Today The Episcopal Church remembers John Chrysostom, Bishop of Constantinople, 407. In an influential, prosperous, and sophisticated city at the apex of international power, it is rarely popular to advocate restraint, self-control, and responsible living. When the leaders of mighty Constantinople elected John Chrysostom to be Patriarch of the city, they thought they had elected a holy man who would bless and affirm them in their way of living. They were only half right. Chrysostom’s powerful sermons in the great cathedral, Santa (Hagia) Sophia, soon became like a cauldron of scalding water thrown in the faces of the rich and proud citizens of Constantinople. His example of piety, charity, and simple living was an embarrassment to many. Eventually, through the intrigue of a vain and powerful lady, Eudoxia, and a jealous and corrupt clergyman, Theophilus, John was exiled. He died as a prisoner on a forced march into the Caucasus Mountains in winter, a martyr for righteousness in a society bent on lust. However, his preaching and exemplary living had so touched the hearts of many that sweeping reforms were soon instituted and life in the great city was profoundly changed for a generation or more. The numerous volumes which we have of his sermons and commentaries have not lost their relevance today. The Liturgy of the Church in Constantinople, which he profoundly influenced, still bears his name. From this we get the “Prayer of St. Chrysostom” (The Book of Common Prayer, page 102). Almighty God, you have given us grace at this time with one accord to make our common supplication to you; and you have promised through your well-beloved Son that when two or three are gathered together in his Name you will be in the midst of them: Fulfill now, O Lord, our desires and petitions as may be best for us; granting us in this world knowledge of your truth, and in the age to come life everlasting. Amen. O God, you gave your servant John Chrysostom grace eloquently to proclaim your righteousness in the great congregation, and fearlessly to bear reproach for the honor of your Name: mercifully grant to all bishops and pastors such excellence in preaching, and faithfulness in ministering your Word, that your people may be partakers with them of the glory that shall be revealed; through Jesus Christ our Lord, who lives and reigns with you and the Holy Spirit, one God for ever and ever. Amen. Hoy la Iglesia Episcopal recuerda Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla, 407. En una ciudad influyente, próspera y sofisticada en la cúspide del poder internacional, rara vez es popular para defender la moderación, el autocontrol y la vida responsable. Cuando los líderes del poderoso Constantinopla eligieron a Juan Crisóstomo ser Patriarca de la ciudad, pensaron que habían elegido a un hombre santo que le bendiga y afirmarlos en su manera de vivir. Eran sólo la mitad derecha. Poderosos sermones de Crisóstomo en la gran catedral, Santa (Santa) Sophia, pronto se volvieron como un caldero de agua hirviendo lanzado en los rostros de los ciudadanos ricos y orgullosos de Constantinopla. Su ejemplo de la piedad, la caridad y la vida simple era una vergüenza para muchos. Finalmente, a través de la intriga de una dama vano y potente, Eudoxia, y un clérigo celoso y corrupto, Teófilo, Juan fue exiliado. Murió como un prisionero en una marcha forzada en las montañas del Cáucaso en invierno, un mártir de la justicia en una sociedad empeñada en la lujuria. Sin embargo, su predicación y ejemplar vida había conmovido los corazones de muchos que las reformas radicales pronto fueron instituidos y la vida en la gran ciudad fue cambiado profundamente durante una generación o más. Los numerosos volúmenes que tenemos de sus sermones y comentarios no han perdido su relevancia en la actualidad. La liturgia de la Iglesia en Constantinopla, que influyó profundamente, todavía lleva su nombre. De esto obtenemos la Oración de San Juan Crisóstomo (El Libro de Oración Común, página 102). Dios todopoderoso, tú nos has dado gracia en este momento con un acuerdo para que nuestra súplicas en común; y ha prometido a través de su Hijo amado que cuando dos o tres se reúnen en su nombre estará en medio de ellos: Realiza ahora, Señor, nuestros deseos y peticiones como puede ser mejor para nosotros; concediéndonos en este mundo el conocimiento de tu verdad, y en el siglo venidero la vida eterna. Amén. Oh Dios, tú diste a tu siervo Juan Crisóstomo gracia elocuente para proclamar tu justicia en la gran congregación, y sin temor a soportar el reproche por el honor de su nombre y apellidos: misericordiosamente conceder a todos los obispos y pastores tal excelencia en la predicación, y la fidelidad en el ministerio de su Palabra , que su gente pueden ser partícipes con ellos de la gloria que será revelada; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Posted on: Tue, 27 Jan 2015 16:43:25 +0000
Trending Topics
Recently Viewed Topics
© 2015