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ZoomNews / Zoom Plus / El Retrato EL RETRATO | VIERNES, 26 DE JULIO DE 2013 Ana Mato, por Sor Patrocinio Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas, escribe desde el más allá a la ministra de Sanidad por sus políticas sociales sobre aborto, reproducción asistida y violencia de género. La ministra de Sanidad, Ana Mato / EP La ministra de Sanidad, Ana Mato / EP Hija mía en Cristo devotísima: Me entero por un pajarito santo de que estás sufriendo persecución. Que las potencias del mal te acosan y te ofenden. Que eres víctima inocente de burlas y de injurias contumaces, de calumnias que atentan contra tu bondad, tu buena educación y tu posición. Ay, hija mía: cuánto sé yo de eso. El demonio no descansa nunca, niña, bien lo sabemos. El demonio danza por la tierra acompañado de sus secuaces: los descreídos, los masones, los modernistas y sobre todo esa peste del infierno que son los liberales, los liberalotes ilustrados de blasfemia y taberna, que son lo peor de toda la... ¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Cómo que ya no es así? Pero ¿qué me estás diciendo, hijita mía? ¿Cómo que ahora son los buenos? ¿De verdad? ¿Y personas de bien, de orden? ¿Y religiosas también? ¿Estás segura? Pero niña, ¡si ya Su Santidad Pío Nono dijo de los liberales que!... ¡Y León Trece! Y, poco después de irme yo, San Pío Décimo, nada menos... ¡Huy, lo que dijo de los liberales San Pío Décimo! Y ahora vienes tú y me cuentas, espera a ver si soy capaz de decirlo, ¡que los liberales se han convertido a la sagrada fe de Jesucristo! ¡Pero eso es un milagro, hija mía! ¿Ves? ¿Ves? ¿Cuántas veces se lo dije yo a mi señora doña Isabel Segunda? ¡El poder de la oración! ¡Nunca hay que despreciar el poder de la oración, por más pecadora que se sea, y en eso ella era una especialista! ¡Este es el resultado de tantas rogativas, tantas novenas y tantas preces elevadas al Santísimo Sacramento! ¡Los liberales, convertidos! ¡Hala! ¡Toma del frasco, Satanás! Verás cuando se lo cuente a mi querido Antonio María Claret, ¡no se lo va a creer! Oye, hija mía, y de esos otros perdularios, los socialistas, ¿se sabe algo? ¿Quién? ¿Quiénes dices? ¿Bono? ¿Vázquez? No, no sé, ¿son de esos modernos que tenéis ahora? Sí, hija, tienes tú razón. Vamos a lo nuestro, que el tiempo apremia y perderlo es pecado grave. "Ya la emprendieron contigo cuando trataste de echar abajo esa inicua, pecaminosísima ley del aborto, que tanto hace sufrir a Nuestro Señor" Ya la emprendieron contigo cuando trataste de echar abajo esa inicua, pecaminosísima ley del aborto, que tanto hace sufrir a Nuestro Señor. A punto estuviste de conseguirlo, y todavía no has perdido la batalla: los buenos nunca la perdemos porque nos asiste la santa paciencia, que es algo que Satanás no tiene. Si no es ahora, será en otra ocasión cuando los cristianos acabemos con esa ley del infierno, porque a ti te asiste no sólo la razón sino la Fe. Ya se darán cuenta los españoles de que el aborto es un pecado gravísimo, el peor de todos, que sólo tiene cierta dispensa cuando quienes se ven abocadas a ello son señoras decentes, cristianas, caritativas con los pobres y asistidas por un buen confesor que las sepa confortar. Y además, discretas: hay cuestiones reservadas de la vida personal que sólo competen a Dios Nuestro Señor, que es misericordioso con quienes le queremos bien, aunque pequemos; al alma y, en el peor de los casos, a los médicos, sobre todo si son ingleses. Pero es que imagínate tú que se permitiese hacer eso a cualquier mujer, a cualquier pobre de esas que andan por ahí, a cualquier bruta sin educación. ¿Qué civilización sería esa? ¿Qué cristianismo, vamos a ver? También te hacen padecer, pobre alma inocente, los que te persiguen por tu caridad para con las mujeres. Que es mucha esa caridad, niña mía, yo lo sé. O bien las socorres por el sufrimiento que padecen, o bien por la felicidad que no alcanzan porque el Señor no lo