Y PARTE QUINTA.- EL GATO ESFINGE La atención a los cuerpos - TopicsExpress



          

Y PARTE QUINTA.- EL GATO ESFINGE La atención a los cuerpos salvajes, un poco peliculero por mi parte, duró lo que tardé en reconsiderar nuestra actual posición. Estábamos en el aparcamiento- mirador que precede a " la rotonda del aullido del lobo" y de algo estábamos seguros: habíamos llegado y de lo que se trate está muy cerca, quizás la estemos pisando o esté en la maraña de cañaverales que rodean este asilvestrado lugar presidido por un cartel con la leyenda: NO ROULOTTES. Consulté con Gabriel, que por cierto estaba muy entero, y decidimos darnos 10 minutos de descanso. Aprovechamos para evacuar aguas en posición incómoda dado que la falta de bragueta en los pantalones de deporte provoca posturas inverosímiles. No hace falta decir que Gabriel, al igual que su hermano Fabián con él, imitó todos mis movimientos pero, eso si, con estilo y con marca propia de la casa, que chuleta dandi es un rato. En nuestro nervioso recorrido por la plataforma- mirador buscando un apoteósico cierre al compromiso adquirido, terminamos situándonos frente al mar, encima de una duna más muerta que viva y una extensa, ancha y poco concurrida playa que por la derecha muere en el pantalan de servicios del Puerto Cabopino. Era un día claro, de esos que ves el Peñón y el Atlas marroquí con una nitidez que a veces no se repite en todo el mes de agosto. De todos modos yo no podía dejar de tener una cierta preocupación : aún no habíamos conseguido el objetivo y, sin embargo sabíamos que estaba allí, a nuestro lado, quizás debajo de nuestros pies, quizás, pero no, no tendría sentido. Por un momento, pensé que la inacción del momento podía conducir al aburrimiento a Gabriel; preocupación que reconozco no me ha desaparecido en toda la aventura que no olvidemos estaba preparada, pensada y montada para entretenimiento de el. Me equivocaba, los niños son niños, pero cuando se les da responsabilidad responden a la misma estando a la altura de las circunstancias. Insistí: "Gabriel, te lo estas pasando bien ?, te estás aburriendo ?" ; " deja de preocuparte, Pepe, me lo estoy pasando guai desde el primer momento. Gracias por dejar que te acompañe. Bueno, supongo que te viene bien que vaya contigo y así no vas solo". Gracias, amigo, le contesté, invitándole a fijar la vista en el horizonte marino. Antes le dije que si algún día se encontraba triste, maniatado, cabreado, melancolico o jodido, siempre tendrás una vía propia de compensación o superación: tu mente, sobre todo si eres capaz de hacerla volar, creando, ampliando y defendiendo tu propio espacio de libertad. El sitio, tal y como dije anteriormente, lo conocía bien, de modo que superado el rato de descanso y con la seguridad que iba sobre seguro, me acerque al cañaveral de la izquierda, aparté cañas y matojos, llegando hasta una parte tan espesa de vegetacion que hacía imposible seguir avanzando. Divisé un pequeño hueco por el que, sin pensarlo, se lanzó Gabriel; yo no cabía, por lo que fue necesario emplearnos a fondo para apartar cañas y agrandar un hueco por el que poder pasar. Tenía su mérito, pues tal era la frondosidad que por momentos la luz se había atenuado hasta alcanzar un cierto nivel de oscuridad, dando un marchasmo de misterio que venía bien a nuestro propósito. Tuve que calmar a Gabriel que estaba muy excitado por el rumbo que había tomado el asunto. Cuando logramos superar la frondosa barrera, nos encontramos con una choza circular de 2,5 metros de diámetro y paredes de cañas y carrizos vivos que guardan las distancias por la base y que se cierran al vencerse por la cúspide, lo que ocurre a una altura de mas de tres metros. En el suelo, en un intento de hacer colchón mullido, se repartían cañas cortadas al efecto y ya secas por el paso del tiempo.. Me propuse razonar la situación con mi compañero de andanzas y todo apuntaba a que lo visto ampliado a tres chozas más que descubrimos a continuación era una especie de ciudad dormitorio para los jóvenes de color que incansablemente recorren las playas ofreciendo sus productos. Es una foto de la vida misma a la que no me acostumbro; es más a la que no quiero acostumbrarme. A veces pienso que para estos parias del siglo XXI los tiempos han evolucionado poco, tan poco que no sabría decir si la abolición de la esclavitud ha incidido decisivamente en sus vidas. En toda esta investigación cañaveral nos acompaño la mirada inquietante de un gato negro con pinta de vigía. No se movió cuando llegamos y no se movió cuando nos fuimos. Por momentos, pensé que el minino era el espíritu de un guerrero maori que acompañaba a los top manta en su infatigable deambular, para que conservasen las esencias de esta etnia polinesia feroz y orgullosa. Por un momento perdí de vista a Gabriel al que empecé a llamar cada vez con más fuerza. Reconozco que llegué