Una historia jamás contada. Me fijé y vi: El prólogo. Nunca - TopicsExpress



          

Una historia jamás contada. Me fijé y vi: El prólogo. Nunca fui amigo de prólogos ni preludios, esta es la ver-dad y el primero que escribo. Prometo no abusar nunca de ellos. A veces, engañosamente creemos que éstos valen para introducirnos o prepararnos a saltar desde allí al cuerpo de la narración novelada o algún libro magistral con una idea ya formalizada y preconcebido para darnos cuenta muchas veces, que lo único que hemos logrado es perder algo de tiempo y que el prologuista se haya lucido, o predisponernos en lo que el ha leído y ya concebido y hasta catalizando nuestra idea en su propio paradigma del que algunos o unos pocos, o tal vez muchos o demasiados, no llegamos a sacar nada en claro. A veces, sólo se usa para halagar o lisonjear a aquel por cuya cuenta lo ha diseñado, construido, escrito y cobrado su minuta. Esta vez sin embargo, no hay aquí espíritu de lucimiento, ni espero paga alguna por hacer lo que me gusta hacer que al fin y al cabo, sólo es escribir para mi propia satisfacción y entregar más tarde al destino incierto aquello que he visto, oído, vivido, aceptado, dolido, endulzado, peleado, y sufrido hasta limites que yo no quisiera recordar, y el trabajo que eso lleva. Los hechos aquí relatados son efemérides y recuerdos palmarios que pasaron o pudieron pasar, y si no pasaron es porque el signo de lo no visible se establece en el corazón siguiendo el curso de las historias calladas y no escritas ni relatadas. Porque alguna vez he llegado a pensar que todo esto no es más que una descabellada historia que de alguna manera me vino a las mientes (o no fue así, me pregunto). Ya que bien pudiera pertenecer al secreto expreso de dos vidas que pueden estar siguiendo el curso de las vidas que les marcaron el corazón, interviniendo el destino escondido en un chat. Entonces, pregunto, Por qué ésta si se ha escrito, si no estoy seguro de la veracidad de ella. La respuesta pudiera estar llena de conjeturas, hipótesis, y aún cábalas incomprensibles y nunca comprendidas si se deja en un término que no tiene explicación. Pero no me queda ninguna duda que debería poner por escrito este relato y estas vivencias de la vida onírica de una persona soñadora al borde de perder lo que nunca tuvo. Por cierto que los figurantes, yo y el sueño, con un nombre que pudiese muy bien no ser, o ser cierto, estuvieron de acuerdo que ésta quedaría escrita para la posteridad, y que de alguna manera quedase un testimonio al tiempo que fue una realidad absoluta y definitiva (al menos en sueño) de lo que ninguno de los dos quiere relegar al olvido donde se encuentra la Cometa Rota. La aventura aquí impresa (porque nunca dejó de ser una aventura llena de amor, presidido por la ternura a la que siempre se regresó). Tuvo muchos gestos heroicos, y un muy elevado sentido del valor correspondido por el amor mutuo. Por supuesto no sólo los protagonistas se vieron envueltos en esta crónica irreal, aunque todos, con la excepción de los ejecutantes principales, permanecieron ajenos al desarrollo de ella. Tampoco los hechos guardan una cronología lógica, al igual que los sueños, que muchas veces no tie-nen mas hilo conductor que el capricho de la mente. (Siempre me mantuve al margen de las lógicas. Este mismo relato pulveriza todo lo que de lógico se quisiera buscar en el amor, o fue un juego entre la mar y una niña que no vivía, me pregunto). A veces, la ironía que en algún instante se ensarta en las palabras, sólo tenía como intención observar la nada para que continuase siendo nada. Las sucedidas peripecias y anécdotas fueron traídas a medida que el narrador y protagonista las encajaba en la crónica de esta leyenda que ya forma parte de la vida y de lo invisible bajo el sol de este siglo. Más aun, muchas conclusiones se llegarían a tomar en el repaso de lo aquí vertido, o tal vez no deberíamos tomar conclusiones al leer y enjuiciar los hechos, o dejarlos dormir para siempre. De todas maneras, los sueños sueños son, escogen elementos auténticos y los convierten en quimeras, por eso es tan reiterado que nos creamos sorprendidos. El renglón rectilíneo sólo existe en la planimetría, también en las derrotas de los navegantes, y aún así no pasa de ser una enajenación. De cualquier forma, todos los hechos fueron dando conformidad y protagonismo a un amor sincero en que el erotismo también quedó envuelto, sin que la inteligencia, el caletre o lo que pudiéramos pensar naturalmente, pudiese evitar o impedir el desarrollo de la efeméride, ya que a pesar de lo que nos figuremos o inventemos, es el corazón el dueño único de los sentimientos más profundos, y el cerebro y los registros en él guardados no tienen