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VUELVE ” EL LAGO DE LOS CISNES” Figuras muy destacadas de la danza aportaron a partir de 1940 sus propias revisiones de la obra: George Balanchine, Kenneth MacMillan, John Cranko, Alicia Alonso, Frederick Ashton, Rudolf Nureyev, entre innumerables otros. • Ballet Nacional del Sodre - • El lago de los cisnes - • Marius Petipa - • Lev Ivanov - • Tchaikovski - • Raúl Candal Un ballet inmortal Cualquier habitante del planeta que conozca la existencia de un género escénico llamado "ballet", sabe que hay algo llamado El lago de los cisnes. Esta obra del inmenso repertorio creado por el coreógrafo franco-ruso Marius Petipa en la segunda mitad del siglo XIX, es el ballet más popular de todos los tiempos y también el que más alteraciones, revisiones, retoques, supresiones y nuevos enfoques ha sufrido. Laura Falcoff Marius Petipa y Lev Ivanov crearon la coreografía original para el Ballet Imperial del Teatro Mariinski de San Petersburgo sobre una partitura de Piotr Ilitch Tchaikovsky y el estreno ocurrió en 1895, dos años después de la muerte del compositor. El ballet gozó desde el principio de un éxito colosal, y se verá otra vez en Uruguay a partir del 8 de agosto de la mano del Ballet Nacional del Sodre. El argumento de El lago de los cisnes pertenece al dominio de los cuentos fantásticos. En esa época desplazada del tiempo cronológico el príncipe Sigfrido festeja su mayoría de edad; es el momento en que su madre le impone elegir a su futura esposa. Después de la fiesta, Sigfrido parte hacia una excursión de caza nocturna y en el claro de un bosque cercano a un lago encuentra a Odette, princesa transformada en cisne por el maleficio del mago Von Rothbart. Odette y sus compañeras, igualmente víctimas del hechizo, sólo recuperan su forma humana entre la medianoche y el amanecer. El encantamiento podrá quebrarse cuando Odette reciba la promesa de ser amada, y siempre que a esta promesa no siga una traición de su amante. Cautivado, Sigfrido jura que él será quien la salve. En el acto siguiente, durante una fiesta organizada por la reina, el príncipe rechaza a todas las jóvenes casaderas que su madre le presenta. Sin embargo, termina cayendo en la trampa tendida por Von Rothbart, quien llega con su hija Odile, tan seductora como maligna y cuya semejanza con Odette engaña al príncipe. Sigfrido jura que se casará con Odile y con esto precipita la muerte de Odette, que (en el acto siguiente) se arroja en las aguas de lago; el propio Sigfrido se suicida pero los amantes, como corresponde a una tragedia romántica, se reencuentran en el más allá. La trama de El lago de los cisnes se desarrolla en cuatro actos que, en palabras del gran coreógrafo George Balanchine, podría describirse sucintamente como la vieja historia de siempre: "chica-conoce-a-chico". Pero el encuentro entre la inspirada música de Tchaikovsky, el genio poético de Lev Ivanov y el dominio del brillo escénico que poseía Petipa, hicieron del relato relativamente sencillo una obra extraordinaria. Desde el mismo comienzo del siglo XX, apenas cinco años después de su estreno en San Petersburgo, El lago de los cisnes se presentó en Europa Central: en 1900 en Varsovia, en 1907 en Praga, en 1921 en Zagreb. Luego continuó expandiéndose, aunque en general bajo la forma de extractos de la obra completa. En 1920, el coreógrafo Alexander Gorsky presentó en el Teatro Bolshoi de Moscú una versión renovadora: uno de los cambios más significativos fue el de dar a dos bailarinas diferentes los roles de Odette y Odile, asumidos por una única intérprete en la versión original de 1895. El propósito de Gorsky era volver más "realista" la obra, si eso fuera posible, y que los dos roles no representaran, como parecía sugerirse, aspectos opuestos de un mismo carácter femenino. Por otra parte, Gorsky reemplazó los tutús blancos de los cisnes por túnicas inspiradas en Isadora Duncan. Aunque muchos coreógrafos conservaron esta atribución de los roles de Odile y Odette a dos bailarinas distintas, otros tantos regresaron a la modalidad inicial. Alguien dijo alguna vez al respecto: "sólo un príncipe medio tonto podría no darse cuenta de que Odile es alguien quizás parecido pero no idéntico a Odette, a la que acaba de conocer en el acto anterior". Trío y prehistoria. El lago de los cisnes contiene tres personajes fundamentales: el compositor Piotr Ilitch Tchaikovsky y los coreógrafos -o maîtres de ballet como se los designaba en ese tiempo-, Marius Petipa y Lev Ivanov. Pero también hay una prehistoria de la obra, o para decirlo menos solemnemente, hubo, casi veinte años antes, dos montajes escénicos sobre la partitura de Tchaikovsky. El libreto