The thigh gap Qué razón tenía Albert Einstein cuando dijo que sólo dos cosas eran infinitas: el universo y la estupidez humana. Y añadió que sobre la primera albergaba ciertas dudas, sobre la segunda, ninguna. No, por muchas vueltas que le demos, la estupidez humana carece de límites. Son millones las pruebas que avalan dicho aserto. La última, no por ello la menos fehaciente, es la que en inglés se denomina “thigh gap”, o sea, separación en los muslos de la mujer. Dicho de otra manera, que lo que siempre se había considerado poco menos que un defecto, ahora está de moda. Y para algunas adolescentes se ha convertido en algo rayano en lo obsesivo. Recuerdo, con una sonrisa comprensiva, los problemas de una antigua compañera de trabajo. Era, y estoy seguro que sigue siéndolo, una muchacha preciosa, una de esas criaturas capaces de enamorar a cualquiera. En cierta ocasión, por pura casualidad, coincidí con ella en la playa y me extrañó que, apenas salía del agua, se pusiera una falda que le llegaba a los tobillos. La razón no podía ser más evidente: pretendía ocultar la ligera separación de sus muslos, algo que ella consideraba tan deprimente y vejatorio como una obesidad mórbida o una joroba…. Hoy, aquella muchacha sería el “cuerpo perfecto” de la playa. Hoy, la juventud y la masa que rodea a la juventud, es tan vana, tan inconsistente, tan estúpida y tan… (no hay palabras para calificarla) como entonces. De verdad, resulta inconcebible que el ser humano pueda aborregarse hasta tal punto. Yo también he sido joven, como todo el que peina canas para contarlo, pero, francamente, cuando observo al género humano, es decir, a los animales que hacemos uso del móvil, del coche y de la tarjeta de crédito, se me cae el mundo a los pies. Lo siento, pero es que no puedo evitarlo….
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 20:17:41 +0000