso, y salir de esta habitación sin hacerle el amor lo ratificaría. Debo ser inteligente, así que accedí a escucharla. Sentados en la cama dijo lo que ya suponía; se ha dado cuenta de que realmente soy yo el hombre de su vida, el que debió llevarla al altar; ahora tengo que ser el padre de sus hijos, el que les eduque; que sea el hombre ausente en casa, el que conduzca su hogar… Fingí contrición, con mi nudillo índice simulo secarme una lágrima, noto que ella tiene los ojos inundados, se pone a llorar. Su dolor no me conmueve más, hasta cierta pizca de placer aflora en mí, pero ella no lo advierte, pues no es capaz de mirarme a la cara, quién sabe, quizá por causa de un sentimiento de culpa; o tal vez porque tenga miedo de que yo no acepte. Y es cierto. Me hace feliz su infortunio, que le hayan dado su merecido, una lección; sin embargo, lo que más regodea mi espíritu es que sea a mí a quien acuda para hacer ver su desventura; ella no supo, y creo que nunca quiso enterarse de mis días calinados, de lo encapotado de mi porvenir emocional, de lo espantoso que significó haber siempre sido plato de segunda, y, al presente, cuando no hay nada más que comerse de la mesa, pretende servirse de mí.
Posted on: Sun, 23 Jun 2013 06:59:01 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015