del ballet había sido confiado a Vladimir Begichev y Vasili Geltzer sobre una partitura encargada a Tchaikovsky por la dirección del Teatro Bolshoi de Moscú. Hay poco para decir sobre el coreógrafo de apellido Reinsiger que creó esta versión estrenada en 1877, y ni siquiera hay un acuerdo entre los historiadores sobre si su nombre de pila era Julius o Wenzel. En cualquier caso, para Cyril Beaumont -que dedicó un volumen entero a este ballet- Reinsiger era un mediocre maestro de danza de origen austríaco y, de hecho, su "Lago de los cisnes" fue creado con aportes de los propios bailarines, una práctica habitual en aquella época. Por otra parte, el director de orquesta del Teatro Bolshoi suprimió un tercio de la composición original. "Es la partitura más complicada de entre todas las que tuve que enfrentar", dijo Ryabov, el susodicho director de orquesta, quien junto con Reinsiger incluyó pedazos de música de otros autores, "música de cajones", que era igualmente una práctica habitual de la época. Se llamaba "música de cajones" a aquellos fragmentos escritos por compositores diversos que, guardados en el escritorio del maître de ballet, permanecían disponibles para una u otra escena de un nuevo ballet cuando la necesidad así lo impusiera. A pesar de todo, algo de lo que Tchaikovsky había compuesto logró sobrevivir, lo suficiente como para que la gente del Teatro Bolshoi sintiera un poco de remordimiento hacia el músico. En 1880 se intentó una nueva producción a cargo de un belga del que se conoce únicamente el apellido, Hansen. Suena raro, pero hay igualmente dudas sobre su nombre de pila: diferentes historiadores le atribuyen Peter, Olaf y Joseph. Tampoco esta nueva versión gozó de demasiado éxito. Tchaikovsky. En diciembre de 1877 Tchaikovsky escribía desde Viena una carta a su amiga Nadezda Von Meck: "Últimamente escuché la música de Delibes para el ballet `Sylvia`, que en su propio estilo es enormemente buena. Había conocido un tiempo atrás esta partitura en un arreglo para piano, pero la espléndida ejecución que hizo la Orquesta de Viena me fascinó, especialmente la primera parte. `El lago de los cisnes` es una pobre cosa comparada con `Sylvia`. Durante los últimos años nada me ha fascinado tanto como esta música para ballet de Delibes". Recordemos que el desdichado Tchaikovsky había sufrido el despedazamiento y ulterior fracaso de su Lago de los cisnes ese mismo año. Hay un cierto misterio acerca de cómo fue inicialmente concebida la partitura de El lago… De acuerdo a un relato familiar, la idea había surgido del propio Tchaikovsky en junio de 1871, mientras pasaba una temporada con su hermana Alexandra en su propiedad rural de Kamena. Se dice que esa breve música, supuestamente pensada para un ballet y compuesta como un regalo para sus sobrinos, estaba basada en una leyenda germana. Pero también se presume que la idea nació durante un viaje por Europa Occidental que el compositor había emprendido con un grupo de amigos durante el verano de 1868. Posiblemente esa vista romántica de los castillos sobre las márgenes del río Rhin haya despertado el argumento de El lago de los cisnes. El dato más concreto, sin embargo, es que en la primavera de 1875 Tchaikovsky recibió el encargo de escribir la partitura del nuevo ballet por una paga de 800 rublos, suma importante si se considera que cobraba 140 rublos anuales como profesor del Conservatorio de Música de Moscú. Tchaikovsky encaró la tarea de escribir la obra no sólo con buena disposición sino también con alegría. En setiembre de ese año le comentaba a Rimski-Korsakov en una carta: "Acepté el encargo, en parte porque necesito el dinero y en parte porque desde hace tiempo ambicionaba probarme en este tipo de música". Rimski-Korsakov le había desaconsejado que aceptara la comisión de la partitura porque lo consideraba indigno del talento de Tchaikovsky. Paradójicamente, el tiempo demostraría que el compositor había logrado, con sus obras para danza, llevar el género de la música de ballet a un nivel muy elevado, haciendo de estas partituras creaciones de un valor totalmente autónomo. Petipa. El lago de los cisnesque conocemos hoy apareció recién en 1895. Pocos años antes el coreógrafo en jefe del Teatro Mariinski de San Petersburgo, Marius Petipa, había obtenido un enorme éxito con su ballet La Bella Durmiente, con partitura de Tchaikovsky, y parece razonable que quisiera emprender una nueva colaboración. Marius Petipa había nacido en Marsella en 1810. Su padre era bailarín y maestro de danza y su madre, actriz; su hermano Lucien, un bailarín muy destacado. A lo largo de más de treinta años de vida, Marius conoció las delicias pero también las adversidades de esa