quiere así. Y ellas, ingratas, no se conforman y te acusan falsamente. "Tú sabes, hija mía, el bien que le hace el varón a la mujer aceptándola en santo matrimonio en vez de permitir que se quede soltera" Se quejan algunas de que tú, como ministra, prefieres que no se cuente entre las mujeres maltratadas más que a las que hayan necesitado de atención en el hospital por más de un día. Unas frescas, eso es lo que son. Unas frescas y unas desagradecidas. Tú sabes, hija mía, el bien que le hace el varón a la mujer aceptándola en santo matrimonio en vez de permitir que se quede soltera. Y es verdad que algunas veces el varón, que es el dueño de la casa y el rector de la familia, necesita imponer su voluntad y buen juicio con algo más que buenas palabras. Desde cuándo está mal eso, vamos a ver. El varón, todo el mundo lo sabe, es superior a la mujer por naturaleza, por educación, por dignidad y por gobierno, y se le debe obediencia, respeto, diligencia y discreción. Bastante cansado viene de ganar el pan como para que se le atosigue con problemillas domésticos que una misma puede resolver sin molestarle. Y si alguna vez cae en algún pequeño exceso en el trato, cualquier mujer bien educada sabe que lo hace por el bien de la esposa y de los hijos. Un cachete no es pecado ni se ha de tener en cuenta. Todas lo sabemos. Ahora bien: si la mujer se vuelve engreída, soberbia, presuntuosa o literata, y se le antoja (por odio, por puro odio inspirado por Satanás) acudir al hospital cada vez que el marido, harto ya de sus niñerías, la reconviene, o le suelta un cariñoso cachetito, o le rompe un brazo o una pierna con la mejor intención, o le abre la cabeza con el palo de esa escoba que ella debería estar usando para limpiar el hogar cristiano en vez de provocarle, ¿quién tiene la culpa de su desgracia? "Las que se quejan de que su marido las maltrata, es que algo han hecho y se lo callan. Ningún hombre se vuelve cruel así, de repente" Yo creo, niña mía, que te has quedado corta. Las que se quejan de que su marido las maltrata, es que algo han hecho y se lo callan. Ningún hombre se vuelve cruel así, de repente. Ningún hombre pierde el amor que le llenaba el día del sacramento matrimonial si no se le decepciona, incomoda y contradice. Lo que debes hacer como ministra es imponer en los hospitales, en los tales lugares a los que acudan estas mujeres quejicosas y egoístas, la presencia de un sacerdote que hable con ellas, que las aconseje, les dé doctrina y las devuelva al buen camino. Un sacerdote que les recuerde cuáles son los deberes de una buena esposa o de una buena novia cristiana. Ya verás cómo la mayoría de ellas, si tienen buena entraña, se dan la vuelta antes de molestar a los médicos, que tienen mejores cosas que hacer que atender tontunas, y regresan alegres a sus casas para pedir perdón al ofendido. Y si no es así, si sucediere que la lesión fuese grave (mayor cuanto mayor sea el pecado de la ofensa, eso seguro), el buen padre cura siempre podrá recordarles a esas frescas que la mayor gloria que puede alcanzar una cristiana es la palma del martirio; y que, si sufren padecimientos, es porque el Señor las llama para ello. Felices deberían estar. Y más rezar, y que se dejen de tanto reclamar derechos y tanto protestar y tanto leer, que eso ninguna falta les hace. Bien dijo el santo Josemaría Escrivá, de quien tan devota has sido siempre, que las mujeres no hace falta que sean sabias; basta que sean discretas. Tú eres un ejemplo inmejorable, mi niña. También te acusan esos liberales (ay, perdona, se me ha escapado), de nuevo con malicia y perfidia, de que pones difícil quedarse en estado de buena esperanza a las mujeres no casadas, e incluso a las que viven en pecado de ayuntamiento abominable con otras hembras. Tú contestas que “la falta de varón no es problema médico". O, como habría dicho San Josemaría, "defectus medicinae non est viri absentia". Ni médico ni de ninguna otra condición, hija mía. Yo es que no sé por qué tenéis