VAMOS A PASAR UN RATITO CONTEMPLANDO A MARIA A SUS DOS AÑITOS RECIEN CUMPLIDOS. Cerca del emparrado de la casa de María hace sobra. Ana se sienta a la sombra y deja a María corretear de un lado a otro. María a lo sumo tiene dos años, pero su andar ya es seguro, y va y viene y coge flores en el vallado. Más allá un campo de trigo, entre el cual hay rojas amapolas. Joaquín, su padre, está segando ese trigo con otros trabajadores, y dos niños de unos diez o doce años recogen las espigas del suelo. Pienso que uno debe ser José, porque trabajaba para Joaquín. María va a prisa hacia el trigal. Besa a su padre, y se mete entre el trigo para recoger lindas flores y amapolas. Vuelve hacia el emparrado donde está Ana, su madre. Luego se para a contemplar el manojito de flore, mientras sigue distraída por un sendero cerca del que pasa una acequia. Mira a su madre, y en una carrerita se acerca hasta sus rodillas. Luego se echa en sus brazos, mientas su madre la anida en sus brazos y la besa y abraza. Lo mismo hace la niña. Luego le entrega las flores y le dice: Esta rosa grande azul es para ti. Tal vez es una estrella azul que ha caído junto a la acequia. Mira, bésala aquí, porque te la envía Dios porque eres muy buena. Esta otra, que no es tan azul, como los ojos de papá, como mis ojos, así, de un azul turquesa, es para papá, porque es muy bueno, y Dios se complace en estar junto a él. Esta roja rosa y esta amapola las he cogido de entre el trigo, porque el rojo es el color del sacrificio y del amor. También es para ti, porque me quieres mucho. -Claro que te quiero, hijita mía. ¿Pero quién te enseña a ti esas cosas, cielo mío, A caso TU PAPÁ? -No. No me las enseña nadie. No sé explicarlo. Es como si sintiese dentro de mí una voz, una voz sin palabras que me dicen: Amada mía, yo soy tu Dios. Tú serás siempre mi hija amada. Y al decirme estas cosas que son para mí más dulces que los pasteles que tú haces, me siento contenta, muy alegre. Pero mamá, yo no sé de donde provengan estos pensamientos, estas voces. Ana besó a su niña y dejó que se fuera hacia la fuente que manaba cerca, y entre las frondas y las ramas cantaban los pajaritos María juega con la tierra, con las hierbas, habla con los pajaritos que están en la enramada con sus aspergios. Luego vuelve a su madre y le pregunta-Mamá. ¿Falta mucho para que venga el Mesías? Faltan cerca de treinta años, mi cielo. -Treinta años son muchos. ¿Y si tú y yo le pedimos a Dios que acorte el tiempo, no podría nacer antes? -Una profecía es una profecía, hijita. Y debe cumplirse. María deja asomar una lágrima que mana de sus ojos azules, y llega hasta el carmín de su boca. Ana le dice: -No llores. Creo que su tú y yo pedimos con fe y confianza a Dios que acorte los días de la venida de su Hijo, que te lo concederá. María, con esas palabras se vuelve tranquila a jugar. Mientras dice. -¿Sabes una cosa mamá? Quiero ofrecerme al Señor en alma y cuerpo. Quiero ser toda de Él. Así me haré virgen por su amor. -Pero hija mía. Tú no comprendes lo que es ser virgen. Eres una niña de apenas dos años. Dentro de un año tendré que despedirme de ti y te enviaré al Templo. Luego ya meditarás lo que mejor quieras. Mamá, es para mí una gran alegría ir al Templo. ¡Oh, mamá, estaré siempre al lado del velo que cubre el santa sanctórum! Y sí mamá, comprendo lo que es ser virgen Ser virgen es dejar que mi espíritu y mi cuerpo lo posea solo el Altísimo, y vivir y sufrir siempre por él. Así seré solo suya y nada más que suya. Ana, creyendo que tal vez su esposo Joaquín le decía estas cosas a la niña la dejó irse a jugar. Bueno. Pues este primer capítulo lo dejo porque aún tengo tiempo de escribir sobre la infancia de María. Esa santísima niñez que ella ha vivido porque tenía su espíritu en Dios. No sabía que era la escogida por Dios, solo sentía ese inmenso amos por Él. Luego cuando llegue navidad ya habremos narrado toda la vida de la Mamá y empezaremos por la vida del Niño, su Hijo y Dios.
Posted on: Thu, 18 Jul 2013 21:03:37 +0000
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