VALE TODO:Lo que usted está viendo durante los últimos días a través de los medios de comunicación no es sino una guerra política. En ella, cada uno de los ejércitos mueve sus fichas desde el lugar en que se encuentra, algunos con mayor apego a las reglas y otros sin ningún escrúpulo en jugar sucio. Algunos con mayor legitimidad que otros, como la que tienen los actores que pretenden democráticamente suceder al actual gobierno cuando culmine su periodo constitucional. Otros, como el oficialismo, sin respeto a las reglas de la democracia y sin ningún tipo de prejuicios para introducir en la competencia sucias argucias que pretenden eliminar de manera definitiva a cuanto rival le salga al frente, especialmente a quienes sienten demasiado peligrosos. Humala y su gente en todo momento han pensado en quedarse en el poder. Siempre lo advertí desde esta columna, mucho antes de que ganaran las presidenciales del 2011. Sus orígenes chavistas, su corazón militarista y autoritario y su discurso populista, sin agudos objetivos de desarrollo, son a todas luces características de aquellos que no tienen visión ni compromiso con el país, la ciudadanía o el institucionalismo. El poder por el poder; eso es todo. Si no pensaran de esa manera, hoy estarían preocupados en mantener una economía sana y en fortalecer las estructuras productivas nacionales con una mirada hacia las generaciones venideras. Pero eso es mucho pedir para la actual administración. La seducción del mando y la miel de los honores que trae el gobierno, es capaz de hipnotizar permanentemente a quienes nunca estuvieron preparados sicológica ni profesionalmente para el encargo. Bueno fuera que únicamente se utilizaran las armas legalmente reconocidas, como lo pueden ser una insidiosa comisión investigadora o una malintencionada procuraduría. Pero ello no es suficiente para quienes en vez de pericia tienen solo fuerza. Hay que tachar a los adversarios involucrándolos en denuncias falsas pero mediáticamente impactantes, aunque para ello tengan que reclutar, como lo han hecho, hampones venidos del bajo mundo para tachar con sus historias inventadas a los más representativos de sus oponentes. Así, la palabra de un delincuente reincidente tiene más valor que la de una autoridad aunque tenga trayectoria democrática. Se recurre a la escoria para embarrar honores, anular trayectorias e intentar amedrentar rivales. Lamentablemente, hay quienes hacen eco de ello sin pensar en las consecuencias futuras y llenan sus portadas imprudentemente colaborando con la insania. No hemos aprendido de la historia.
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 01:59:13 +0000
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