que plantearos estas cuestiones tan indelicadas. Te lo enseñaron de pequeña en el colegio: si la mujer casada no se queda en estado, es porque Dios no quiere. Así pues, tratar de lograr una preñez por métodos distintos a los prescritos por la naturaleza y por el santo sacramento del matrimonio es contradecir la voluntad de Dios. Ni más ni menos. Y tú sabes perfectamente, como ministra que eres, que la labor de un buen gobernante no es tanto atender a las necesidades del vulgo como hacer que la nación entera cumpla los mandamientos, se rija por la Ley Divina y así logren todos, les guste o no, salvar el alma, que es el bien supremo. Santa intransigencia llamaba a eso tu santo favorito, Escrivá. "¿Que las solteras quieren tener hijos? Bien fácil es: que se casen o que recen lo bastante como para que el Espíritu Santo las haga concebir como a Nuestra Señora" ¿Que las solteras quieren tener hijos? Bien fácil es: que se casen o que recen lo bastante como para que el Espíritu Santo las haga concebir como a Nuestra Señora, que eso sí sería digno de toda la ayuda que el estado pudiera ofrecer. ¿Que no encuentran con quién casar? Pues la solución, de toda la vida, ha sido siempre la misma que para esas descarriadas que no gustan de los hombres sino de otras como ellas: el convento. Y asunto resuelto. Ahí, con la debida discreción y penitencia, han tenido siempre su abrigo todos los errores que el Señor ha permitido a la naturaleza. Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas (De más está decir, niña mía, que no todas las mujeres son iguales ni se las debe medir por la misma vara. Ya sabes tú. Algunas de categoría y posición que, por supuesto sin buscarlo ni merecerlo, han tenido la desgracia de verse en malos pasos, merecen nuestra comprensión, nuestra ayuda humilde y nuestra discreción. Digo esto para que consueles en su tribulación a alguna presidenta autonómica de tu partido, que tiene un hijo pero no marido. En mi tiempo, a estas damas se les otorgaba de inmediato la noble categoría de viudas y gozaban del respeto de toda persona digna. Claro que, como sabes esto rige sólo para las señoras distinguidas; no vas a tratar igual a una persona decente que a cualquier perdularia de por ahí). Y si hay que disimular la verdad, pues será porque Dios lo quiere, mi niña. Es lícito mentir por una causa santa. Yo, por ejemplo, tomé la costumbre de hacerme heridas en las manos, los pies y la frente. Todas las buenas gentes creían que eran estigmas de la pasión y que me los mandaba el Cielo, como milagro... ¿Y qué más daba si el Cielo no me los mandaba pero sí me los inspiraba? Lo importante era lo que los demás creyeran. Pues esos belcebuses de los liberales... (huy, disculpa, hija mía; es que no me acostumbro) me llamaron mentirosa y me acusaron de fraude, que yo no he visto en mi vida mayor desvergüenza... Así que no hagas caso de los maldecidores. Tú, más energía, Anita, hija mía. Más energía es lo que hace falta en la nación, y más piedad, y más disciplina, y menos melindres y menos blanduras y consentires y mal llamados respetos, que eso es mal para todos. Y mucho cuidado con eso de la libertad, palabra muy peligrosa: la única libertad que se debe conceder, sobre todo a las mujeres, es la libertad de hacer el bien, que la otra no es más que el camino al infierno, como bien decía el santo Escrivá. Y ya está bien de cháchara. Vamos a aprovechar el tiempo, hija mía, que para eso nos lo ha concedido el Señor. Venga, arrodíllate conmigo: “Ave maria, gratia plena, Dominus tecum...” María Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga Capopardo Conocida como Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas (1811-1891) Uno de los personajes esenciales de la llamada "Corte de los Milagros" de Isabel II. Está abierto su proceso de beatificación desde 1907 Por la transcripción, LUIS ASTÚRIZ
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 07:59:55 +0000

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