a preocuparme. Gabrieeeeel, Gabrieeeeel, voceé con todas mis fuerzas. Por fin oí ruidos y más tarde una melodiosa voz que, a pesar del susto, no había perdido la compostura: Pepe, Pepeee. Estábamos muy cerca , nos oíamos pero no nos tocábamos. De inmediato me di cuenta: las " habitaciones- choza" se comunicaban entre si a través de un laberinto de sendas y pasadizos en los que moverse resultaba casi imposible. Después de unos largos e intensos minutos, con paciencia y la agudeza de Gabriel pudimos desentrañar ese laberinto imposible que con paciencia y tiempo habíamos logrado vencer. El encuentro se produjo sobre las 12,20 horas. En la estrechez de la choza, Gabriel se abalanzó sobre mi, con tanto ímpetu que por momentos lo confundí con un guerrero Maori. Técnicamente, Gabriel había estado perdido cerca de 4 minutos. El disgusto quedó más que compensado cuando entre susurros y la terminación de un cálido abrazo entre dos tíos "con pelo en pecho" le oí decir: GRACIAS ABUELO. Me acorde de Enrique y Nacho y la descripción que me habían hecho en tantas ocasiones de situaciones similares en emoción. De ese momento solo recuerdo que, en tono todavía más bajo que en el que en mi es habitual, acerté a decir: "GRACIAS AMIGO". No me dio tiempo a reaccionar cuando el perillan de Gabriel me soltó de sopetón: " Pepe lloras porque te da miedo". Nunca se lo pregunté pero cien a uno que Gabriel sabía que tipo de sentimientos había logrado despertar y que desde luego no fue el del miedo. El campamento de chozas escondidas en el carrizal estaba claramente diseñado para no ser visto, de modo que las cuatro chozas se comunicaban entre si por una red de pasadizos que en cierto modo me recordaban la red de túneles que en la selva construyeron los norvietnamitas para el transporte de armas y víveres, al tiempo que evitaban los terribles bombardeos americanos. Habían dispuesto las sendas con carácter defensivo, de modo que en su recorrido todo estaba diseñado para que las mismas escupieran a los intrusos hacia el exterior. Además, la postura del gato no era neutral. Cuando notaba nuestra presencia echaba a andar arrastrándose, con lo que invariablemente se dirigía hacia un pasillo principal de salida. Resultaba curioso observar como en apenas 40 metros, si se derribasen muros y apareciese diáfano el espacio, en torno al mirador aparecerían durmiendo un multimillonarios, un mafioso ruso y los titulares de top manta. Las dimensiones y lujo de la casa que con un lateral hace muro con el mirador y los dos maseratis que guardan sus garajes , o la urbanización de alto estandin habitada mayoritariamente por fortunas rusas, que guardan la aparente endeblez de los negritos, más pobres si cabe que los del Domund, constituyen un ejemplo de las contradicciones que arrastran las sociedades modernas. Los tres grupos durmiendo juntos y sin conocerse e interesarse por sus problemas. Unos nadando en la abundancia absoluta e insultante y otros chapoteando en patera para escapar de la indigencia y sin más futuro que el plazo que marca el día a día, que se constituye así en el corto, el medio y el largo plazo. Es probable que Gabriel aspirase a una aventura a lo Indiana Jone; pero, sinceramente, pienso que no es poca aventura el conocimiento real de lo que ocurre a nuestro alrededor. Espero que Gabriel haya aprendido la lección, tomado nota y que su espíritu aventurero lo lleve por el camino de luchar contra la injusticia y la paz. Pepe, me lo he pasado muy bien. Cuando vamos a hacer otra aventura. Pronto, le contesté; pero ahora medita sobre lo que has visto y oído. " Por cierto, Pepe, no ves al fondo del mar un barco de velas con una proa en la que va tallado un dragón . Mira, mira Pepe, la bandera es una calabera y el capitán lleva un parche en un ojo y una pata de palo. Bueno, mejor es la tuya que es de goma. Están preparando los cañones. ¡ Cuidado! Nos están disparando. A cubierto, Gabriel, están desembarcando y vienen hacia aquí. El gato en cuestión de décimas había reaccionado, poniéndose al frente del pequeño grupo introduciendonos en ese pequeño VietNang en el que, por momentos, se había convertido la playa de GABIPE. Si , con ese nombre la habíamos bautizado: Gabi de Gabriel y Pe de Pepe. Sin duda que los piratas- corsarios, que eso es lo que eran, venían dispuestos a todo. El gato que había pasado de esfinge a la ofensiva, nos dirigió al depósito de armas que en una caja tenían enterrada para este tipo de ocasiones. Abrí la caja con cuidado y me encontré con tres tiradores de palos y cinco cerbatanas. En un lado de la caja estaba la munición: chinas y dardos impregnados en dormidina. Buscábamos adormecer al enemigo y no matarlo. Pero esta ya es otra aventura que quizás si salimos de ella merezca contarse; en todo caso merece ser vivida.
Posted on: Thu, 05 Sep 2013 07:19:18 +0000

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