existencia trashumante que toda la familia tanto y tan largamente había experimentado. En el mes de mayo de 1847 Marius llegó por barco a San Petersburgo con un contrato para trabajar durante un año en el prestigioso Ballet del Teatro Mariinski. Pero ese término acabó por transformarse en una residencia permanente y su vinculación efectiva con el ballet ruso se prolongó a lo largo de casi seis décadas. Petipa nunca logró dominar el idioma de su patria adoptiva y los sinsentidos y obscenidades involuntarias que profería cuando intentaba hablar en ruso fueron objeto de diversión para sucesivas generaciones de bailarines. Su identificación con Rusia, sin embargo, y su amor por el país, fueron absolutos. La vigencia que tiene hasta hoy un número importante de sus obras está fuera de toda discusión y los aportes que hizo a la compañía imperial, especialmente como coreógrafo y director, marcaron de una manera excepcional y definitiva la historia del ballet ruso y, finalmente también, la historia del ballet universal. Es inevitable agregar que el poder omnímodo del que Petipa gozó hasta pocos años antes de su retiro se debió a su destreza para adaptarse a las exigencias y los gustos muchas veces frívolos y banales de la corte zarista, de la que dependía la vida entera de los Teatros Imperiales. A pesar de su genio artístico, Petipa fue también un hábil y cumplido cortesano, no desprovisto por otra parte de una actitud despótica hacia sus subalternos. En cuanto a su relación con El lago de los cisnes, Petipa afirma en sus Memorias que fue él quien llevó al director general del Mariinski la idea de crear una nueva versión para ballet sobre la música de Tchaikovsky, que tan mala fortuna había tenido en Moscú años atrás. En algún momento se lo consideró como el inspirador de la idea y el único coreógrafo del ballet. Pero hoy sabemos que no es así, que otro autor tanto o más importante de la coreografía fue Lev Ivanov. La decisión de Petipa de meter mano en El lago… surgió después de haber visto el segundo acto montado por Lev Ivanov para una función de homenaje a Tchaikovsky, que había muerto el año anterior en una epidemia de cólera. También Petipa intentó, con la ayuda de algunos amigos balletómanos, de hacer pasar aquella escena como propia, una actitud no muy noble de su parte si lo pensamos un poco. Pero a Petipa hay que tomarlo así, con sus virtudes y sus defectos. Como fuera, resolvió encarar un ballet completo, del que en definitiva Ivanov creó los dos actos más inspirados y más líricos - el segundo y el cuarto- y él mismo, el primero y el tercero, muy en su estilo espectacular. Ivanov. Seguramente es injusto dejar relegado a Lev Ivanov al tercer lugar en este relato: su contribución a El lago de los cisnes es tan importante como original y avanzada para su tiempo. Pero ese lugar en la sombra parece haber sido el destino de su vida, el destino de un personaje de Chéjov. Postergado, no reconocido como su genio lo merecía, Ivanov era un hombre tímido, cargado de hijos y de problemas económicos, con un carácter débil y un poco indolente. Él mismo reconoció en sus Memorias que había dejado de lado la oportunidad de ascender al puesto de jefe de escena y maître de ballet en San Petersburgo para poder asistir a las fiestas de Coronación de Alejandro II en Moscú (la ocasión fue rápidamente aprovechada por Alexei Bogdanov, un ex bailarín del Mariinski que carecía de talento artístico pero sabía muy bien cómo cuidar su carrera). En 1885 Ivanov fue promovido desde el puesto de regisseur que ocupaba al de segundo maître de ballet, esto quiere decir, inmediatamente por debajo de Petipa. A partir de ese momento y con semejante patrón, pocas oportunidades tenía para crear obras nuevas. Se le confiaba la reposición de viejos ballets y coreografías para óperas. Sin embargo, por entera casualidad, en 1892 tuvo la posibilidad de montar de manera independiente el ballet Cascanueces, sobre música compuesta por Tchaikovsky. Petipa, enfermo, no había podido asumir el trabajo y, aunque tanto el compositor como Ivanov debieron seguir rigurosamente las detalladas instrucciones que su superior les hacía llegar por carta, también pudieron crear, cada uno desde su terreno, una obra bella y perdurable. En cuanto al papel de Ivanov respecto de El lago de los cisnes, el editor e historiador del ballet Anatoli Chujov escribió en 1952: "Al crear los dos actos, Ivanov, cuya motivación surgía enteramente de la música, se colocó en una posición opuesta a los principios que había sostenido la dirección artística de los Teatros Imperiales Rusos durante la segunda mitad del siglo XIX: la espectacularidad a cualquier precio, el virtuosismo del bailarín llevado