el poder para influenciar el coraje de la pasión en sus determinaciones irrevocables. Tal vez la persona que mejor supo plasmar esa idea, fue un apóstol de Jesucristo, Saulo de Tarso escribiendo a los Romanos lo advirtió, Ro. 7: 19-24. Con ello quiso significar la imposibilidad de luchar en contra de los deseos del corazón. No sin motivo el mismo Jesús dijo,” Donde está tu tesoro allí esta tu corazón”. Es por esto que jamás me atrevería a juzgar los motivos de otro ante determinados hechos que nos pudiesen remover la conciencia. Dejemos entonces que sea la historia o el destino, o el fauno, o el trasgo que llevamos aparejado, y los jurados y jueces que juzguen lo aquí dicho en palabras reales de verdad y ensueño, dejando que cada uno conozca a lo largo de su vida. Como si fuese el pensamiento de un filósofo que lo fue, León Andreas Salomé, menciona, “Deja que todo te suceda, la belleza y el espanto”. Una reflexión se me viene al pensamiento. Una muy importante que casi cualquier persona se habrá hecho en cualquier instante al largo de su vida. Una consideración en que la respuesta total y absoluta nadie posee. Pero si alguien pudiese categóricamente responder, sólo sería en un caso particular, porque cada caso y cada vida ha sido formada diferente, al que no se puede comparar a otro, ni valorar. La apología del amor es tan sumamente compleja, que su composición va más allá de los limites de lo no escrito y lo que aun no se ha logrado escribir ni relatar. Cierto día que le inquirí de las pequeñas cosas que ya nos habían sucedido, y los pequeños altercados de este idilio al que siempre regresábamos, contestó, por qué me quería de aquella manera, su respuesta llegó al limite de lo que había en su corazón y más allá, todo podía quedar relegado a la nada, No lo sé, respondió, Ya sabes como he querido olvidarte, sacarte de mi mente y continuar con mi vida que está tras esa puerta donde tengo establecido mi futuro, pero me es imposible, he tenido que luchar pero ya me he rendido, ya no quiero seguir luchando, te quiero y quiero verte, saber que estoy y permanezco dentro de tu vida. Lo demás, que sea el destino quien lo haga o lo construya. No me quedé asombrado por aquella respuesta, no, yo soy testigo y actor de aque-lla lucha sin cuartel entre sueños y fábula, entre mente y corazón, lo que se debe hacer y no se hace. Porque el corazón que ha dictado como dictador lo que en realidad hacemos. Ya que si admitimos las lógicas en que no creo, no hay dialéctica posible entre este hom-bre y esta mujer a la que amo con locura de niño que no fue. Mi edad ya ha vivido dema-siadas mareas y muchos puertos, embarrancamientos, derrotas, cuarentenas, zarpas y arribadas de todas clases, y marcaciones en el rostro, y heridas en la piel y el corazón, para pensar en apasionamientos vanos, y ella, casi veinte años menos en la escala de valores entre el orto y el cenit. Así pensando, pregunto, Aquí no está lo racional o lo prudente, aquí está el amor dictatorial en el justo limite de los sentimientos de cada uno. Contra ese argumento no hay razonamiento posible que posibilite nuestro deseo de permanecer unidos en la lejanía y en los cortos periodos donde nos encontramos en el mundo de las somnolencias, para entregarnos lo que de una forma inevitable vamos atesorando en el alejamiento forzoso, mientras pienso que en el esquema del corazón y del cariño, siempre lo colmado es mejor que lo limitado. Hace tiempo, se proyectó una película que vi, el argumento hablaba de puentes y un enamoramiento intenso pero sin continuidad. Para nosotros ya no es una casualidad, pues en los sueños de esta historia también existe un puente de piedra ya muy viejo que se sabe todas las canciones de las aguas que pasaron y pasan por sus ojos, y también existe un adiós indefinido. En aquél film quedó patente la entrega de dos personas porque a sí bien les vino al corazón de ambos. Quién puede o se atreve a juzgar los hechos allí presentados, pregunto, había tal fuerza y tanto amor, y tan esperado, que al final no deja lugar a dudas. Aunque sólo el recuerdo de aquel día fuese un misterio y un secreto de ellos dos que arrastrarían toda el largo y ancho de sus vidas. La Historia Jamás Escrita, no es más que una alucinación que ocurrió en el trans-curso de una noche, en que el sueño al fin venció recordando un doce de julio en el relie-ve de una cúpula radiante que aparece impulsando la oscura nitidez de las sombras, el limite de la mañana, el sol a punto de asomar en un horizonte acuoso que desde allí no podía alcanzar, a una distancia de unas seis mil millas náuticas en el frío de La Tierra del Sol de Medianoche. Alì
Posted on: Fri, 28 Jun 2013 14:29:00 +0000

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