UN TREN LLAMADO DESEO RELATO DE IRENE ALFAMBRA Subí al tren, me - TopicsExpress



          

UN TREN LLAMADO DESEO RELATO DE IRENE ALFAMBRA Subí al tren, me coloqué en el último vagón, en el último asiento. Estaba cansada y después de la comida, siempre me entra sueño, así que eché una cabezadita, con mis gafas de sol puestas. Al cabo de unos 20 minutos abrí los ojos, y vi delante de mi un chico de unos 20 años que estaba mirando fíjamente mis... braguitas, pues llevaba una faldita algo corta y, mientras dormía, separé un poco mis piernas y creo que se podían ver a la perfección. Él no podía ver que estaba despierta, pues mis ojos estaban ocultos tras las gafas de sol. Me encontraba en una de mis situaciones favoritas, pues un pervertido estaba aprovechándose de un descuido mío para su propia satisfacción. Quise saber hasta donde sería capaz de llegar, y abrí un poco más las piernas para que tuviera una mejor visión. Abrió los ojos como platos, dijo algo en voz baja, que intuí que se trataba de un "joder". Yo estaba disfrutando como una loca, pero quería más. Así que "desperté" y me fui al baño. Allí me quité las bragas. En el lavabo había un chupete, seguramente olvidado por alguna madre. Lo cogí, nunca sabes para qué puedes utilizar objetos que te encuentras. Salí del baño, busqué al revisor del tren y le dije que creía que un pervertido estaba masturbándose cuando yo estaba dormida, en el último vagón. Le pedí que me dejara 5 minutos para que él mismo pudiera verlo y que viniera con sigilo para pillarle in fraganti. Así que volví a mi asiento. Le dije al chico que no llevaba bragas, pero si quería comprobarlo, tenía que hacer algo. Él en un primer momento no supo que decir, pero finalmente preguntó qué debía hacer. Le dije que debía bajarse un poco los pantalones, meterse un chupete en el culo y masturbarse mientras me miraba. Él dudó un instante, pero desde su posición podía controlar la gente que pudiera venir por el pasillo y los viajeros que había en ese vagón estaban de espaldas y no podían vernos, así que aceptó. Me puse en la misma posición que la que tenía cuando estaba dormida, esperé a que él se metiera el chupete en el culo (hizo un pequeño gesto de molestia, pero se lo metió), se sacó su polla, que en ese momento ya estaba bastante dura, y comenzó a tocarse. Al ver que cumplía su promesa, abrí un poco las piernas para que pudiera verme el coño, perfectamente depiladito. Yo estaba más que excitada, viendo una polla bien grande y dura, con mi coñito sintiendo su liberación, pero no podía hacer nada más, pues el revisor estaría a punto de llegar. Como habíamos quedado, lo hizo con sigilo. Se agachó para que él exhibicionista no pudiera verle y cuando estaba ya muy cerca, se levantó y dijo ¡te pillé, pervertido! Yo cerré las piernas, el chico se levantó del sobresalto, con el chupete en el culo y la polla con una tremenda erección. El revisor le ordenó que se vistiera, que se quitara eso del culo y que le acompañara. Y eso hizo. Al cabo de unos 10 minutos paramos en una estación y vi como las fuerzas del orden se llevaban al exhibicionista que nos había ocasionado tantos problemas. El tren siguió su camino y en seguida el revisor vino a ver como me encontraba. Y yo estaba bastante nerviosa, me faltaba el aire y mi nuevo amigo me sugirió que me desabrochara un botón de la camisa. Le hice caso y no solo me desabroché uno, sino dos, para que pudiera darme mejor el aire. Juan, que así se llamaba el revisor, me pidió mil disculpas en nombre de la compañía por las molestias ocasionadas, mientras me daba aire con un papel en forma de abanico. Hablamos un rato y le dije que yo era muy tradicional, que no entendía como había gente que podía hacer esas cosas, que me alteraban mucho. Mientras decía esto, con el coño al aire y las tetas medio fuera, mi excitación crecía por momentos. Juan me decía que hay personas que no tienen moral, que se excitan mostrando su cuerpo. Cuanto más hablábamos del pervertido exhibicionista, más me excitaba, pero no podía hacer otra cosa, porque en ese momento le hubiera cogido la polla y me lo hubiera follado allí mismo, pero no podía contradecir mi discurso de chica pulcra y educada. Lo único que podía hacer era ponerle las tetas lo más visible posible a sus ojos. Llegó el tren a mi estación y Juan me acompañó al andén. Me quería dar la mano pero yo, por su ayuda, le di dos besos e intenté acercarme lo máximo posible para notar su polla en mi cuerpo, aunque solo logré un leve rozamiento. Al cabo de unos días, llegó a mi casa unos regalos de parte de la compañía de tren para pedirme disculpas, entre ellos, había un billete abierto a cualquier sitio que yo deseara. Y esa fue mi historia con el pervertido exhibicionista que me encontré en el tren. Espero que os haya gustado y aprobéis mi comportamiento ante esta lacra de la sociedad.
Posted on: Tue, 03 Sep 2013 11:04:51 +0000

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