a un plano casi acrobático y el desarrollo de lo que hoy llamaríamos la tecnología escénica. Un excelente ejemplo es el Adagio del segundo acto. En los ballets de Petipa el adagio se desenvolvía habitualmente contra un telón de fondo pintoresco o utilizando como marco a un grupo de bailarines inmóviles que no tomaban parte en la acción. La composición de Ivanov del Adagio del segundo acto, en cambio, es un dúo al que se suma el cuerpo de baile, que no sólo participa sino que complementa la danza de los dos protagonistas. Esto puede no sonar demasiado revolucionario hoy, pero en 1894 era un gran paso adelante, tanto que ningún coreógrafo se atrevió a dar un paso similar hasta 1909 cuando Mijail Fokin utilizó la idea de Ivanov en su ballet `Las Sílfides`". Es triste pensar que cuando Ivanov murió, ni un solo obituario mencionó su autoría de El lago de los cisnes. La reparación llegó muchos años después. El lago en el mundo. En 1934, la versión integral de El lago de los cisnes subió a escena por primera en Europa Occidental: ocurrió en Londres y el responsable del montaje fue el ruso Nicolás Sergueiev, contratado por la compañía inglesa Vic-Wells Ballet. Sergueiev (1876-1951) había formado parte del Ballet Imperial de San Petersburgo, primero como bailarín y luego como encargado del registro gráfico de los ballets. También había sido intérprete de muchas producciones de los últimos nueve años del "reinado Petipa" y por lo tanto conocía muy bien, muy de primera mano, el estilo del coreógrafo. Sergueiev abandonó Rusia inmediatamente después del triunfo de la revolución soviética y se llevó con él algunas partituras coreográficas que pertenecían a los archivos del Mariinski, un gesto visto con escasa simpatía por las autoridades soviéticas. Con estos documentos inapreciables, Sergueiev hizo una provechosa carrera como repositor de obras del gran repertorio ruso en distintas compañías de ballet europeas. Pasados seis años del estreno londinense, muchas versiones integrales de El lago de cisnes surgieron en Europa occidental y en el resto del mundo. Figuras muy destacadas de la danza aportaron a partir de 1940 sus propias revisiones de la obra: George Balanchine, Kenneth MacMillan, John Cranko, Alicia Alonso, Frederick Ashton, Rudolf Nureyev, entre innumerables otros. Estas versiones, aun en su diversidad, conservan en mayor o menor medida una fidelidad a la tradición clásica. Pero otros coreógrafos, como el sueco Mats Ek, modificaron en profundidad no sólo la obra sino también su sentido. Ek estrenó su "Lago de los cisnes" en 1987 con bailarines extraordinarios: su propia mujer, la española Ana Laguna, en el doble rol de Odette y Odile; Yvan Auzely como el príncipe y Mónica Mendarelli, como la madre. Sobre la misma partitura de Tchaikovsky, Mats Ek recrea la historia - con un vocabulario de danza contemporánea- dándole un giro atractivamente perverso. Un lugar importante del relato corresponde a la relación edípica que el príncipe sostiene con su madre. Nuevos enfoques sobre el "ballet de los ballets" no cesan de aparecer: este año el Ballet de Montecarlo estrena un "Lago de los cisnes" cuyo libreto fue encargado a Jean Rouaud, Premio Goncourt de Literatura 1990. Al buscar a un autor contemporáneo como libretista, el propósito del director y coreógrafo Jean-Christophe Maillot fue que aquel relato intemporal resonara con las preguntas del presente. Un problema difícil Para la producción de Petipa-Ivanov estrenada en 1895, fue elegida la bailarina italiana Pierina Legnani. Las artistas italianas hacían furor entre el público ruso y Legnani ya había sido contratada dos años antes. Su partenaire en el personaje de Sigfrido fue Pavel Gerdt, fornida primera figura del Ballet Mariinski que en ese momento tenía cincuenta y un años. Por una ley no escrita, se continuaba asignando a Gerdt todos los roles importantes del repertorio, a pesar de que a esa altura ya no podía bailar una escena complicada ni sostener a la bailarina con la fuerza necesaria. De mala gana, los coreógrafos tenían que adaptarse a esta circunstancia, subordinando su plan compositivo e incluso la música a las posibilidades de Gerdt. El segundo acto de El lago de los cisnes está consagrado al encuentro entre el príncipe Sigfrido y Odette. Para que las limitadas destrezas de Pavel Gerdt pudieran conciliarse con las demandas de la escena, Ivanov resolvió que el joven bailarín Alexander Oblakov, en el personaje del escudero del príncipe, bailara y sostuviera a Pierina Legnani mientras Gerdt hacía las poses y la mímica correspondientes. Así el dúo se transformó en trío.
Posted on: Fri, 02 Aug 2013 14:33:03 +0000

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