Y una vez que hubiese pronunciado todas las palabras, y la boca le quedase seca como un mar muerto, llena de lengua y dientes que se deshacen en cenizas; moriría. Pero qué pasara si no quisiera morir así, con ese decir tan limitado, sin excusas para ser vida, sin motivos para ver de nuevo el sol en la mañana. No te cayes – le dijo el viento – No te cayes nunca. Entonces abrió los ojos y vio el cielo raso impregnado de flores negras enmohecidas. Esa humedad traspasó sus ojos y de alguna manera llegó a su boca, a su garganta. Las palabras resurgían levitando desde lo hondo de quién sabe dónde y se fugaban entre los labios, apresuradas. No te cayes nunca – articuló en susurros – No te cayes.
Posted on: Sun, 04 Aug 2013 02:31:39 +0000
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