VIERNES DE LA SEMANA XVIII DE TIEMPO ORDINARIO EVANGELIO SEGÚN - TopicsExpress



          

VIERNES DE LA SEMANA XVIII DE TIEMPO ORDINARIO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 16,24-28. ¨¿DE QUÉ LE SIRVE AL HOMBRE GANAR EL MUNDO ENTERO, SI ARRUINA SU VIDA?¨ 1.- Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino". Amados Hermanos, seguir a Jesús no es huir de mí, del mundo o de la vida. Es asumir una humanidad nueva y radical. Negarme a mí, es abrazar con entusiasmo, alegría y decisión la causa que hace pasar a un segundo plano o desaparece la angustia de ser y existir. No puedo olvidarme de mí, si no soy feliz con lo que hago, quiero y busco. Luego hay que cargar con la propia cruz de la voluntad, y dejarla inclinada a favor de la propuesta salvífica que Dios me hace sobre la edificación de su reino en nuestra sociedad. Se gana la vida mientras más se la coloque al servicio de los otros. (DyN) «EL QUE TOME SU CRUZ QUE ME SIGA» 2.- Al cumplirse el misterioso designio de su bondad, el Señor tomó la condición de esclavo y se digno rebajarse hasta la muerte de cruz(Fl 2,8). Para realizar en nuestro corazón, por medio de una humillación visible, aquella celestial sublimación, para nosotros invisibles. Considera pues, de qué altura nos precipitamos desde el principio, y comprenderás que por voluntad de la divina sabiduría y por su bondad somos restituidos a la vida. Con Adán caímos en la soberbia; por eso somos humillados en Cristo para poder cancelar la antigua culpa con el remedio de la virtud contraria, de modo que los que con la soberbia ofendimos a Dios, le aplaquemos poniéndonos a su servicio. Alegrémonos, y gocemos en aquel que nos ha hecho objeto de su lucha y de su victoria, diciendo:»Tened valor, oye vencido al mundo»(Jn16,33)... El invencible, peleará por nosotros y vencerá en nosotros. Entonces el príncipe de las tinieblas será echado fuera, aunque no ciertamente fuera del mundo, sino fuera del hombre, cuando al penetrar en nosotros la fe, es obligado a salir fuera y dejar libre el puesto a Cristo; cuya presencia pone en fuga al pecado y significa el destierro de la derrota de la serpiente... Que los oradores guarden su elocuencia, los filósofos su sabiduría, los reyes sus reinos; para nosotros la gloria las riquezas y el reino, es Cristo; nuestra sabiduría, es la locura del Evangelio; la fuerza es, la debilidad de la carne, y la gloria, es el escándalo de la cruz. A TUS MANOS SEÑOR ENCOMIENDO MI ESPIRITU/ 3.- Edith Stein era filósofa. Tenía un inconveniente grave en aquella Alemana: aunque primero agnóstica y luego católica, seguía siendo judía de raza, y eso se pagaba entonces con el veto de las grandes universidades, y luego con la estrella amarilla y, en tantos casos, la muerte en las cámaras de gas. Entró en el Carmelo de Colonia. Había descubierto a Cristo leyendo la autobiografía de santa Teresa de Jesús, y desde ese instante se dijo: esto será lo mío. Ante el peligro por ser judía, creyeron conveniente trasladarla a un Carmelo holandés a pocos kilómetros de la frontera alemana. Pero no contaron con la carta de los obispos holandeses condenando la persecución, lo que hizo que esta se extendiera implacable a Holanda, país ocupado. Por más que católica y religiosa, fue detenida y llevada como ganado a la cámara de gas. El tren en que iba la recua de reses, como la consideraban los nazis, pasó por la estación de Colonia y allá, les cambiaron de tren. Avanzaban en filas estrechamente vigiladas. Una amiga querida de Edith Stein, que estaba en ese momento en la estación, la vio unos instantes, vistiendo aún su hábito carmelitano. No se atrevió más que a mirar, y vio que el rostro de su