UN AMIGO QUE ADOPTA EL AMOR DE PADRE POR UNA AMIGA Ella es mi hija. No importa si no soy su progenitor, no importa si no le cambié los pañales, escuché sus llantos, o escuché de su boca decir "papá" Ese derecho se me fue otorgado, encomendado, quizá por voluntad divina, quién sabe. No hace falta precisar la fecha en la que mis ojos fueron testigos de aquella niña risueña, un tanto tímida a la vez muy suelta, de sonrisa empalagosa y de una voz casi acaramelada. Y si sueno cursi, sí, ese era el punto al que quería llegar, porque no puedo hacerme el rudo ni hablar de manera escueta e inconclusa a la descripción que se merece, mi ahora, hija reconocida. La llegué a mirar a los ojos y a sentir el aroma de su piel hace unos seis años. Yo no sabía que era mi hija en ese entonces, no podía serlo, a mis ojos era improbable, ni me atrevía a descubrirlo, porque con solo ver su belleza descartaba toda posibilidad de que lo fuese. No puedo decir que frecuentaba ni su mirada ni su atención verbal, pero si puedo decir que de rato en rato mis ojos se iban a ella, como por pura atracción o un simple magnetismo que no daba señales de origen. Recuerdo sí, en el último año que nos vimos, empezamos a intercambiar palabras: vagas, escuetas, de poco contenido relevante para ella, pero en fin palabras, que hicieron de huella en sus oídos y que le recuerdan mi voz ,y una que otra canción que escuchó cuando rebuznaba en el intento sufrido de cantar como un Jonas brother. Bueno, no fue mucho lo que se llevó de mí como concepto, como tampoco sé si lo que describí de ella siga siendo igual o algunos aspectos hayan cambiado con los años por la madurez y las influencias que se tornan alrededor de uno, es normal. Me enteré que era mi hija cuando de pronto comencé a tener cuidados sobre ella. No sé, (y éste "No sé" se debe a que hay muchas cosas que realmente no sé, porque la memoria me falla, me juega una mala pasada y me hace decir repetidas veces esta palabra.) de dónde nació ese interés, si es que puedo llamarlo así, por ella: de querer aconsejarla, de velar por su salud, por su descanso a la hora que yo consideraba era prudente que duerma, y aunque a veces le he resultado un poco entrometido y molesto (en casos la he sacado de quicio) lo hago porque le tengo un cariño casi inexplicable y extraño a su vez, algo con lo que he lidiado e incluso llegué a confundir con el amor de pareja, algo que no solo me causó problemas de sentimientos inconclusos que ajaban mi corazón, sino que también llegaron a confundir mis sentimientos por alguien que estuvo a mi lado por mucho tiempo, y solo ella sabe quien es. Pasó el tiempo, me di cuenta que estaba demasiado confundido y me rendí a sentir algo por alguien más que no sea ella, y renuncié al amor, por lo menos al amor que en ese entonces tenía, y era consciente que tampoco recibiría el amor de mi hija, ya la tenía más que confundida; pero no importaba, era todo o nada, así me gustaba decidir por ese entonces, por ese tiempo que vale decir que fue relativo en cuanto a lo que hice bien o lo que hice mal, solo lo tuve que hacer porque así lo creía. Ya después de esa etapa, me quedó claro como iban las cosas, por si fuera poco, ya no veía a mi hija, ya no escuchaba su voz, solo conversaba con ella ocasionalmente, por chat y sin intenciones de irritarla solo para saber si se encontraba bien, si todo le iba como quería y si tenía algo por contarme, yo era todo oídos. Empecé a ser también un padre consentidor, le permití ciertas cosas que ahora se que, si me cuenta algo más. solo le diré que esta bien, porque quiero que sea feliz y no quiero ser un padre que le arruine su mejor edad. Ya no me queda más que decir, y si queda, solo serán anécdotas que ella y yo registramos en nuestra memoria, aunque la mía frágil me traicione. Mi amor retorcido de padre por ella no cambiará, con el pasar del tiempo, ni en la medida que no nos veamos o no nos hablemos, estará siempre allí, como padre, como amigo, como lo que ella quiera que yo sea en ese momento.
Posted on: Thu, 08 Aug 2013 05:56:54 +0000
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