Una vez estuve con una mujer increíble. Era hermosa, era fuerte, era divertida. Como dije, una mujer increíble. Su andar no era el más armonioso, su voz no era la más sensual. Pero caminar a su lado me hacía sentir segura y sus palabras me invadían como un perfume de primavera. Esa mujer, una luchadora incansable, incorrompible, ponía sobre la mesa de la cocina un mate tibio, tortas fritas y su vida. Así me compartía todo aunque no le sobraba nada mientras me dejaba sumergir en un mundo que a veces parecía de fantasías. Pero era real. A esta mujer increíble le habían cortado muchas veces las alas. Y muchas veces supo reconstruirlas. Tenía heridas muy profundas que jamás habían cerrado y aún así no era una víctima. Regalaba historias y sonrisas. Construía a su manera, un mundo mejor. A esta mujer casi nadie la vio. No porque hubiera poca gente alrededor de ella, sino porque el mundo giraba demasiado rápido como para que alguien se detuviera a verla. Era sencilla y jamás demandaba atención. Si la escuchaban, bien. Y sino, ella ponía la otra mejilla. No lo sabía, pero era un poco esclava. No lo sabia, pero un poco se rebelaba. No lo sabía, pero yo la vi... y qué suerte que nunca pude olvidarla.
Posted on: Sun, 07 Jul 2013 03:33:25 +0000
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