amiga, llevada al matadero, resplandecía radiante. Dos o tres días después, lo que tardó el tren en llegar, fue martirizada por su amor a Cristo y por el hecho maravilloso de ser de su misma raza. Contempladla y quedaréis radiantes. Siempre que me refiero a esta escena de pura contemplación, se me humedecen los ojos. No tenía miedo a los que matan el cuerpo. Estaba entregada a su Señor. Su cara resplandecía mientras se acercaba al altar en la que ella y tantos otros, como su Maestro, sería inmolada. Confesaba a Jesús, a ese niño Jesús que, desde santa Teresa, todos los carmelos tienen en lugar preferente. La gran Teresa. La pequeña Teresa. La Teresa de la contemplación y de la vida filosófica, que se vierte a su Dios y Señor. Le confesó delante de muchos, ahora de todos. Trabajó como maestra de filosofía. Con el permiso de sus superiores, siguió escribiendo sus obras en el Carmelo que le había recibido. Una escritura que era contemplación. El Señor se compadeció de ella, siempre esa mirada de misericordia, y su amor le llenó de gozo. Aunque destrozada su vida por la persecución junto a su pueblo judío, puso su vida y la de todos los suyos en las manos del Señor su Dios. El amor de su Jesús le puso a salvo. Su Dios no le abandonó, como tampoco abandonó a Jesús en la cruz. Es verdad que podemos preguntarnos, como tantos otros, cómo es posible que Dios permitiera semejante maldad. Permitió la acción implacable, negativa, monstruosa de quienes ejercieron su libre voluntad en la persecución y en el matar, queriendo hacer desaparecer a todo un pueblo, y, no lo podemos olvidar, a muchos más que también fueron martirizados. Como oveja llevada al matadero. Murió, es verdad, como tantísimos otros, en injusticia suprema, hija de una voluntad que se había dejado llevar por el engaño del Maligno, prueba de lo que tan voluntariamente solemos hacer: matar, matar y matar. ¿Cómo es posible que Dios lo permitiera? Porque, ¿imprudente?, permite nuestra voluntad libre, con la esperanza de que la víctima ofrecida en el altar, cada una en su propia cruz, sea una acción redentora que nos merezca la salvación del pecado y de la muerte. Contempladla y quedaréis radiantes. REFLEXIONES: ¿Qué me dice hoy la Palabra de Dios en esta lectura? ¿La propuesta del reino de Dios, es universal y tiene definitivamente en cuenta al otro; al prójimo, cercano y compañero de camino? ¿Seguir a Jesús es asumir la alegría del día a día, la precariedad y la plenitud del presente? ¿Cargar con la cruz no se refiere a infligirse castigos, culpas o remordimientos propios o ajenos, sino a aceptar la condición humana limitada por la violencia, el sufrimiento, la inseguridad, el miedo y la incertidumbre? ¿La cruz es la condición existencial del ser humano, que sólo puede ser redimida si se acepta y se soporta solidariamente? ¿Es el reconocimiento del propio pecado cometido por acción, omisión o permisión? ¿Estas dos exigencias confluyen en la condición básica para ser cristiano: Seguir a Jesús, asumir su causa y compartir su fe? ¿Dios me garantiza que ofreciendo mi propia existencia en favor de mi salvación, lograre el cumplimiento de mis más altas y profundas esperanzas? ¿Para hacerme como Cristo debo empezar a conocerlo; leer el Evangelio, acudir a los sacramentos, dedicar momentos diarios a la oración, etc? ¿Si me “empapo” de sus enseñanzas, que son divinas, puedo entonces dar un fundamento sólido a mi vida cristiana? ¿Cargar con la cruz sobre los hombros es la manera más plena de vivir, despreocupándose de los propios intereses y tratando a los demás como Cristo lo haría?
Posted on: Fri, 09 Aug 2013 12:27:08 +0000

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